Jorge Robledo Ortiz

Jorge Robledo Ortiz fue un poeta de origen colombiano, nacido el 30 de septiembre del año 1917 en Antioquia y fallecido en Medellín el 22 de agosto de 1990. Curiosamente, su primer paso por la universidad tuvo como objetivo la carrera de Ingeniería, que poco parece tener en común con la lírica; sin embargo, al tiempo cambió de parecer y se decantó por la facultad de Letras. Paralelamente a la literatura, incursionó en la diplomacia y también trabajó como periodista; ambas ocupaciones le permitieron viajar por distintas partes del mundo.
Ortiz fue uno de esos artistas muy respetados en su tierra, a pesar de haber viajado y obtenido fama a nivel internacional, probablemente debido a la cercanía de sus versos, que no sacrificaban profundidad en pos de sencillez, pero tampoco presentaban un exceso de adornos que impidieran su comprensión por parte de una persona sin formación académica. El Premio Esmeralda y La Estrella de Antioquia son sólo dos muestras del gran reconocimiento que recibió durante su carrera, tanto en su país como en el exterior.
Entre sus poemarios publicados, destacan los títulos "Dinastía", "Con agua del tinajero" y "Cuento de mar y otros poemas". A continuación, contamos con diversos poemas de su autoría, tales como "¡Qué horrible es el olvido!" y "Romance de las chapoleras".

Poemas de Jorge Robledo Ortiz

Seleccionamos del listado de arriba, estos poemas de Jorge Robledo Ortiz:

Gracias a Dios

Te recuerdo, pequeña, con un amor tan puro
Tan simple, tan sencillo, tan cerca al corazón,
Que estando en esa espina clavado mi futuro
¡Le doy gracias a Dios!

No he podido olvidarte. 0 tal vez, no he querido
¿Para qué iba a olvidarte si tú fuiste el amor?
No me culpes, pequeña, por el no hallar el olvido
¡Le doy gracias a Dios!

Tu recuerdo me duele. Pero es casi alegría
Cuando sangra en el tallo de mi vieja canción
Y por esta nostalgia que es tan bella y tan mía
¡Le doy gracias a Dios!

No me quejo de nada. No reprocho al destino
Que me hubiera quitado mi rayito de sol
Si a pesar de quererte seguí solo el camino
¡Le doy gracias a Dios!

Qué horrible es el olvido

¡Qué horrible es el olvido!
Ver la mujer amada
Y no sentir que el alma
Se curva de dolor.
Cuando cerca a su nombre
No nos punza la espina,
Ya no vale la pena
Nuestra estéril canción.

¡Qué horrible es el olvido!
Saber que la quisimos
Y que sigue en la sangre
Sin producir dolor.
Cuando nos resignamos
A vivir con su ausencia,
Es porque ha envejecido
Por dentro el corazón.

Y entonces, ya la vida
No vale una canción.

Vuelven los caballos

Vuelven los caballos
Ágiles,
Elásticos,
Piafantes,
Resueltos,
Las ancas lustrosas,
Los ojos eléctricos,
Los nervios tensados como cuerdas de arco,
Las crines al viento
Y la historia patria montada,
Tatuada,
Estereotipada sobre todos ellos.

Vuelven los caballos remascando el freno,
Arrollando fechas,
Saltando recuerdos,
Repicando nombres de conquistadores,
De héroes,

De clérigos,
De altivos virreyes,
De descamisados,
Y de comuneros.

Vuelven los caballos de relincho hispano,
Inmenso,
Ecuménico,

Los que le arrancaron chispas al camino
Porque iban herrados con cuatro relámpagos,
Los caballos negros,
Los caballos pintos,
Los caballos bayos,
Los que se bebieron la savia de América
En el verso indio de Santos Chocano.

Vuelven los caballos
En tropel de cascos lo mismo que antaño:
Caballos de silla,
Caballos de carga,
Caballos de espanto,
Caballos que vienen de un viejo trapiche,
De un himno metálico.
Caballos de carne,
Caballos de bronce,
Caballos de mármol.

Vuelven los caballos
Bañados en luna,
Bañados en pólvora
Y en ecos lejanos.
Vuelven los caballos,
¡Y toda Colombia siente que hay tambores,
Historia y Laureles
En sus cuatro cascos!

