La cultura de lo gratuito estruja la economía de los pequeños editores

En tiempos de crisis, apoyemos a los pequeños editores.

En medio del caos ciudades enteras, países enteros. Las nuevas tecnologías nos salvan del delirio tanto a quienes ya apostábamos por ellas como medio de vida como a quienes se lanzan en busca de un poco de luz en medio de la cuarentena. Incluso quienes se resistían a la incorporación de las nuevas tecnologías en sus tareas habituales comienzan a plantearse hacerlo para perder menos dinero. Terapias cognitivas, talleres de programación, de escritura creativa, incluso podremos asistir de forma virtual a talleres de fotografía y cocina. La necesidad es más fuerte que la catástrofe. Pero algunas estrategias que se están implementando en el mundo de la cultura no terminamos de entender si colaboran con su salvación o si la empujan un poco más al vacío. Aquí va un pequeño resumen de lo que se viene a partir de ahora.

Libros gratis para todos

Parte del incentivo para escribir este artículo se inspira en una publicación que la editorial malagueña El Transbordador hizo en sus redes sociales. Me llevó a pensar más en serio sobre algo que estaba dando vueltas desde hace un tiempo en mi cabeza. En el comunicado podemos leer:

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La realidad es complicada, pero hay circunstancias y decisiones que están tomando ciertas empresas que vuelven todavía más difícil la situación para los pequeños editores. Y es importante que como lectores y amantes de la lectura reflexionemos sobre estas actitudes, pensemos colectivamente y pongamos de nuestra parte para salvar este mundo que amamos.

Algunos sellos de prestigio han imitado el comportamiento de los escritores independientes y están ofreciendo una serie de títulos en formato digital de forma gratuita. Esta actitud no sólo procura guiar toda la atención hacia ellos, que puede ser una actitud absolutamente lógica en cuanto al mercado, sino que además deja al descubierto dos problemas que colaboran con el hundimiento de los pequeños editores por un lado y con un menosprecio al mercado digital, por el otro.

El primer problema que abordaré tiene que ver con el menosprecio del mundo digital y con una falta de mirada a futuro. Porque si hoy me regalas tus libros ¿por qué mañana habría de pagar por ellos? Quizá esa será la pregunta que esos mismos editores tendrán que responder cuando deseen involucrarse de lleno en el mercado del libro digital. Intuyo que no sabrán responder a esta inquetud o gestionar correctamente las consecuencias de las decisiones tomadas impulsivamente en un momento de caos.

Desde que el mundo se ha globalizado, el mercado del libro ha luchado por insertarse en él, sin lograrlo. Sólo hay que observar la maquinaria que existe en torno a otros mercados, como el del videojuego (que podría ser una luz y una guía para nuestro nicho) y lo débil e invisible que es la estructura digital que existe en torno al libro. No hemos sabido renovarnos y formar parte del mundo moderno. Hemos menospreciado el mundo digital, por la superficialidad y el capitalismo que lo rodea, pensando que aprobarlo sería renunciar a nuestros principios de calidad. Ahora entendemos que no es así e impulsivamente hacemos lo que sea por ser parte de ese mundo virtual que ha crecido muchísimo mientras nosotros dormíamos.

Sumarse al mundo digital supone aceptar que el cambio tecnológico en sí no tiene una condición positiva o negativa, simplemente es una adaptación a las herramientas que existen para hacer libros y difundirlos. También el libro en papel en su momento fue un avance tecnológico y si no se hubiera apostado por esa nueva forma de edición quién sabe dónde estaríamos. Menospreciar el mundo digital nos ha llevado a que, en una situación de catástrofe, no seamos capaces de idear botes salvavidas, porque la mayoría de los que se encuentran navegando en el ámbito no han apostado recursos para hacer de lo virtual una parte importante de sus proyectos. Esta es una realidad que se ha visibilizado en estas últimas semanas con más fuerza que nunca.

Pero el otro problema me preocupa en este momento un poco más. Está relacionado con el anterior. Porque en la desesperación, muchas editoriales han salido a regalar sus libros en formato digital (con maquetaciones que dejan mucho que desear y un trabajo de edición digital, con todo lo que ello conlleva, bastante deprimente) para ganar atención, para asirse desesperadamente al minuto de fama y no perder lectores. Y yo tengo dos preguntas. Primero: ¿hay una estrategia contundente detrás de esta decisión que pueda gestionarse profesionalmente cuando termine el caos? Y lo segundo que me pregunto es: ¿existe un sentimiento de cooperativismo o empatía con los lectores que están en sus casas o tiene más que ver con que la situación los ha desbordado y quieren atención a toda costa? No tengo una respuesta contundente para ninguna de las dos, pero me aferro a la idea de que no hay malicia, y de que esos editores hacen lo que pueden en medio de una situación que los ha desbordado. Y es verdad que todos estamos perdidos y cada uno hace lo que puede ante tanta incertidumbre. Lo malo es que las consecuencias que esta actitud puede provocar en el resto de editores pueden ser terribles, tal como lo comentaban desde El Transbordador. ¿Pueden las pequeñas editoriales sobrevivir en un mercado que se ofrece gratuitamente? ¿Cómo van a sobrellevar entonces la crisis económica que nos espera después de este parón?

