Llanero (XXI al XXV)

Capítulos XXI al XXV de la novela corta «Llanero», por Teresa Domingo Català.

XXI

Joe estaba mordisqueando una tira de cuero. El perro parecía entusiasmado y el hombre le miraba con cariño. Decidió irse, sin saber que la decisión no estaba, realmente, en sus manos. Enfiló hacia el pueblo, con el propósito de cruzarlo y pasar de largo, pues no le apetecía desandar lo andado y dirigirse otra vez a La Rueda. Llamó a Joe y se dispuso a recoger su mochila. Cuando estuvo listo empezó a andar, sin despedirse de Kara que estaba durmiendo. Joe trotaba alegremente a su lado, siguiéndole como había hecho siempre. Era una mañana de domingo, el cielo estaba despejado, y el sol lucía sin respetar el dolor de nadie.

El vagabundo, en poco rato, alcanzó el centro del pueblo, pasó cerca de la fuente, y allí se detuvo. Nina estaba llenando dos cubos grandes de agua. Buenos días, Nina, dijo el vagabundo, me voy del pueblo. Hace bien, respondió Nina, este pueblo está maldito. Venga conmigo, dijo el hombre, si es tan desgraciada, venga conmigo. Ya verá como fuera de aquí es más feliz. Mi hija ha muerto, dijo Nina. ¿Pero usted no tenía hijos? Sí, tuve una hija, en secreto. Prácticamente nadie sabía que Beth, la última niña a la que mataron, era hija mía y de Nozh. La tuvimos hace ahora ocho años, hubiera cumplido los nueve la próxima primavera. Ni siquiera puedo llorarla, ya que el pueblo piensa que sus padres son otros. Ellos también sufren, ya que la criaron. Yo era feliz sólo con verla algunos momentos, pero ahora sé que está muerta. Enterrada en el campo santo. Asesinada. Quizá sea mejor así, quién lo puede saber. Quisiera preguntarle a ella por qué lo ha hecho, porque estoy convencida de que ha sido Kara. Sólo ella ha podido haberlo hecho. Nadie más.

Ahora Kara duerme, dijo el vagabundo. La he dejado en su casa, durmiendo, añadió. No se vaya del pueblo, dijo Nina, espere a que todo termine. Le daré de comer a escondidas, a escondidas he pasado toda mi vida. Por un poco más, no va a pasar nada. Quédese, vaya a la cueva grande, le diré dónde es. Le llevaré allí la comida, y le contaré qué ha pasado en Llanero. El hombre quedó sorprendido, la ayudo a llevar los cubos, afirmó, en cuanto a lo de quedarme en Llanero. Sí, quédese, no se vaya. No sé porqué, pero no se vaya. A la cueva, váyase a la cueva grande. Espéreme allí.

Fuera como fuere, Nina tocó una fibra sensible del vagabundo. El hombre no tenía prisa por llegar a ningún sitio, y a la vez sentía curiosidad por la cueva grande, y todavía más por los trágicos acontecimientos de aquel pueblo. Asintió, se quedaría en la cueva grande unos días, pero no fueron muchos, como iremos comprobando en este relato de los sucesos de Llanero, que iban a adquirir unos matices casi inconcebibles.

El hombre ayudó a Nina con los cubos, y Nina le mostró el camino de la cueva grande.

XXII

Cuando Nozh terminó la guardia en la Sala del Dolor no se fue a su casa. Enfiló directamente un camino intransitado, aunque últimamente bastante concurrido. Se acercó a casa de Kara, guiado por una premonición. Debía ir allí, le dictaba un presentimiento, era importante ir a casa de Kara, una casa que había conocido mucho mejor de lo que nadie creyera. Porque el momento de develar los secretos había llegado.

