Pepe Fernández y la literatura

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Pepe Fernández y la literatura

Hace unas semanas les estaba recomendado «La hermana menor» una maravillosa biografía de Silvina Ocampo compuesta por la también maravillosa, Mariana Enriquez. Hoy voy a retomar esa época de la historia argentina, más precisamente de su literatura, para escribir sobre un personaje ineludible, Pepe Fernández.

El hombre de la sonrisa

En la figura de Fernández confluyen otros nombres imprescindibles del mundo literario: Borges, Calvino, Barthes, Ocampo. Alguien lo definió como un espejo mágico, y creo que esa puede ser la mejor forma de dibujar su imagen y su importancia en el panorama cultural.

Su habilidad para retratar a otros y esa sonrisa invadida de inocencia son sin duda sus mayores símbolos; con esas simples armas conquistó el corazón de sus amigos y de todos aquellos que tuvieron el gusto de conocerle.

Si bien Pepe se hizo mayormente conocido por su habilidad para tomar fotos maravillosas que parecen no envejecer, antes de decidirse por este arte estuvo dedicado a la música. Tal es así que estudió piano durante muchos años; siendo su profesor el padre del conocido pianista y director de orquesta Daniel Barenboim.

Cuando se mudó a París su intención era dedicarse exclusivamente a este arte: dar conciertos, ofrecer clases, y realizar cualquier trabajo que pudiera vincularlo con este mundo. Sin embargo, lo que encontró fue algo muy diferente; pasó hambre, tuvo que pedir dinero y no consiguió convertirse en el pianista que soñaba.

Pero nunca las cosas pasan adrede; si sonreímos, a lo mejor somos capaces de ver una luz en medio de la oscuridad. La de Pepe fue la del flash; y, gracias a haber descubierto esta otra fascinación, es que hoy podemos recordarlo, al observar las instantáneas de esos grandes personajes de la literatura argentina. Sí, es un espejo mágico ¡qué duda cabe!

En una carta, Silvina Ocampo le escribe a Fernández pidiéndole que regrese a Buenos Aires porque sólo con él puede reírse como es debido. Pepe Fernández vivía a esta altura en París, donde permaneció hasta su deceso. Lo conocemos por muchas fotografías y por haber ejercido de anfitrión para muchos artistas argentinos que viajaban a París. Pero ¿quién fue realmente?

Pepe Fernández y la literatura

Del piano a la cámara de fotos

Pepe nació en 1928 en Flores: hijo de un corrector de crítica (Higinio Fernández) y de una maestra de escuela (María Antonia Enriori). En ese círculo surgió la afición de Pepe por la cultura y en particular por la música: soñaba con ser concertista de piano. Esta fascinación fue alimentada por sus constantes visitas al Teatro Colón. No obstante, después de muchos intentos de vivir de la música, quedó enamorado de la fotografía y terminó abandonando sus deseos de ser un pianista profesional.

Pepe Fernández fue fotógrafo, periodista y pianista y ofreció una puerta de entrada para el arte argentino en Europa durante los años 70 (principalmente) y en adelante. En 2006 falleció en la ciudad de las luces donde residía desde hacía mucho tiempo.

Antes de fallecer, Pepe le entregó a su sobrina (hija de su única hermana, Nela) una colección abundante de negativos y fotografías inéditas: un verdadero tesoro de una época dorada de la cultura argentina. Dicha herencia también incluía cartas, recortes y sus propios diarios.

Pepe Fernández y la literatura

Recientemente tuvo lugar en la Villa Ocampo una muestra en la que se exhibió este tesoro que deja en evidencia el extenso y dedicado trabajo de Pepe Fernández.

Entre los muchos artistas que fueron fotografiados por el ojo detallista de Pepe Fernández se encuentran Jorge Luis Borges, Adolfo Bioy Casares, Antonio Berni, Italo Calvino, Roland Barthes, Julio Cortázar, Silvina Ocampo, María Elena Walsh, entre muchísimos otros. Además con muchos de ellos mantuvo frontales y largas amistades, enriquecidas por tardes de tertulia, más fotografías y cientos de cartas y libros que él mismo escribió para referirse a esas voces o manos que consideraba ineludibles de una época.

A Pepe la vida le gustaba, eso es lo que siempre dijeron sus amigos. Así que en estos tiempos difíciles vale la pena recordarlo. Y, pienso, una buena forma de hacerlo es cerrando este artículo con la forma en la que Tomás Eloy Martínez lo describía.

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