Francisco Magaña

Francisco Magaña nació en Tabasco en 1961 y es conocido por tratarse de uno de los miembros del grupo fundador de la editorial Ediciones Monte Carmelo. Además se desempeña como traductor de francés, habiendo traído al español a escritores como Cioran, Guillevic y André du Bouchet.
Por otro lado, Francisco es un hombre activo, que se encuentra constante colaborando con proyectos culturales y publica artículos en periódicos como “Tabasco Hoy”, donde tiene una columna en la sección de cultura. Además trabaja como co-traductor, habiendo sido importante su aporte para la traducción de "Reflexiones sobre poesía", del autor Paul Claudel y "Los cuatro estados del sol", escrito por Jean-Marc Desgent.
Como poeta ha publicado numerosas poesías y libros; algunos de los nombres a destacar son "Cuerpo en ausencia", "Penitencia el mar" y "Habitar donde fantasmas". Ha recibido por ella varios premios como el “José Carlos Becerra” de poesía. En nuestra web podrás leer algunas de sus creaciones tales como "Instantáneas al filo de la madrugada" y "Barra de panteones".
Magaña falleció el 18 de octubre de 1885.

Poemas de Francisco Magaña

Seleccionamos del listado de arriba, estos poemas de Francisco Magaña:

El deseo del sueño, 1

Uno puede decir que sí
que la palabra se abandona
cuando la convocamos
con la más ingenua de las intenciones.
Uno puede decir que sí
que es un signo un sonido que toma
su forma desde antes de despertar
y hasta puede uno decir
que el decir es un poder tan nuevo
como el bostezo de un niño a medianoche
y que “decir” es una lámpara
que alumbra sus expectativas.
Pero cuando dos dicen
sabemos que la palabra es impronunciable
a no ser que exista como un mero deseo
en el momento de existir
o a no ser que no exista
como el simple deseo
que quizá a fin de cuentas
sea la palabra.

Quien se acerca al abismo y no lo sabe, 1

Cuando el camino alargaba hasta dónde su aventura, y la nostalgia inventaba una forma más del desasosiego, sólo un deseo repetían los ojos del visitante: “alumbrarme en tu cuerpo como si alguna vez hubiera en él resucitado”.

Barra de panteones, 1

Cuentan que en las madrugadas de Barra de Panteones, las gaviotas picotean los ojos cansados de ver el mar.

Cuentan que entre las palmeras se escuchan voces que nunca escucharemos.

Cuentan que en las manos del enterrador hay una paloma ciega.

Vestíbulo

A Mario Ibarra


Cuando nadie regrese a recordar la voz
de los instantes en el mañana
que encuentra su razón en la penumbra.
Cuando la voz no sea más
que la representación de un instinto
apacentando sus furores en las venas del crepúsculo,
y su eco retumbe
en labios que no han de pronunciarla de nuevo,
ha de volver cantando el aroma de un pájaro
y su largo oficio de oscurecer el horizonte.
Cuando el color sin luz de los recuerdos
invente la vana prolongación de un sentido,
y los rostros sean el río en el abismo,
la aparición del murmullo
sostenido de sus propios desvaríos
y el desconcierto que conjura,
ha de venir ante nosotros el aura apenas de un aliento,
el visitante.

Ubicación

Al norte hay niños que esperan la madrugada para ponerle una raya más al tigre.

Al sur, las nativas bailan descalzas sobre la arena, al mediodía.

Al este, la tarde es un bostezo que se consume a sí mismo.

Al oeste, el amanecer encuentra a los viejos con el libro sagrado entre sus manos.

Al anochecer sólo se escuchan los pasos del visitante.

Manifiesto

Decía que:
en sus ojos el silencio es un pájaro abril de madrugada,
la espera es la abolición del instante.
Decía que:
una palabra es la revelación del signo que jamás alcanzaremos a descifrar,
la escritura es la tinta más endeble de su propia interrogante,
la noche aparece como una mera manifestación de entidades amorfas que se disipan al amanecer, y en ella el recuerdo es una paloma aleteando sus asombros.
Y decía que decir es una palabra muerta.