El carriel

Este carriel de nutria, señoras y señores,
Fue antaño la bandera de un colonizador,
Tal vez un Juan sin Cielo hundido en los blasones
De algún tatarabuelo del imperio español.

No sé qué guarda dentro: quizás diez arreboles
Recogidos en viajes de Quimbaya a Sonsón;
Una mazorca de oro, tres ríos leñadores
Y un tiple que ha tenido descalzo el corazón.

Si esculcáis sus 'secretas' sentiréis escondida
Bajo la piel de nutria la savia de la vida
Y el Himno de Epifanio con su camisa al sol.

En carrieles como éste cupo sin 'estrechuras'
El mapa de Colombia tatuado de herraduras
Y una fonda en la trocha que conduce hacia Dios.

Extravagancias

Sin el visto bueno de León de Greiff


Novia del mar:
Te cambio seis veleros
Por las seis letras de tu juventud.
Por tus abiertos Ojos marineros
Te doy un cargamento de luceros
Que me robé en el África del Sur.

Cambio la rubia curva de tus cejas
Por el arco de fiordos que Noruega
Describe al Septentrión.

Te cambio tu sonrisa
Por paisajes de Chipre,
Por la cristalería de Fenicia,
Por la tarde amarilla del Japón.

La cambio por la luna
Que acuatiza en Escocia
Sobre el lago de Tay.
Por el delta del Nilo milenario
Y por los montes de Tehuang-Pe-Chan.

Cambio el clavel pequeño de tus labios
Por bancos de coral,

Por la flora marina de Cerdeña,
De Túnez y Calá;
Por el Dragón bilingüe de los chinos,
Por el perfume gálico de Grasse
Y por los arreboles
Que se bailan desnudos en Hawai.

Por mi bandera de piratería
Cambio la rebeldía
Que curva en media-luna tu capul.
(Mi bandera, señora,
Tiene un gato de Angora
Sobre un cuartel azul).

Te encimo mis púnales,
Mi pipa de nostalgias,
Mi tedio de español.
Por tu clara belleza castellana.

Te doy el Mate Nostrum en la infancia
De un blanco caracol.

Y si esto no es bastante,
Si algo falta,
Te doy para que abroches tu sandalia
La burbuja del sol.

Solamente dos cosas
Te cambio sin ventaja:
Tus besos y mi amor.

Romance de la nostalgia

Tu ausencia me está sangrando
Por la herida del recuerdo.
Mi juventud te persigue
Por los caminos del sueño,
Y cuando estás más distante,
Más cerca del alma siento
Que florece la nostalgia
Sobre el tallo del tormento.

Tu nombre como una espina
Llevo clavado en el pecho.
Y aunque sé que él es la causa
De este cruel desasosiego,
En vez de arrancarlo airado,
Cierro los Ojos y pienso
Que al corazón no le importa
La lógica del cerebro.

Bien sé que ya no eres mía
Y que otro se llama dueño
De ese milagro trenzado
Sobre tus negros cabellos.
Pero si tú y el destino
Cancelaron mis anhelos,
Ni él ni tú podrán quitarme
Este recuerdo moreno.

Recuerdo de aquellas horas
Que ya cayeron en el tiempo.
De esos instantes felices
Que por felices huyeron.
De la novia en cuyos ojos
Siempre vestidos de duelo,
Parecían guardar luto
Riguroso dos luceros.

Hoy no estás en mis retinas,
Pero te tengo aquí dentro,
Como una flor de nostalgia
En la solapa del sueño.
Aún te miro en la quimera,
Te persigo en el recuerdo,
Y siento crecer tu voz
En la selva del silencio.

Primera novia. Imposible
Talado en carne de ensueño.
Amor que dejó en el alma
Perfume de limonero.
Pequeña ilusión de trenzas.
Dulce milagro moreno
Que nos abrió una ventana
A los jardines del cielo.

Romance de la nostalgia.
Vago perfil de un recuerdo
Que se aferró al corazón
Para vivir como un cuento,
Al lado de Blanca Nieves,
De Aladino el Hechicero,
Y de las Hadas Madrinas,
Que miran por los luceros.