Escritores y mascotas

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Ese extracto de Irene Antón pertenece al prólogo de la obra que se titula «Perros gatos y lémures, los escritores y sus animales» donde se recogen coloridas historias entre autores prestigiosos y sus amadas mascotas, y que pertenece a la editorial Errata Naturae.

Las mascotas acompañan de una manera insuperable, sentirnos amados por un animal es una de las emociones más profundas y que menos pueden compararse. Una mascota es amiga, compañera, hermana, vecina, cuando nadie queda a nuestro lado, ellas permanecen porque conocen nuestro yo más íntimo y saben sacar nuestro lado bueno.

No son pocos los escritores que a lo largo de su vida han entablado amistad con animales, en muchos casos considerando su compañía mejor que la de cualquier otro ser humano; es que los animales, perros, gatos, hurones, ratas, hormigas, buitres, saben comprendernos en las diferencias, y ese es el bien que la mayoría de los seres vivos buscamos, ser aceptados, comprendidos, amados.

En este artículo reuniré algunas anécdotas que salieron en el diario de mi ciudad y que me parecieron muy curiosas, todas ellas referidas a las relaciones entre escritores y mascotas.

Compañeros inseparables

Cuenta la anécdota que cierta vez, mientras Lord Byron se hallaba a bordo de un barco, su perro, que lo acompañaba a todos lados, se cayó al agua. Byron solicitó sin demora al capitán que detuviera el barco y rescatara a su mascota a lo que el capitán se negó, diciendo que sólo tenía permitido detener la embarcación si quien estaba en peligro era una persona, entonces Byron se arrojó al frío océano y al capitán no le quedó más opción que rescatarlo a él y a su perro.

Existen muchos escritores que al igual que Byron adoran a sus mascotas, incluso muchos las apreciamos más que a cualquier otro ser humano. No se trata de zoofilia, sino de una relación que está definida por la fidelidad, la compañía y aspectos que son inexplicables racionalmente.

Otra de las fantásticas historias con respecto a escritores y animales que se cuenta es la de Cyril Connolly, compañero de clase de George Orwell. Estaba convencido de que en otra vida había sido lémur, (otras de sus encarnaciones habían sido de langosta, melón y Arístipo), por esta razón se rodeó de lémures, a quienes trataba como si fuesen personas sin oír las risas y burlas de quienes lo criticaban por tener semejante deferencia por esos animalitos.

Dime cómo eres y te diré con quién vives

De acuerdo a las características de cada escritor será la mascota que escoja de compañía. Aquellos que desean sentirse protegidos y acompañados posiblemente opten por un perro, cuya mayor virtud es la fidelidad; y los que deseen una compañía más distante, que no invada su soledad, posiblemente tengan por amigo a un felino.

Jane, esposa de Paul Bowles, decía que los gatos y los escritores se entienden tan bien porque los primeros no pueden vivir cerca de sus semejantes, al igual que los segundos, porque:

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Posiblemente el caso de Connolly resulte sumamente extravagante y extremista, sin embargo es común conocer a un escritor que tiene por mejor amigo a una mascota, generalmente perros o gatos. Una mascota es compañera y capaz de escuchar las peores atrocidades, de estar al tanto de los más nefastos borradores y de jamás defraudar al autor, ni hablar a sus espaldas de sus obras.

Compañeros en la soledad

El hecho de contar con la compañía de una mascota permite al autor compartir su trabajo, sus horas de inspiración, porque una mascota no interrumpe, se queda fielmente haciendo notar su presencia con un calmado sueño, calentando el aire con su aliento cálido. Como el trabajo del escritor siempre se realiza en casa, allí estará su mascota para acompañarlo y aguantar sus malos días o festejar sus triunfos o conquistas. Por otro lado, se convierte en depositario de todo aquello que el autor no se atrevería a compartir con nadie.

Los escritores suelen ser personas solitarias, a quienes les gusta sentarse durante horas a trabajar sin que nadie las moleste, un animal de compañía suele ser el complemento perfecto para esta vida, porque todos necesitamos sentirnos queridos y compartir nuestra existencia. Una mascota puede llenar el espacio y hacernos sentir que somos importantes para alguien y que alguien es importante para nosotros.

Un escritor busca en su mascota un reflejo, un psicoanalista y una compañía. Los animales pueden consolarnos en la soledad, identificarse con nuestra causa, entendernos a su manera y escucharnos mucho. Además, son como nuestro cable a tierra con el sitio del que venimos, con la naturaleza, nos ayudan a entender que estamos vivos y que vamos hacia alguna parte, todos formamos parte del cosmos. En el caso de Connolly sentía que lo conectaban con su vida anterior, ¿qué conexión más profunda y natural que esta puede existir?

Algunas mascotas literarias

William Burroughs tenía un sapo de mascota cuando era niño, después se inclinó por los felinos, llegó a decir que cuando sus gatos se ausentaban de la casa, sentía muchas ganas de llorar y a menudo lo hacía.

Truman Capote escribe en una de sus cartas:

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Dicha carta iba dirigida a su perro y la había escrito en uno de sus viajes, se dice que cada vez que viajaba le enviaba misivas a Charlie y a otros de los perros que tuvo.

Paul Bowles tenía junto con su esposa un auténtico zoo en su casa: un gato, un pato, un armadillo, dos coatíes, un ocelote y un loro que iba con el escritor a todos lados. Cabe señalar que cuando era joven Bowles se autorretrataba como un loro.

Virginia Woolf mencionaba perros en todas sus obras y siempre formaron parte de su vida estos animales. Sus favoritos fueron posiblemente Grizzle y Pinka a quienes tenía la costumbre de llevar con ella siempre, aún si sabía que a otros les molestaba.

Julio Cortázar bautizó como Teodoro W. Adorno a un gato callejero que encontró una vez en su lugar de veraneo, el minino iba cada tarde a su puerta a pedir algo de comer. Contaba el escritor que al año siguiente de conocerlo, «se me mojaron los ojos como a un imbécil» al reencontrarme con el felino.

La escritora madrileña Rosa Montero cuenta que tiene dos perros, ambos adoptados mediante asociaciones defensoras de los animales. Hace dos años en un artículo que publicó en «El país» dijo que Carlota, una de sus perras, era un poco friki y que aunque desconocía el pasado que había tenido suponía no era nada alentador pues sufría de sobresaltos si te acercabas mucho, era como si de repente se le cruzaran los cables y tuviera miedo de todo.

Su otra compañera del alma se llama Bruna y también fue rescatada. Esta escritora es otra de las que adoran a los animales y que abogan por sus derechos siempre que encuentran la forma.

 

Libro de mascotas

Para realizar la obra «Perros gatos y lémures» se contó con la colaboración de diferentes escritores que aportaron sus experiencias con los animales de compañía y contaron anécdotas de autores que ya no están vivos.

Andrés Trapiello, un escritor y poeta que colaboró con este trabajo dijo:

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Luego prosigue diciendo que en uno de sus diarios publicó un relato donde cuenta las últimas horas de su perra Mora, final que según él se parece al de Sócrates, despidiéndose lentamente de todos sus allegados con la mirada.

Por otro lado, la novelista Ackerley, contaba que estaba enamorada de su perro Moss, que le había costado admitir su naturaleza de no-humano, y que aún después de comprenderlo, continuó enamorada, pero la relación fue más tranquila.

Comentarios1

  • Delfina Acosta

    Apenas soy una mujer que gusta de la poesía. Mi perra "Pancha" me suele dar momentos de grata compañía. Creo que ella es mi mejor amiga.
    Deflina Acosta



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