XXIII

Nozh huía de casa de Kara como si le estuviera persiguiendo un huracán malévolo e insistente. La luz había entrado en un instante en su cerebro y era tan intensa que lo cegó, dejándole una blancura cegadora. De repente todo era blanco, de repente, unas piezas casaban con otras, y lo que en Nina era sospecha, en Nozh fue pura evidencia, de tal calibre que casi no andaba, corría más bien, a casa de Gaz, el alcalde. Tropezó varias veces, una de ellas se cayó, para levantarse después sin haberse hecho daño, casi sin mirar alrededor. Nozh sabía quién era el asesino.

Llegó a casa de Gaz, pero el alcalde estaba en los campos cultivables. Nozh enfiló el camino, sin tener otro sentimiento que no fuera horror. Y despecho. Y deseo de venganza. Si hubiera estado cien por cien seguro de que no le iba a pasar nada, la habría matado con sus propias manos. Porque las tragedias de su vida giraban en torno a Kara, y aquella malsana alegría con la que se había vengado de la mujer, le había sido devuelta con creces con el sufrimiento atroz de la muerte de su hija.

Cuando por fin llegó a los campos cultivables buscó a Gaz, el terreno de Gaz, y allí encontró al alcalde, sudoroso, cavando la tierra, buscándole un fruto para poder comer. Gaz, gritó Nozh, ya sé quién mató a las niñas. Quién, dijo el alcalde, quién fue y cómo lo sabes. Beth olía a jabón, a jabón del que hace Kara, dijo Nozh, Kara es el asesino, Kara las mató. No puede ser, comentó el alcalde, no puede ser, Kara es mujer. ¿Y qué? Preguntó Nozh, ¿acaso una mujer no puede estrangular a unas niñas pequeñas y mutilarlas después? ¿Por qué razón no puede ser ella? Ha sido ella, sin dudarlo. Convocaremos una asamblea, allí mismo, en su casa, y entre todos le sacaremos la verdad, añadió Gaz, esos crímenes no quedarán impunes. Y por fin sabremos, si ha sido ella, por qué lo hizo.

XXIV

Kara vio cómo la gente, toda aquella gente, se arremolinaba en torno a su casa. Al principio la sorpresa la tenía paralizada. ¿Qué hacía la gente de Llanero frente a su hogar? ¿Por qué había ido a verla Nozh después de tantos años? Y Gaz, qué hacía Gaz, si parecía que estuviera dirigiendo una asamblea. Después, Kara comprendió. Con la comprensión llegó el abatimiento. Era el momento que había esperado toda su vida, desde que su madre era una puta, y ella misma una desclasada. Desde el momento que su condición de paria la había conducido a los límites del pueblo. Pero ahora había un cambio, ahora las gentes de Llanero tenían una razón verdadera para querer lincharla, si es que eso querían en realidad. Pero Kara se prometió a sí misma que no lo lograrían, todavía no sabía cómo.

Gaz se adelantó frente a la multitud e impuso silencio. Las niñas habían abandonado la Sala del Dolor y, como el resto de Llanero, estaban delante de la casa de la mujer. Sólo se oía el trino de los pájaros, y ésta era una música ominosa, como si predijera la tragedia que iba a desencadenarse al lado de la casa de Kara.

Gaz convocó a la mujer, que salió. Allí estaban todos, los padres de las niñas muertas en posición privilegiada. Gaz empezó a hablar. Dicen algunos que tú has matado a las niñas. Yo no he sido, mintió Kara, y parecía que decía la verdad. ¿Quién afirma que he sido yo? Dijo la mujer. Yo, se adelantó Nozh. Lo digo yo. ¿Por qué? Preguntó Kara. Porque Beth olía a tu jabón. Es una prueba bastante tonta, respondió la mujer. Mi jabón está repartido por todas las casas del pueblo. ¿Y qué si la niña olía a jabón? Eso no quiere decir nada. ¿Y quién las pudo matar, sino tú? Dijo Nozh. También pudiste haberlas matado tú, respondió Kara. No sería la primera vez.

La multitud empezó a murmurar. ¿Qué quería decir Kara? ¿Nozh había matado a alguien, con anterioridad?

