Recordando a Alejandra Pizarnik

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Recordando a Alejandra Pizarnik

Pocos autores han sabido expresar con la seguridad de Alejandra Pizarnik su razón de existir. Su vida y su muerte podrían enlazarse con la de Virginia Woolf o Sylvia Plath; por esa pasión inexpugnable por las letras y esa muerte tan ligada a ellas. Podríamos decir que Pizarnik vivió gracias a las letras y murió a causa de ellas. Hoy, en el 77 aniversario de su nacimiento, quiero rendirle un pequeño homenaje.

Trabajar duro, quemar mucho y publicar casi nada

La patria del lenguaje no tiene fronteras, no tiene límites. Y Pizarnik es una de las mejores pruebas de ello. A lo largo de su corta vida escribió una numerosa colección de poemas que nada se parecen los unos a los otros. Siempre explotando al máximo las palabras, yendo más allá de su significado conocido. Buscando el verdadero significado de ellas, oculto de los ojos; solo capaz de ser entendido con los ojos del alma, con la sensibilidad.

Según Cortázar la tarea de escribir se alimenta de una triple experiencia: escribir, leer y vivir.

La experiencia de escribir consiste en una dedicación incansable para utilizar correctamente las palabras. Escribiendo mucho y destruyendo aquello que no está a la altura de lo que se desea. La de leer, exige que se disfrute de la lectura, pero sin olvidar que detrás de todo lo que se lee hay enseñanzas que no pueden conseguirse de otra forma (por lo que es necesario tener los ojos y la mente siempre muy abiertos). La experiencia de vivir es única en cada ser humano y se nutre no solo de las relaciones con los otros y con el mundo, sino también con el descubrimiento de la propia persona y el análisis profundo de la propia intimidad.

Pizarnik también lo entendía y lo vivía de este modo.

Recordando a Alejandra Pizarnik

Detrás del mito de Alejandra, hubo una mujer exiliada, una niña eterna y, sobre todo, una escritora absolutamente apasionada y entregada al cultivo de las letras con exquisita laboriosidad. Y en muchos puntos, su obra se acerca a la de Julio.

Existe entre ambos un lazo íntimo, que los acerca. Si bien ese apasionamiento por el surrealismo y por el misterio es un espacio común en los estilos de ambos, no es el único. También Alejandra comprendía el arte de escribir como Julio, como una labor excesivamente cuidadosa. Dice:

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Recordando a Alejandra Pizarnik

Escribe con suma paciencia. Prestando atención a cada término, escogiéndolo con precisión. Cierta vez contó que escribía los versos palabra a palabra. Fumando y transgrediendo mucho. Decía que hacía el amor con la poesía. Supongo que es la única forma de entender su obra; comprendiendo que ella amaba a la poesía como a nadie, como ni siquiera era capaz de amarse a sí misma. Y es en ese amor y esa extrema entrega a la poética en donde reside su mayor mérito, que le permitió convertirse en una de las mujeres más increíbles que ha dado la literatura argentina.

El trabajo de escribir, también para Alejandra era una combinación de otras cosas. De leer mucho y de vivir. Y la suya era una lectura intensa y deshojada. A propósito de la importancia de esta dedicación al leer, dice:

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La perdida infancia

Para muchos autores la infancia es un refugio, un terreno que les permite liberarse de las formas y afrontar lo más importante de la existencia, la convulsa necesidad de expresarse, contra todo.

En Pizarnik, la infancia juega un papel fundamental. Llora por esa ruptura y escribe, siendo ya una persona adulta, como si todavía tuviera unos pocos años.

Sus temerosos años de infancia en los que sufrió sucesivas discriminaciones: por su tartamudez, por ser hija de inmigrantes, por ser judía…, en una Argentina reprimida y triste, se pueden encontrar fácilmente en sus poemas. Es esa niña la que escribe en la voz que va engrosándose con el correr de los años, pero que no pierde jamás ese temor propio de aquella etapa primigenia.

Pero no estamos hablando de una poesía cursi ni poco comprometida. De hecho, pese a que muchos afirman que a Alejandra no le interesaba la política, me cuesta entenderlo de este modo. Ya que, a través de su poesía, puede analizarse cada palmo de la realidad que la rodeó, sobre todo en sus primeros años de vida. Por ejemplo, podemos encontrarnos claramente con ese mundo que parecía desmoronarse con la sucesión de muertes y más muertes. (Sus tías y abuelas asesinadas en campos de concentración y la represión que las sucesivas dictaduras provocaron en la sociedad de Buenos Aires).

Pizarnik le escribe a la infancia con el dolor que provoca una pérdida; con un desgarro desolador y un sentimiento de abandono que se percibe a lo largo de toda su obra.

Como sabiamente lo han expresado diversas personas, su abandono es metafísico. No se encuentra ligado a elementos reales, sino a una sensación de exilio constante. Sentía que no era de este mundo y que no podía vivir en él; se sentía desolada por esa realidad. Así lo expresa en su poema «Figuras y silencios», dice:

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Últimos poemas y suicidio

La vida de Alejandra estuvo marcada por una tristeza infinita que la sosegaba. La cual se aseveró en los últimos años, tras la muerte de su padre. Hecho que la dejó aún más abandonada. Y que, posiblemente, colaboró con la decisión de quitarse la vida. Aunque amenazaba con hacerlo desde hacía tiempo; incluso podríamos decir que sabía que ése sería su final, solo que antes no había comprendido cuándo sería.

