Las empleadas domésticas en la literatura

Durante mi paso por la Feria del Libro de Madrid tuve la oportunidad de estar con muchas personas entregadas al mundo de los libros. He recopilado en varios artículos algunas de las cosas más importantes que he visto este año. Como interesantes nuevas voces de la literatura rumana, una lista de autoras y autores para descubrir en la Feria del Libro de Madrid, y esta recomendación sobre pequeñas grandes editoriales. También tuve la suerte de charlar con la autora de «Mandíbula», ¡me ha encantado hacer esta entrevista con Mónica Ojeda! Hay más textos sobre la feria en esta sección. También tuve la oportunidad de pasar una mañana muy divertida e interesante junto a Cristina Pineda, la guerrera que hace posible ese proyecto tan delicado y hermoso que es la editorial Tres Hermanas y Marina Sanmartín Pla, maravillosa librera. Mañana en la que hablé poco y escuché mucho porque cuando estás con alguien que sabes que sabe lo mejor que puedes hacer es permanecer en silencio y aprender. Esa mañana firmaba ejemplares en la caseta Pilar Tena, la autora de «Luciana», quien ha dado pie para que escriba este artículo: ella y Luciana.

La literatura de lo invisible

Siempre me han interesado los autores que centran la trama de sus historias en los personajes en los que posiblemente nadie se fijaría. Esas criaturas que pasan por la vida casi de forma imperceptible pero que, en algún sentido sí consiguen cambiar el mundo que les rodea.

Recuerdo, por ejemplo, con mucha simpatía la novela «Alegre» de Hugo Wast, que centra su atención en un niño huérfano casi invisible en el mundo que sube a bordo de un barco con la esperanza de encontrar una vida que le haga sentir útil y si es posible, amado; una novela tristísima y sumamente humana y casi lírica. De los cómics de Lucky Luke me interesó siempre Ran Tan Plan, un perro mestizo del que todos pasan y que aparece casi como una sombra en los relatos, pero cuya presencia es indispensable para el desarrollo de la trama. De las hermanas de «Mujercitas» de Louisa May Alcott me atrajo siempre poderosamente Jo, por evidentes razones, pero también he sentido un gran interés por el silencio de Beth. Y así, con la mayoría de las historias. Existe en esos personajes aparentemente invisibles e inútiles un abanico de posibilidades narrativas y vitales.

Durante casi cuatro años fui niñera de una pequeña que hoy ya es adolescente. Cuando me toco el día de dejar esa casa algo se quebró en mí, aunque lo entendí muchos años más tarde. Responsabilizarte del cuidado de otros es algo para lo que se nos asume preparadas y, sin embargo, cuando tienes que enfrentarte a esa situación entiendes que nunca sabes lo suficiente, que se han equivocado contigo. Pero lo más difícil de asumir es el vuelo. Cuando tienes que marcharte y entiendes que lo que has hecho no ha sido cuidar, cumplir con tu deber, sino estrechar un lazo con otro ser vivo, que dependió de ti y esperaba mucho más de ti de lo que has sido capaz de darle, el golpe seco en las tripas es desolador. La culpa se mezcla con la tristeza. Pero este tipo de emociones no se encuentran escritas, y ciertamente poco estudiadas por la psicología y el resto de las ciencias que exploran en el vivir humano. ¿Por qué? Porque se nos asume nacidas para algo: porque mujeres nacimos y al cuidado nos debemos.

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Eso escribe Simón Bolivar en una carta a su hermana acerca de la Negra Hipólita, su niñera. Y yo me pregunto, ¿habría sido posible el gran intelectual de América, tan inmenso, sin la Negra Hipólita, que se ocupó no sólo de alimentarlo y de hacerlo una persona de bien sino que quizá haya sido la persona que le enseñó a querer? Posiblemente no. Aceptar el reto de cuidar a alguien es firmar por cambiarle y cambiarte la vida. Esta es la letra pequeña. Algunos trabajos no deberían considerarse trabajos…

Pero no he venido a escribir sobre mí, ni sobre Bolivar, ni sobre el trabajo de niñera, sino sobre la importancia que NO le ha dado la literatura a estos personajes. Sí, ciertamente en casi todas las historias aparecen mucamas, niñeras, jardineros, pero siempre observados desde fuera, como partes de un escenario, como ayudantes de los personajes que importan en las historias. Por eso, cuando leo novelas como «Luciana» donde la trama parte desde las propias emociones de la criada me siento en casa, como si de pronto volviera a creer que hay todavía esperanza en la literatura.

