Fuentes tradicionales del relato universal

A través de los cuentos, las sociedades han aprendido a transmitir no sólo enseñanzas y valores sino también su historia, incluyendo elementos representativos de la cultura. Pero ¿qué tradición es más antigua? ¿a quién pertenece la autoría de «La bella durmiente»? ¿Es posible que en dos culturas antagónicas surjan las mismas historias? Sobre estas inquietudes reflexiono en este artículo, mientras me entran unas ganas grandotas de volver a leer «Cuentos al amor de la lumbre» de A. R. Almodóvar, uno de los grandes cuentistas (y amante del cuento) de nuestro siglo. Creo que este fin de semana, alguien se va a zambullir en lo mejor de la literatura popular española.

Tradición oral e inconsciente colectivo

El origen de los cuentos es sin duda el inconsciente colectivo, y si nos basamos en esta idea, podríamos entender cómo en culturas residentes en los polos opuestos del planeta hayan surgido imágenes similares, enseñanzas del mismo tipo. Tenemos así interesantísimos cuentos de la literatura persa que estrechan lazos con leyendas populares del pueblo guaraní, por poner dos ejemplos.

Partiendo de esta idea podríamos decir que la autoría de los cuentos tradicionales es de todos y a la vez, de ninguno. Es un elemento común que compartimos interculturalmente, que nos viene dado en herencia a través de la especie; como esos miedos acérrimos de infancia que nunca supimos cómo surgieron pero que se parecían tanto a los que habían tenido nuestros padres y nuestros hermanos mayores de pequeños. La vida es mucho más simple (y compleja) de lo que parece.

Fue Gustav Jung quien le puso nombre, aunque mucho antes que él, la literatura estaba dejando constancia de ese bagaje colectivo a través de historias, teorías narrativas y otro tipo de contenido que puede servirnos hoy para entender lo que el cuento ha significado a lo largo de la historia de la humanidad para explicar lo que nos ocurre, aquello a lo que le tememos, y por qué las sombras se parecen tanto en nuestras diversas psiques.

Pero fue Jung quien habló de inconsciente colectivo, para referirse a esos valores morales y a la simbología que representa nuestros miedos y deseos comunes que se trasmiten de generación en generación. Si bien su teoría tiene sus aristas blandos, en esencia acertó, y pudo clarificar lo que los cuentos representan para nosotros. Por qué desde pequeños sentimos una atracción abvsoluta por la narración e intentamos explicar la realidad a través de esas historias.

Cuento y tradición común

La literatura infantil que consumimos desde pequeños hace pie en la cuentística europea, sin embargo, el bagaje popular y tradicional que respiramos es mucho más amplio. Es más, incluso la tradición europea hace pie en leyendas y simbologías aún más antiguas que el viejo continente. La pregunta que siempre me he hecho es ¿cómo es posible que surjan miedos similares en culturas tan diferentes? Sin duda, la respuesta de que compartimos un bagaje común a nuestra especie es la más acertada y puede servir también para entender por qué hay tantas versiones distintas de una misma «Caperucita roja» o de una «Bella durmiente».

Y en este punto viene bien otra pregunta: ¿qué tienen en común la literatura y la herencia simbólica de nuestra especie? para lo que también cabe una respuesta sencilla, que reside en esa necesidad de explicar mediante la ficción aquello que vemos, o aquello que tememos que suceda. La narrativa oral y más tarde, la literatura, se presentaron como un método precioso para estudiar y contar la vida, ¿por qué negarse a tan perfecta estrategia?

Tenemos en nuestro índice literario los nombres de Charles Perrault, Los Hermanos Grimm, Hans Christian Andersen, a quienes muchos consideran los padres de la literatura tradicional; sin embargo, ellos son sólo los representantes o quienes pusieron en palabra un montón de historias que nos pertenecen a todos, que trascienden las fronteras culturales y que sirven para demostrar que por lejos que hayamos nacido, todos pertenecemos a la misma familia.

En Latinoamérica tenemos también los «Cuentos Populares de Iberoamérica» de Carmen Bravo-Villasante así como un gran número de antologías y ediciones bellísimas de cuentos originarios de las diversas regiones del continente, como la edición pluricultural es la de Antonio Landauro que reúne cuentos de la tradición boliviana y panameña que son «Las Grutas de Illimani» y «Las tres piedras negras» respectivamente, y centenares de textos de la tradición mapuche, guaraní, quechua y caribeña.

Y sin embargo, por la semejanza de la simbología y de las representaciones que hay en todas ellas podríamos decir que todos pertenecen o nacen del mismo punto: esa parte de nosotros que se afirma en lo biológico, que se transmite desde lo cultural pero cuya raíz aún no ha sabido explicar la ciencia aunque la psicología ha podido acercarse un poco.

Sin duda, la narrativa oral y las numerosas similitudes entre la cuentística de los diversos puntos geográficos puede ser un buen punto de partida para entender que los nacionalismos y las marcas raciales no tienen nada que ver con lo que verdaderamente somos y responden a una construcción cultural que puede modificarse, como lo hace el desenlace de un cuento.

Este artículo es hermano de «La tradición oral y la literatura infantil», publicado recientemente en nuestra web y que puedes leer aquí. ¡Que viva el cuento y su diversidad!

Comentarios1

  • Rapsodico

    Qué artículo más chulo, Tes. Me ha encantado leer sobre lo que has titulado "Fuentes tradicionales del relato universal"



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