Su último poemario «El infierno musical», publicado un año antes de su muerte, es una clara muestra de lo que tenía lugar en la mente de Alejandra. Una durísima batalla entre el deseo de hacer poesía y el de no existir.

Se trata de un desgarrador conjunto de poemas donde encontramos a una Alejandra mucho menos arraigada a las formas de la poética, que consigue un híbrido entre prosa y poesía fascinante. Una obra en la que deja en evidencia que si se tiene algo relevante para decir, es conveniente salirse de las normas y las estructuras, porque en ellas es difícil expresarse libremente.

Y me gustaría quedarme con esto último, porque sin lugar a dudas Alejandra abogaba por la libertad al escribir. Por esa libertad que todos necesitamos y que no proviene de los edictos o las constituciones, sino que existe en tanto nosotros lo hacemos. Y por esa libertad escribía; ¿no es acaso una prueba de ello toda su poesía?

Recordando a Alejandra Pizarnik

Sus últimos meses de vida fueron de una tortura escabrosa. Internada en un hospital para enfermos mentales, desde donde se escribía cartas con Julio Cortázar, fabulaba con terminar con su vida.

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Finalmente, el 25 de septiembre de 1972 lo hizo, utilizando para ello un frasco de barbitúricos. Contaba 36 años y era éste su tercer intento de suicidio.

Como Virginia Woolf y Sylvia Plath, Alejandra entendió que la muerte era su única salida, pero intentó evitarla a través de las letras.

Digo que vivió gracias a las letras, porque posiblemente si no hubiera descubierto su gran pasión por este arte y no hubiera encauzado su comportamiento obsesivo hacia la creación literaria, se habría suicidado muchos años antes. Y digo que murió también a causa de ellas porque, al igual que le ocurrió a Virginia y a Sylvia, cuando ya no se sintió representada por su poética, cuando de algún modo tuvo el presentimiento de que no había más para decir, que ya había jugado lo suficiente con las palabras, y cuando éstas ya no le ofrecieron cobijo o refugio, se quitó la vida.

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Comentarios6

  • pepita fernandez

    Según he leído , Alejandra fue una poetisa que sufrió mucho . Sus poemas son delicadas obras de arte. A mí me gusta y la seguiré leyendo
    Gracias por compartir

  • Pedro Aros Castro

    Tremenda poeta, poesía que duele y estremece, gracias por compartir
    un abrazo

  • Albin

    Ella es faro oscuro que guía este embarcarse por sombras y mares de muerte

  • Rafael Merida Cruz-Lascano

    LUCERO DE BUENOS AIRES
    Meridiano octosílabo
    A : Alejandra Pizarnik
    (29 de abril de 1936 - 25 de septiembre de 1972)


    III
    -
    Es su cabeza marcial
    Lucero de Buenos Aires
    -
    Pizarmik florece actual;
    tu ya lloraste por mí
    pero hoy yo canto por ti,
    Alejandra elemental
    -
    Al mundo con tus desaires
    lo desprecias embriagada
    lo llenaste de donaires
    y el sufrir encapotada
    lo transformas en affaires
    hoy tu siempreviva espada
    Crea tu pluma lozana
    tu poesía galana.
    -
    -
    Dr. Rafael Mérida Cruz-Lascano
    “Hombre de Maíz” Guatemala C.A.

  • Raoul Shade

    Tes ¿No crees más bien que la muerte sea la única salida para aquellos escritores y poetas que no encuentran un público receptivo a la autenticidad de su obra? Pizarnik se atrevió a vivir la poesía; no vivió de ella. No codició premios literarios, sino que anheló un nuevo lenguaje. Ella, a diferencia de los poetas laureados o populares, experimentaba. Como lo hicieron Nicanor Parra, Roque Dalton, Oliverio Girondo o Mayakovski. Poetas olvidados por las muchedumbres. El solo hecho de poseer dos ojos y un cerebro lleno de materia grisácea (contaminada por el medio ambiente) no garantiza que sepamos leer con la exigencia que se requiere para entender a Pizarnik, Emily Dickinson u Olga Orozco. Por eso a principios del siglo XX la gente prefirió leer a “Veinte Poemas de Amor y una Canción Desesperada.” (1924) de Neruda, en vez de “Veinte Poemas para ser Leídos en el Tranvía” (1922) de Girondo. Obvio. La voz de Girondo, como la de Pizarnik, es demasiado autentica y profunda para lograr una resonancia popular. Mejor embriagarse con sentimentalismos y retorica para salir de la rutina de un trabajo infecto que corroe el hígado y el riñón.

  • Tes Nehuén

    ¡Muchas gracias a todxs por sus comentarios! Me ha gustado tu poema, Rafael. Y en cuanto a lo que dices, Raoul; hay verdad en tus palabras. Creo que lo más destacable de todos los que nombras es que intentaron escribir desde un nuevo lenguaje, aunque en algunos casos no llegaron a conseguirlo con la maestría de Pizarnik...
    Un abrazo y gracias por tus enriquecedores comentarios.



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