«Los días de Jesús en la escuela» de J. M. Coetzee


 
Ya he publicado en este ciclo de Las Repeticiones algunos títulos de J. M. Coetzee, pero quienes me conocen ya se habrán dado cuenta de las muchas cosas que me unen a este escritor y entenderán que necesite volver a él, como quien regresa a esas voces que le hacen sentir a salvo, fuerte, vivo.
En esta oportunidad voy a recomendar «Los días de Jesús en la escuela» que es una novela extraordinaria en la que el escritor reflexiona en torno al desarraigo, al maltrato y a las imposiciones sociales.
 
 

El desarraigo como punto de partida

Uno de los temas fundamentales de «Los días de Jesús en la escuela» es el desarraigo. De una forma metafórica, Coetzee reflexiona en cómo la extranjería nos cambia rotundamente. Nos arranca desde lo conocido y nos obliga a construirnos en otras personas, sin historia, sin pasado, porque donde llegamos no hay pasado en común con nosotros. Parte de esa idea del nacimiento extranjero para contarnos la historia de una familia que ha emprendido un viaje peculiar. A medida que avanzamos en la lectura los vamos conociendo, entendemos sus motivos para el nomadismo, su extrañeza frente a un mundo material que les resulta inasible.

En esa familia está Simón, un niño curioso que quiere vivir, que desea conocer el fondo de las cosas y que no tiene miedo. A modo de símil, entre la primera familia cristiana y este trío, Coetzee se acerca a la verdad de la vida en sociedad, a los prejuicios, a la forma en la que nos acostumbramos a vivir, aunque ese vivir contradiga la forma en la que deseamos vivir.

Hay algo que debemos saber, «Los días de Jesús en la escuela» es una segunda parte. Lo ortodoxo sería leer primero «La infancia de Jesús», que es la primera; no obstante, yo, que soy una lectora muy desordenada y desobediente, leí primero ésta. En verdad, aunque ambas historias están estrechamente conectadas, pueden leerse de forma unitaria; porque muestran aspectos de la realidad de los protagonistas diferentes.

Ahora bien, si leemos ambas, podemos ver con mayor contundencia ese trabajo de voces del que hablaba, porque notamos cómo el niño va creciendo, y con los años su voz se va transformando, sus preocupaciones se vuelven más profundas, sus intenciones parecen tener un mayor vuelo. Y lo mismo ocurre con Simón y con Inés, que en la primera parte tienen que aprender muchas cosas que le servirán para encarar la segunda.

Los personajes y sus voces

Una de las cosas que más me atrajo de la novela (e hizo que no pudiera desprenderme de la lectura en su momento, y que me ha llevado a releerla varias veces) es la vitalidad con la que se expresan sus personajes. La forma en la que Coetzee consigue otorgar credibilidad a lo que cada uno hace o piensa.

Y no puedo dejar de mostrar mi admiración por la forma en la que ha sabido trabajar la voz del niño, con sus silencios, su curiosidad y sus repeticiones; creo que nunca había leído a un niño tan creíble, tan vivo, tan inocente y a la vez tan sabio. La mirada de Simón es absolutamente diferente a la de sus padres, que ya tienen un recorrido, que conocen los peligros de la vida, que temen a la apropiación del pasado en el presente. Sin duda, este es uno de los elementos más interesantes, que vuelven a esta novela inolvidable.

Y Coetzee no se olvida de los animales. Por eso le queremos. Porque es de los intelectuales más cuidadosos con la palabra y porque en ella denuncia el trato que venimos dándoles los humanos al resto de los animales desde el origen de los tiempos.

No existe una poética animalista que permita la convivencia equilibrada entre cuidado de la palabra y el lenguaje y política. El problema es que desde ciertas posturas se escribe teorizando y apologizando, cuando la literatura debería ser una gran pregunta. La literatura animalista tiende a caer en los mismos canales por el que se nos ha ido la poesía de los revolucionarios, quitando al inmenso Mayakovski. Por eso, contar con un intelectual como Coetzee, que no se derrama por esos bordes y que nos ofrece una mirada pensante sobre la situación de los animales me parece vital, y me alivia. Leerlo es asegurarte un espacio de ternura para nuestros compañeros de casa.

«Los días de Jesús en la escuela» es, en definitiva, una novela que nos obliga a repensar este sistema autoritario en el que vivimos, y a rebelarnos a todo aquello con lo que no estamos de acuerdo. Es una novela extraordinaria que sugiere y reafirma que Coetzee es el autor animalista más comprometido pero también más literario de nuestro tiempo. ¡No dejes de leerla!

Otros libros de Coetzee que no debería perderse nadie son «Diario de un mal año» y «Desgracia».

Foto: El Mundo



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