Las rutinas de escritura más singulares de autores reconocidos (I)

Aunque escribir es un arte que se sustenta en la fluidez mental y en la imaginación así como en la inspiración, cada autor tiene sus propios hábitos a la hora de poder realizar sus obras. Y es que en esos encuentran también la capacidad para escribir al ritmo que desean.

En este caso, no hay una tónica general al respecto, cada pluma establece sus rutinas de escritura y, a continuación, te vamos a dar a conocer algunas de las más singulares y que pertenecen a autores reconocidos:

  • Uno de los grandes escritores del siglo XX es Truman Capote, autor de A sangre fría (1959). Este tenía ciertas manías a la hora de escribir. Así, se sabe que le gustaba hacerlo en la cama y que se pasaba cuatro horas diarias trabajando. Es más, también se tiene la certeza de que siempre realizaba dos copias a mano, concretamente con lápiz, de cualquier texto y que hasta que no estaba perfecto no lo pasaba a máquina.

  • Isabel Allende, autora de obras tales como La casa de los espíritus (1982) o Inés del alma mía (2002), ha encontrado en los últimos años de su carrera un lugar perfecto para escribir y encontrar la inspiración. Nos estamos refiriendo a su casa en Sausalito, California.

  • La española Carmen Martín Gaite, que nos legó libros como La reina de las nieves (1994) o Entre visillos (1957), se habituó a escribir el final de sus obras en un lugar muy concreto. ¿Dónde? En una habitación de un relevante hotel de Madrid.

  • James Joyce, el autor de Ulises (1922), tenía una rutina muy clara para escribir: lo hacía siempre por las tardes porque era cuando consideraba que estaba más inspirado y cuando su mente estaba mucho más clara.

  • El escritor F. Scott Fitzgerald, responsable de novelas tales como El gran Gatsby (1925), solía escribir bien entrada la noche e incluso, al parecer, encontraba en la ginebra a una gran aliada a la hora de inspirar y conseguir la fluidez necesaria para plasmar en un papel sus ideas.

  • Gabriel García Márquez, autor de obras tales como Cien años de soledad (1967) o Crónica de una muerte anunciada (1981), era un verdadero apasionado de las flores amarillas. Por eso, en su mesa de trabajo siempre tenía que haber algunas.

  • El escritor estadounidense Philip Roth, responsable de libros como Pastoral americana (1997) o Me casé con un comunista (1998), a partir de 1972 escribía sus trabajos en una cabaña de invitados que existía dentro de la casa del siglo XVIII que se había comprado en Connecticut.

  • George R.R. Martin, autor de la saga Canción de hielo y fuego que ha inspirado a la serie Juego de tronos, es muy temeroso de que hackers puedan hacerse con su trabajo. Por ese motivo, escribe en un ordenador que no cuenta con conexión a Internet. En concreto, para redactar utiliza un procesador de textos basado en el sistema operativo DOS.

En un próximo artículo, más singularidades en cuanto a manías y rutinas de escritura de autores relevantes.



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