La Real Academia Española define a la sátira como una composición poética o discurso que tiene el objetivo de censurar con mordacidad o poner en ridículo a alguien o algo. Por lo tanto, hablar de poesía satírica es referirse a un tipo de creación literaria donde se destacan dos grandes componentes: la crítica y el humor.
El poeta, por lo tanto, acude a esta modalidad cuando desea burlarse y pretende mostrar su inconformismo con la realidad. La poesía satírica, por supuesto, ha ido mutando con la historia. De esta forma, tuvo como eje original de sus versos a los estamentos o grupos sociales (los políticos, la corte) y luego a las profesiones (médicos, sastres, incluso otros escritores). En el renacentismo, surgió una corriente satírica contra los ideales del heroísmo y la exaltación del amor. Hay que destacar que, a grandes rasgos, la sátira puede alcanzar cualquier aspecto o dimensión de la vida.
Un ejemplo de un autor que se dedicó a la poesía satírica es Baltasar del Alcázar (1530–1606). En su poema «Tres cosas», puede leerse: «Tres cosas me tienen preso / de amores el corazón, / la bella Inés, el jamón / y berenjenas con queso».
Miguel de Cervantes (1547–1616) es otro exponente de los textos satíricos. Podemos leer su poema «Al túmulo del Rey Felipe II en Sevilla», con versos como «¡Voto a Dios que me espanta esta grandeza / y que diera un doblón por describilla! / Porque ¿a quién no sorprende y maravilla / esta máquina insigne, esta riqueza?».
Francisco de Quevedo (1580–1645), por su parte, ha sido un extraordinario cultor de la poesía satírica. «A un hombre de gran nariz» («Érase un hombre a una nariz pegado / Érase una nariz superlativa / Érase una alquitara medio viva / Érase un peje espada mal barbado»), «Casamiento ridículo» y «Letrilla satírica» son algunos de sus mejores poemas.
Por último, no podemos dejar de mencionar a Lope de Vega (1562–1635) y a Luis de Góngora (1561–1627) como otros poetas que han dedicado varias hojas a la sátira.