Piedra

Hilario Barrero

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Al final de la tarde,

después de un día oscuro

su piel acartonada en los tejados,

lluvia de madrugada

y un viento suave de tiza humedecido,

por un instante breve, nace una luz cansada

que bautiza de fiesta a las fachadas.

Me acerco a la ventana

y el paisaje nombrado tantas veces

me enmarca un lienzo nuevo,

mientras la luz perfuma tus temblores.

Al inclinarme lento a descifrar

la piedra iluminada de tu valle,

el tiempo me recibe con sus montes

cerrados, convirtiendo mis labios

en torpes espejismos donde el deseo

muerde su enigma más helado.

Y escuchando el sonido del incendio

de nuestro antiguo fuego,

confundido por códigos y signos

que son indescifrables,

me hundo en la ceniza de tu almohada,

a que llegue la noche y me condene

desnudo entre la piel de tu paisaje.

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