«Desgracia» de J. M. Coetzee

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A raíz de la lectura de «Los cinco y yo» de Antonio Orejudo, ha vuelto a mi memoria una novela que en su momento me impactó y que creo que es de lectura imprescindible. Ambas ficciones tienen puntos en común, del mismo modo que sus autores podrían encontrarse en esa forma de narrar tan lejana de los tópicos y de la moralina, en ese deseo de hacer de la literatura un espacio para estar-vivir y no para conducir.

El libro que se suma hoy a las recomendaciones del desván de los libros perdidos es «Desgracia» de J. M. Coetzee.

Pasos descuidados que conducen a la catástrofe

«Desgracia» se construye en torno a la vida de David Lurie, un profesor de universidad poco motivado que suspira por su carrera de escritor frustrado. Su vida se basa en cumplir con las responsabilidades que como catedrático tiene y en desear desesperadamente la llegada del jueves. David ha sido un único hijo varón en una familia de mujeres y ha aprendido a conversar y a relacionarse con ellas con absoluta naturalidad. Cuando su madre, tías y hermanas desaparecieron fueron sustituidas por amantes.

Ahora, en el clímax de su vida, es un hombre solitario que adora a las mujeres y que depende obsesivamente de ellas. Es un hombre de unos cincuenta años absolutamente desencantado de la vida que vive de forma monótona. Dentro de su rutina mantiene una relación con Soraya, una protistuta a quien visita cada jueves. No sabe nada de ella pero la siente suya. Ella hace su trabajo. Él ha llegado a pensar en ella más allá de esos esporádicos encuentros.

La cosa se tuerce cuando se encuentran en horario no laboral; sus miradas se cruzan, y en ese instante David vislumbra la vida de Soraya más allá de los jueves, un hueco de misterio que se abre y rompe la complicidad silenciosa que los une. Poco tiempo después ella le dice que ya no podrán verse. Entonces David es consciente de la estrecha relación que le une a ella, de sentimientos de posesión obsesiva que ha desarrollado hacia ella. Su mundo se pone patas arriba y David es consciente de que esas relaciones sexuales de los jueves habían sido fundamentales para sentirse vivo.

Enloquecido intenta calmar su pérdida en otros cuerpos, sin conseguirlo. Cuando conoce a Melanie Isaacs, Soraya desaparece. Los treinta años de diferencia con la chica y el hecho de que sea una de sus alumnas podrían ser razones suficientes para que David suprima sus deseos, sin embargo, sin darse cuenta se ve inmerso en una relación de pasión-obsesión irrefrenable. Una relación que no acabará bien, y que servirá para hundir más a David en la tristeza y la desesperación. Y hasta aquí llego; no quiero desvelarles más puesto que se trata de una obra extensa y de trama exquisita que conviene ir descubriendo poco a poco.

Una novela que habla sobre nosotros, dejando la moral fuera

La desgracia es una mirada, un encuentro fortuito que puede acabar contigo para siempre. Esta podría ser una premisa que se escapa de la novela; aunque en realidad, la verdad es más profunda y dolorosa: cuando tuvo lugar ese hecho que pareció desbarajustarlo todo ya estábamos terriblemente jodidos y perdidos. David, a quien le gusta mucho reflexionar en compañía de sus grandes maestros literarios, sabe que es así, aunque le cuesta reconocerlo.

Los libros de Coetzee tienen una cualidad que los vuelve necesarios: se encuentran atravesados por reflexiones de la más diversa índole y sirven para pensarnos en este mundo a través de la ficción. Hay en él un interés claro por la alta literatura y por la narrativa clásica. Y, si bien es verdad que en ocasiones se extiende demasiado en los diálogos, hay en su forma de encarar la escritura un firme propósito de hacernos disfrutar mientras vivimos la vida de sus personajes.

«Desgracia» no es la excepción a la regla y mientras nos interesamos por la relación entre David y Melanie, nos zambullimos en una realidad social clave en la historia de Sudáfrica, el período postapartheid, y nos enfrentamos a situaciones cruentas y a razonamientos muy interesantes en torno a la existencia, a la vejez y a la relación que mantenemos con las demás personas y el entorno.

«Desgracia» es una novela fuerte, llena de dolor, de ira y de valentía. Pienso que, además, es una muy buena forma de acercarse a Coetzee, de conocerle y de descubrir su estilo tan llano por momentos y tan sembrado de contradicciones. En definitiva, una narrativa absolutamente viva y vital. Sin duda es un libro que no podía faltar en nuestro desván de los libros perdidos. ¡No dejen de leerlo!



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