El viernes pasado, una falla multi-orgánica provocó que la vida del escritor Adrian Păunescu, uno de los poetas más famosos de Rumania que sumó popularidad al organizar e impulsar el «Cenaclul Flacara» (un exitoso espectáculo itinerante en el cual él solía recitar algunas poesías), llegara a su fin.
Apenas conocida la noticia de su muerte (hecho que tuvo lugar en el Hospital Floreasca, institución en la cual este autor a quien muchos consideraban como un gran disidente por su relación ambigua con el régimen comunista se encontraba internado desde hacía algunos días), las autoridades del país que lo vio crecer y triunfar en el mundo de las letras se declararon en estado de luto y numerosas personas se movilizaron para expresar de forma pública su dolor por la pérdida de esta controvertida figura que, además de dedicarse al ámbito literario, supo mostrar a lo largo de su trayectoria un fuerte compromiso político.
Aunque en algún momento Păunescu elaboró odas para el dictador comunista Nicolae Ceausescu (labor por la cual ganó fama como «el poeta de la Corte»), sus versos eran apreciados a nivel internacional y sus contribuciones culturales, muy valoradas por el pueblo rumano.
Aún conmocionado por la desaparición física de su amigo y colega, el escritor, periodista y funcionario Corneliu Vadim Tudor aseguró ante la prensa que «Dios amaba tanto al pueblo rumano que le dio a este apasionado hombre que nació para la poesía que fluía de su mente brillante».
Al igual que él, miles de personas se congregaron en las inmediaciones del cementerio Bellu (sitio ubicado en el sur de Bucarest donde también descansa el poeta Mihai Eminescu) para darle el último adiós a este destacado exponente de la literatura cuyos restos fueron despedidos con honores militares y numerosas flores y velas que acercaron quienes lo admiraban.
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