Si bien William Shakespeare murió el 23 de abril de 1616, el paso del tiempo no logró que el nombre de este talentoso dramaturgo y poeta inglés quedara en el olvido, como sucede tras la partida de muchos otros escritores. Su obra es valorada en todos los rincones del mundo y su apellido, sinónimo de genialidad literaria.
Pese a esta trascendencia que no conoce fronteras ni límites temporales, hay que decir que sus restos no parecen tener la misma suerte que sus creaciones dramáticas, muchas de las cuales continúan vigentes hasta el día de hoy.
Según los datos de la agencia Ansa reproducidos por el diario La Nación, la iglesia Holy Trinity de Stratford-upon-Avon, lugar donde está enterrado el dramaturgo, está deteriorada y muchos de sus ventanales podrían derrumbarse.
Martin Gorick, el reverendo que está a cargo de este templo situado al noroeste de Londres, confió a la fuente que, de no resolverse el problema de las ventanas, «en pocos años habrá que cerrar la iglesia por razones de seguridad».
Por supuesto, la preocupación del religioso no alcanza para solucionar este problema que afecta a un histórico sitio que fue construído en 1210 y que, en la actualidad, recibe a cerca de 250 mil visitantes por año. Lo que se necesita, además de la voluntad, es dinero y, según trascendió, esa cifra rondaría los 3,6 millones de dólares. Si bien es un monto importante, Gorick aseguró que, desde la iglesia, ya se han iniciado las conversaciones «para que el gobierno se haga cargo de los costos».
Habrá que aguardar entonces el resultado de dicha negociación pero, de todas formas, lo único que seguramente tienen en claro todos los involucrados en esta cuestión es que el templo debe ser reparado y mantenido en buenas condiciones: la leyenda colocada sobre la tumba de Shakespeare, «maldecido aquel que mueva mis huesos», aún parece inspirar terror en los encargados de proteger los restos del dramaturgo inglés.