Hablando sobre Hemingway y su obra

Ayer, 21 de Julio, se cumplieron los 112 años del nacimiento de Ernest Hemingway, un escritor y periodista estadounidense que se dedicó a las crónicas de guerra y a escribir novelas y relatos cortos. Es considerado uno de los novelistas más destacados del siglo XX y en 1954 recibió el Premio Nobel de Literatura. Entre sus obras más destacadas se encuentran «El viejo y el mar», «Fiesta», «Adiós a las armas» y «Por quien doblan las campanas«.

Hemingway, el cronista

Hemingway se caracterizó por tener una visión muy amplia de la realidad y por escribir crudamente acerca de ella; muchos aseguran que sus crónicas de la guerra, son inigualables y que nadie como él podría haber pintado mejor ese escenario trágico y oscuro.

Su primer acercamiento a la guerra, lo vivió en la Primera Guerra Mundial a la que intentó acudir como soldado, pero al ser rechazado en el cuerpo por un problema de vista, consiguió unirse a sus compatriotas conduciendo una de las ambulancias de la Cruz Roja. De esta experiencia surgieron obras y relatos muy importantes, que lo ubican entre uno de los escritores más renombrados de la época.

Hemingway es recordado por sus completas crónicas, sin embargo su deseo de niño era ser un escritor de ficción y por eso, pese a que se ganó la vida siendo periodista, consiguió dejar un espacio de su existencia para contar historias; y menos mal que lo hizo, pues más allá de que sus artículos periodísticos fueron fantásticos, su obra literaria no lo fue menos.

Entre sus crónicas se destaca «Los choferes de Madrid», donde detalla los 19 días de bombardeo que estuvo cubriendo como corresponsal del American Paper Alliance, durante la Guerra Civil española, justamente se destaca esta crónica de las otras por su estilo vivo, donde mezcla suspicacia con humor negro y una mirada siempre detallista sobre lo acontecido durante la guerra. Mostrando a los protagonistas como seres comunes, que sufren y tienen un pasado, una vida que va más allá de ganar o no la guerra.

La obra de Hemingway

Según lo expresa el propio autor, quería escribir como Cézanne pintaba, que empezaba su obra sin nada, descomponiéndolo todo y comenzando a construir a partir de la nada. De este pintor aprendió la mayor enseñanza que empleó a la hora de sentarse a escribir,  que no bastaba con encontrar buenas frases para que fueran verdaderas, se trataba de llegar a un punto mucho más profundo, ellas no eran suficientes para darle a sus relatos las dimensiones que él quería darles, había que ir más allá de eso, hablar de lo que no se escribía.

Hemingway estaba convencido de que lo que se deja fuera es mucho más importante que lo que se incluye en la obra. Basándonos en su fascinación por Cézanne, podemos decir que así como cada pincelada puede decir mucho más de lo que a simple vista se ve, transmitir una emoción y un sentido abstracto; lo mismo ocurre con la escritura: es necesario escribir desde lo ínfimo, sin nombrarlo todo, dejando que lo más importante se revele solo.

Según él, esto se podía conseguir escribiendo frases que a primera vista fueran bien simples, pero que estuvieran cargadas de un vigor y un sentido únicos, transmitiendo una emoción que captara al lector, más allá de las palabras utilizadas. Decía que esa emoción, vivía en en el espacio que existía entre una y otra palabra de la frase y en los finales sorpresivos.

 

 

«Pero París era una ciudad muy antigua y nosotros éramos jóvenes y nada era fácil, ni siquiera la pobreza, ni el dinero repentino, ni la luz de la luna, ni el bien y el mal, ni la respiración de la persona que yacía junto a ti bajo la luna».

A simple vista parece una frase que no dice demasiado, que habla de opuestos sin dejar en claro casi nada; sin embargo, está escrita de una forma tal que hace que esa ambigüedad le de un sentido indiscutible a la prosa.

Dicho así puede sonar raro y hasta incomprensible, pero si nos ponemos a pensar un poco en esta idea de Hemingway, podemos llegar a la conclusión de que para él la importancia de lo narrado estaba en el ritmo conseguido y no en las palabras. Aquellos que se dedican a escribir ficción, saben que una de las cosas que más atormentan a los escritores es encontrar el ritmo adecuado para que la historia no aburra y diga más de lo que las simples palabras dicen, Hemingway no sólo pensaba así sino que podía conseguir llevar a cabo ese razonamiento a través de sus obras, y es principalmente por eso que será recordado como un gran novelista.

 

Un final indeseable

La vida de Hemingway estuvo surcada por la presencia de la depresión. Pese a que por momentos supo demostrar una cierta estabilidad, debió luchar contra ella durante muchos años.

El 2 de julio de 1961, Ernest Hemingway se quitó la vida de un balazo, posiblemente por no poder enfrentarse el hecho de que padecía Alzheimer, enfermedad que le habían descubierto recientemente.

Algunos afirman que su presencia como corresponsal durante las guerras sin duda le jugó muy en contra y acentúo su enfermedad mental, puede o no ser así, imagino que el ver tantas muertes, el tener que incluso matar puede haber influido de manera negativa en su estabilidad emocional… sin embargo, es gracias a esas experiencias que posiblemente escribió como lo hizo, y por lo que será recordado. Después de todo ¿qué ser humano está al margen de sufrir algún tipo de descompensación en su equilibrio emocional?



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