Instantáneas al filo de la madrugada

Francisco Magaña

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El silencio es el reflejo más puro de la palabra.

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La pregunta es irremplazable. A través de ella se establecen los primeros síntomas de la rebelión –es decir, la incertidumbre. El privilegio de la pregunta es que cada vez que surge, lo hace a la par de la inconformidad. Aplazarla es una decisión inútil. No hacerlo, equivale a sustituir lo irremplazable por el eco de la pregunta.

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El sueño de la veladora es una oración vacilante.

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Cuando el obturador abre sus ojos aparecen los fantasmas que nos han visto caminar la madrugada en el instante del alumbramiento. Esa acción vaticina el pasado. El miedo es algo similar pero no alumbra.

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Si se escribe pensando en la palabra, puede que la lluvia no sea más que un pretexto para acudir a una cita con quién de madrugada.
Si se escribe olvidándola, la escritura no tiene ninguna razón de ser.
Lo mejor es colgar cada una de sus letras en los puntos cardinales de las tumbas de Barra de Panteones.

Sólo as?quiz?puedan justificarse los signos en el papel.

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Caminar el espejo es la conciencia.

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En los ojos del durazno se inventa el color de tu canción.

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En los pies más invierno, alúmbrame con tu palabra de humo a medianoche.

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Alrededor del fuego la memoria revolcándose en el polvo y a veces un árbol de olvido.

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