Escritores noctámbulos

Escritores noctámbulos

En una reciente entrevista que le hicimos a Eloy Tizón nos contó que le gusta escribir por las mañanas. El silencio de las primeras horas, la casa toda para él, el café, los libros, la escritura.

Una de las cosas más importantes a aprender cuando te dedicas a las letras es conocer cuál es el momento del día en el que te sientes más inspirado para la lectura y la escritura. En mí ese momento no es durante las primeras horas ni las últimas del día sino el atardecer: la huida del sol por alguna razón genera en mí esa pizca de melancolía que me obliga a sentarme a trabajar.

He pensado que sería interesante indagar sobre qué autores prefieren la noche para llevar a cabo esta dedicada labor y cuáles son más productivos en las horas de luz. Hoy comenzamos con los apasionados de la noche, los escritores noctámbulos. Espero que les guste esta brevísima recopilación de placeres literarios.

Johnson, Sand, Kafka y Schiller

A Samuel Johnson la noche le encantaba. No sólo la aprovechaba para escribir. Solía salir de fiesta hasta altas horas de la madrugada y al regresar a su casa se dedicaba a escribir. Como vivía en pleno siglo XVIII no había máquina de escribir ni tampoco existía la electricidad, así que a la luz de una vela, Johnson se sentaba a escribir a mano.

George Sand era una autora que también adoraba la noche. Según se cuenta tenía una clara e irrevocable rutina de trabajo que tenía lugar por las noches. Se dice también que podía pasarse tantas horas escribiendo, que sus amantes, hartos de esperarla en la cama caían rendidos por el sueño y así los encontraba George cuando iba a acostarse.

También Franz Kafka sentía predilección por el trabajo nocturno. En su caso, la elección de este horario estaba relacionado con que durante el día tenía un trabajo formal en una compañía de seguros. Su verdadera libertad comenzaba cuando llegaba a su casa del trabajo (aburrido, según lo manifestó en varias ocasiones) y se sentaba frente al escritorio a componer sus fascinantes y tenebrosas obras. ¡Esta sí que era una muestra de pasión y entrega por las palabras!

A Friedrich Schiller la noche lo motivaba a sentarse a escribir; pero no era la único. Se dice que necesitaba tener una caja con manzanas en mal estado porque el olor a podrido también despertaba en él la necesidad de escribir. Sus extravagancias se completaban con la necesidad insoslayable de beber café o vino y de fumar mientras se dejaba llevar por la escritura.

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Wolfe, Proust, Rice y Morrison

Otro escritor noctámbulo fue Thomas Wolfe, sin duda una de las voces más importantes de la nueva literatura estadounidense. Según contó él mismo en varias ocasiones, se sentaba a escribir a la media noche acompañado de sus infaltables dosis de café y té que le ayudaban a mantenerse despierto. Adempas, tenía una extraña forma de escribir: se quedaba de pie utilizando de escritorio la parte de arriba de la nevera, porque era un hombre muy alto.

La noche y Marcel Proust eran inseparables desde que él era pequeño: sufría de nictofobia y aprendió a combatirla con su pasión por las letras. A Proust le gustaba escribir de noche y contemplar las primeras luces del alba, esa hora santa en la que la vida parecía maravillosa. Escribía en una habitación con paredes de corcho, construida especialmente para que nadie pudiera romper la quietud y la armonía de su momento de trabajo literario.

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La autora de «Entrevista con el vampiro», Anne Rice, también decía que prefería escribir por las noches; y, aunque no tenía una rutina estable de trabajo, siempre que se sentaba a escribir era durante estas horas. Decía que por las noches solía concentrarse mejor porque nadie la llamaba ni podían importunarla los ruidos provenientes del exterior.

Otra autora de costumbres noctámbulas era Toni Morrison. Como era madre, durante el día debía dedicarse a sus dos hijos y, a la vez, trabajar fuera de casa; por eso, cuando llegaban las noches se abandonaba pacientemente a la bella tarea de escribir. Esto cambió cuando sus hijos fueron grandes y ya no necesitó un trabajo fuera del quehacer literario: entonces comenzó a trabajar mayoritariamente de día y dedicaba la noche para dormir.

La noche con su silencio y su opacidad parece ofrecer el ambiente propicio para que muchos literatos dejen volar su imaginación y se predispongan a entrar en ese universo en el que todo puede ser posible, y a la vez no. ¿Y ustedes qué hora del día prefieren para escribir?

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Comentarios1

  • Rapsodico

    Me gusta leer sobre los hábitos de los escritores. Conocer cuáles fueron sus manías y costumbres. Bonita idea, Tes. Un abrazo.



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