Nozh palideció porque comprendió que había cometido un error, cegado por el sufrimiento de la muerte de Beth. Kara no tenía nada que perder, salvo su vida. E iba a defenderla, y si tenía que revelar secretos escabrosos lo haría. El pasado, nuevamente, iba a golpearle en la cara, delante de la gente de Llanero, porque aquella mujer hablaría y él, Nozh, quedaría hundido para siempre.

XXV

Nina llegó a la cueva grande. El vagabundo estaba dentro, adormilado. La mujer vestía como siempre, pero llevaba una bolsa que no sólo contenía la comida para el hombre. Nina había recogido sus enseres. Abandonaba Llanero.

El hombre despertó, quizás intuyendo la presencia de la mujer. Vamos hombre, levántese, que nos vamos, dijo Nina. ¿Qué ha pasado? Preguntó el hombre, que buscó a Joe con la mirada, acostumbrada a la oscuridad. Nozh ha muerto, dijo Nina. Le han matado. Quiero irme de este pueblo. Me voy con usted. El hombre quedó asombrado, tanto, que no preguntó nada, esperando que la mujer le relatara los hechos.

Kara lo ha vuelto a conseguir, añadió la mujer. Ha hecho que Nozh parezca un hombre depravado. Quizá lo fuera, añadió la mujer con un gran pesar.

Hoy he descubierto que Nozh tuvo relaciones con Kara, que Nozh mató a tres muchachos de La Rueda, y luego lo he visto colgado del cerezo. Y he sentido la satisfacción de Kara, el placer de Kara, que seguirá en este pueblo fabricando jabón.

Pero ¿qué ha pasado? Preguntó el vagabundo.

Hace muchos años, explicó Nina, después de lo que nos pasó a Nozh y a mí, Nozh, cegado por el odio, obligó a Kara a tener relaciones sexuales con él. Kara le odiaba, eso a él le complacía. La amenazó con dañar a su familia, que todavía vivía. Y cuando Kara bajó a los campos cultivables de La Rueda, y conoció a unos muchachos, para desafiar a Nozh, éste los mató. Y si mató a aquellos chicos, también pudo matar a las niñas, dijo Kara, y la gente la escuchó.

El pueblo no esperó más, prosiguió Nina, lincharon a Nozh y le colgaron del cerezo. Ella ha triunfado, vayámonos de Llanero.

El hombre se puso de pie, azorado, anonadado, y se preguntó por qué los sucesos del pueblo eran tan trágicos y se dijo que aquella forma de vivir no podía ser buena.

Nina y el vagabundo enfilaron por una vertiente de la ladera, una vertiente que llevaba a lo desconocido, dejando atrás la furia y el horror de unas gentes que sólo conocían el dolor y el odio.

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Comentarios7

  • FERNANDO PONCE URQUIZA

    La Obra me ha impresionado, personalmente creo que tiene una narrativa descriptiva sencilla, pero a la vez cautivadora, espero leer mas sobre Teresa DOMINGO CATALA

  • Teresa Domingo

    Muchas gracias, Fernando.

  • Ana Zavala

    Una excelente obra, felicidades, ojala una editora se animara a publicarla, pues realmente merece salir al mercado.

    Espero sigan publicando novelas como esta......... pues son obras unicas que muy pocos tienen la dicha de disfrutar.

  • Teresa Domingo

    Muchas gracias, Ana.

  • YULY CACERES

    UNA EXELENTE OBRA NARRA MUY BIEN CADA ACONTECIMIENTO Y CREA UN INTERES CONSTANTE EN EL LECTOR

  • tirsa

    muy bueno ojala esto estuviera en libros y q llegara a bolivia porq es un relato muy conmovedor quisiera obtener mas informacion sobre esto y seguir leyendo mas sobre las obras de Teresa Domingo Catala.

  • Adán Vega

    La novela esta muy buena; pero si se le adorna mejor, podrian ser no XXV capitulos sino más. en especial el final, creo que da para mas. De todos modos le deseo muchos exitos. creo que tiene un gran futuro como escritora.
    mis sinceras delicitaciones.



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