«Luciana» y «Pelea de gallos»

«Luciana», una obra sobre la que he escrito aquí, narra la historia de una familia española, formada por un matrimonio heterosexual joven y tres niños, que se muda a Irlanda en los años sesenta porque el padre recibe una oferta de trabajo en la Universidad de Dublín. La vida de los integrantes de este grupo cambiará rotundamente. De pronto se encontrarán en una ciudad llena de brillo, donde las costumbres están cambiando, donde la vida nocturna es un pozo de oportunidades para el disfrute. El grupo se completa con Luciana, una joven que proviene de una familia humilde del interior de España que comienza a trabajar como empleada doméstica en la casa, protagonista y eslabón indispensable para el desarrollo de la historia. Luciana es joven pero parece resignada a vivir para los demás. La han educado en el convencimiento de que la pobreza la ha condenado a ser una mujer sometida al servicio de quienes tienen dinero, que han nacido en una situación de privilegios respecto a ella, y ella acepta abnegada ese destino.

La figura de «Luciana» y la forma en la que Pilar narra la historia me parecen sumamente interesante. Ciertamente se podría objetar que se trata de una historia narrada desde los privilegios; sin embargo, como no escogemos dónde nacemos pero sí dónde nos posicionamos, me interesó mucho la forma en la que Pilar se acercó a las emociones, a las experiencias, a ese descubrir el mundo de la joven. Hay una ternura en ese mirar el mundo, en el que desborda el deseo de comprender, de entender por qué Luciana acepta, por qué no se rebela, por qué no pone por delante sus deseos, su juventud, su pasión.

Cuando me encontré con Pilar en la feria le conté lo mucho que me había impactado porque habiendo nacido en una familia de oligarcas (de la que por suerte he sabido desprenderme a tiempo) he visto experiencias chocantes en el trato de la gente pudiente hacia los empleados de la casa. Pilar me dijo que una de las cosas que nunca pudo entender y que le llevó en gran parte a escribir esta novela es la necesidad de entender por qué esas chicas eran capaces de renunciar a todo por hacerse cargo de otros, unos otros que al final terminaban siendo poca cosa sin ellas. Esto nos devuelve al principio y nos obliga a pensar en el origen de nuestra vida social: si bien la razón podría estar en la estructura clasista en la que vivimos, también tiene mucho que ver en esto el patriarcado; las mujeres desde que nacemos somos educadas en el cuidado de los otros y cuando decidimos no ocuparnos somos egoístas y malvadas. Y si a esto se le suma una vida precaria económicamente, el oponerse a esas reglas parece doblemente difícil. Necesitamos historias que nos lleven a pensar seriamente en estos aspectos de la opresión, que son los más peligrosos porque pasan desapercibidos por estar absolutamente normalizados.

La lectura de «Luciana» no sólo me llevó al pasado, a revisar imágenes guardadas en mi mente e intentar ordenar la vida, sino también a buscar en la historia de la literatura otras historias similares. No encontré demasiado, porque como lo dice Pilar Bellver en «V y V. Violación y venganza» (Dos Bigotes), refiriéndose a las mujeres latinoamericanas, no hay espacio en la literatura para estas personas, sólo como sombras llevando el té a las señoras, como ayudantes de los personajes principales. A veces son tratadas con cariño pero nunca hay en ellas un protagonismo contundente. Por suerte las cosas están cambiando, y al igual que ocurre con «Pilar», tenemos ese libro maravilloso de Fernanda Ampuero que es «Pelea de gallos» (Páginas de Espuma) que también visibiliza a estas mujeres que lo han dejado todo por vivir. Y cuando decimos todo es TODO.

¡Lean estos dos potentísimos libros (y esa recomendación subliminal de la última novela de Bellver, que es otra maravilla)!



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