Me pregunto qué condiciones están planteando estos gigantes para el juego del resto de editores, que a pulmón han levantado y sostienen publicaciones cuidadas, que llevan muchísimo tiempo y un dinero que generalmente se invierte por adelantado, y en ocasiones no se recupera. Hace un tiempo conversando con Víctor Gomollón, de la preciosa Jekyll&Jill, me dijo: «yo publico con pérdidas». Me pareció terrible. Todavía no era consciente de la situación en la que estaban muchos pequeños editores. Desde ese día me propuse estar más atenta a sus necesidades, y por eso creo que es importante escribir sobre ellos, plantear las preguntas que en este momento esos editores y editoras se están haciendo, frente al caos, y la actitud miserable de la competencia que pone sobre la mesa unas reglas que ellos no podrán cumplir. Está claro que las grandes editoriales pueden soportar una caída en los ingresos y proponer alternativas gratis para todos, pero no así los pequeños editores. Porque la cultura cuesta y todo el trabajo que hay detrás de un libro debe pagarse, sobre todo y con más razón en estos tiempos de crisis económica.

Editoriales que nos necesitan

Frente a esta actitud lo mejor que podemos hacer es apostar por las pequeñas editoriales y las librerías que siguen de pie, llevando sus libros puerta a puerta. Aquí te propongo algunos lindos proyectos cuyos libros puedes comprar a través de sus tiendas o también de las librerías de tu ciudad que todavía estén sirviendo.

Dos Bigotes

La editorial Dos Bigotes, cuyos capitanes son Gonzalo Izquierdo y Alberto Rodríguez, pasará por tiempos difíciles a causa de la suspensión de varias ferias del libro a las que tenían previsto acudir y también de las presentaciones de sus novedades. Una ayudita no les vendría mal, así que te invito a que le eches un vistazo a su catálogo y te animes a hacerte con alguna de sus joyas (tienen los libros en formato digital así que en un clic puedes leer maravillosas obras).

En Poemas del Alma te hemos recomendado con anterioridad títulos como «V y V. Violación y Venganza», de Pilar Bellver, «Haz memoria», de Gema Nieto y «Boy Erased (Identidad borrada)», de Garrard Conley.

Jekyll & Jill

La editorial Jekyll & Jill tiene un fabuloso catálogo que puede ser de gran compañía durante este tiempo detenido. Víctor Gomollón invita a los lectores a adquirir sus libros, si pueden, a través de las librerías que todavía están abiertas (haciendo envíos a domicilio) y sino a través de la tienda de la propia editorial.

En este bello proyecto podrás encontrar libros como «5», de Sergio Chejfec, «Los hombres de Rusia», de Reinaldo Laddaga y «Distraídos venceremos. Usos y derivas en la escritura autobiográfica», de Andrea Valdés.

Páginas de Espuma

Juan Casamayor anunció en las redes sociales que suspenderá las publicaciones de este mes, pero nos invita a seguir leyendo y comprando obras de su catálogo. Sin duda, el parón económico también afectará a la maravilla del cuento, por eso es fundamental que nos unamos los lectores para hacerles menos amargo este trago. No dejes de adquirir un buen título de Páginas de Espuma durante la cuarentena, para disfrutar de lo mejor del cuento en español.

Algunos de los libros ideales para leer de son «Anatomía sensible», de Andrés Neuman, «La guerra», de Ana María Shua y «Qué mundo tan maravilloso», de Lola López Mondéjar.

Ediciones El Transbordador

La situación para El Transbordador también será complicada, tal como lo anunciaron en su cuenta de Facebook. Por eso, comprar sus libros a través de los servicios disponible puede ser una hermosa forma de apoyarlos.

En Poemas del Alma te hemos recomendado tres joyas que pueden serte de gran compañía estos días: «Manual para la comprensión del insomnio», de Alicia Louzao, «Las esferas animales», de Sowieski y «Crónicas de la galaxia», de David Eloy Rodríguez.

Y para los libros gratis –porque soy consciente de que no podemos comprar tantos libros como deseamos leer– están las bibliotecas, de cuyo trabajo encomiable se habla poquísimo en estos días. No nos regalan los libros pero tenemos la opción de leerlos y disfrutarlos. Ahora que las bibliotecas están cerradas averigua cuál es el servicio de lectura digital de tu comunidad autónoma. Si eres de Andalucía no te pierdas el catálogo de E-Biblio, donde seguro que encuentras lecturas interesantísimas para estos tiempos de cuarentena.

Todo sería distinto si nos planteáramos seriamente como solución derribar el capitalismo. Ahí ya podríamos tener otra conversación, mucho más luminosa y entusiasta. Pero me molesta especialmente que el altruismo se exija siempre del mundo de la cultura y sobre todo de la literatura. Exijamos a las editoriales que pongan su catálogo gratis, pero antes hagamos lo mismo con nuestros caseros, con los organismos recaudadores de impuestos y abracemos un estilo de vida de menos consumo –a juzgar por el comportamiento que todos estamos teniendo en esta cuarentena, el gigante va a levantarse y seguiremos consumiendo como posesos–. Pero mientras las condiciones sean éstas, por favor, compremos libros pensados y cuidados, porque si desaparecen nuestros pequeños editores el futuro que nos espera será mucho más desolador de lo que imaginamos. No obstante, sería maravilloso que apostáramos de verdad por esta vida que planeamos y gestamos durante este encierro, que nos está llenando la boca de promesas.



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