Elvira Orphée en «Entrevistas para el Recuerdo»

Hoy les traigo otra entrega de nuestra Entrevistas para el Recuerdo.

En esta ocasión la protagonista es la escritora argentina Elvira Orphée, una figura fundamental de la narrativa latinoamericana. Para la realización de esta nota me he basado en una maravillosa entrevista que le hizo Leopoldo Brizuela en el año 2009, y que se publicó en el Diario La Nación, que pueden leer completa aquí.

Nacida en San Miguel de Tucumán (Argentina) el 29 de mayo de 1930, Elvira Orphée se caracterizó por ofrecer una obra compleja, sentida y con inquietudes sociales que la convirtieron en poco tiempo en una de las autoras más importantes de su generación. Aunque era una apasionada de la poesía sólo publicó narrativa, aunque al leerla podemos descubrir sus inclinaciones literarias, ya que se evidencian constantemente sus intentos líricos. Recientemente la editorial Bajo de Luna ha reeditado «Aire tan dulce», una de sus obras más importantes, la cual puede servirnos para comprender la pulsión de su literatura.

Entre los datos a resaltar de la obra de Elvira cabe mencionar el uso de un lenguaje propio del noroeste argentino de donde era oriunda. Asimismo las problemáticas del pueblo de aquella región se presentan en su obra, tales como la violencia de clase, las enfermedades y la demencia que acosa a los personajes con cierta asiduidad.

«Dos veranos» fue una de sus novelas más alabadas, por escritores tanto argentinos como extranjeros, entre quienes se encontró la fabulosa Rosa Chacel. Clarice Lispector, Juan Rulfo y Felisberto Hernández eran algunos de sus autores favoritos.

«Aire tan dulce», «La penúltima conquista del Ángel» y «En el fondo» son sin embargo sus libros más potentes, donde la autora se anima con un tema tan delicado como es la represión y la tortura, presentes también en algunos de sus cuentos. Su escritura, que nace de lo más profundo, nos permite atisbar a una autora llena de sensibilidad y también de heridas, que ha sabido encontrar en el lenguaje la forma de canalizar las situaciones dolorosas. Ternura, dolor, ira y humor se dan cita en su obra y nos permiten descubrir historias impregnadas con variados matices que hablan sobre la dificultad que hallamos en sobrevivir.

Pero para llegar a convertirse en esa autora ineludible habría de pasar por situaciones difíciles: una infancia enfermiza, una adolescencia en un colegio de monjas donde la libertad no era precisamente una alternativa. Fue precisamente en esa institución donde conoció a Leda Valladares, con quien hizo buenas migas enseguida.

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La curiosidad, dice Elvira, es lo que la mantiene con vida. A través de ella descubrió la escritura, y fue ella la que fue guiándola de la mano para hacer de sus imágenes oníricas y de su imaginación verdaderos instrumentos creativos que derivaran en historias únicas, impactantes y absolutamente auténticas, narraciones que han enriquecido notoriamente el arquetipo literario de las letras argentinas.

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El desarraigo, presente también en su obra, es otra de las experiencias vitales que debió enfrentar Elvira, de Tucumán a Buenos Aires, y de ahí a Europa, donde vivió durante muchos años. La vida para alguien como ella no podía concentrarse en las calles reconocidas de una misma ciudad, necesitaba volar, perderse, saber de qué estaba hecha la frontera. Y así lo hizo. Y también lo contó.

En lo que respecta a su oficio. Elvira nunca fue metódica, se dejó llevar por el deseo, la pulsión de narrar. Y cada vez que le atenazaba la necesidad de escribir, lo hacía con el material que tuviera a mano, con tal de no perder esas ideas que se aparecían como chispas en sus manos.

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Y a pesar del desarraigo. Pese a creer que se había olvidado de Tucumán, a ella volvían olores y odios, que son las dos cosas que no había podido dejar atrás. Así, su escritura está bañada de esos dos elementos, con una sinceridad y una belleza paradójicas. Sin duda es una autora que no deberían dejar de leer.

 

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