Era una niña, vivia la ausencia de sus padres.
Su padre había abandonado el hogar desde muy temprano, apenas a sus ocho meses de edad.
Su madre vivia ausente, entre boliches y deshonras.
La niña sola en las noches,
lloraba por los miedos de las sombras.
Como se iba defender,
si apenas podía comprender la vida que le tocaba tener.
Pequeña, y llena de temores,
cuidaba de dos de sus hermanos,
una muy pequeña, apenas unos meses de vida,
el otro pequeñito de apenas dos o tres años de edad.
Esa niña obligada por la vida a ser la mujercita valiente, con apenas unos seis o siete años,
como podría enfrentarse al temible silencio de las noches..
Los hermanos entre llantos opacaban sus silencios, y el miedo de los terribles moustros imaginables,
acechaban su mente inocente como las brujas de los cuentos .
Su temor hacia que la niña tratara de silenciar las pequeñas voces,
pero no tenía resultado.
Los pequeños no entendían los tormentos que su hermanita mayor cargaba por dentro.
La obligaron a ser madre antes de tiempo,
y no tuvo opciones,
porque el castigo sería el cierre de dicho juego.
La noche se hacia eterna,..
al fín el sol aparecía,
el descanso de su mente florecia,
pero poco le duraba,
su cruel madre siempre la ignoraba.
Debía ir a estudiar, pero nadie la ayudaba.
No tenía un buenos días, ni desayuno en la mesa, sólo una madre acostada,
después de trasnochar en las noches siniestras.
Iba a un colegio distinguido,
donde sus compañeros también la oprimian.
Sólo una niña, así como ella,
de bajos recursos era su amiga.
Se alejaban del grupo,
y entre sus miedos compartían su tiempo.
Las unia el desamparo, la soledad y la miseria.
En el colegio todos eran ricos,
de buenas familias, distinguidos en el momento.
Nadie apreciaba sus presencias.
Las despreciaban por sus vestimentas,
se reían de sus apariencias.
Nunca un cariño, siempre deseando jugar el salto a la cuerda, jugaban todos, menos ellas.
Habían monjas que no notaban la diferencia, algunas veces alguien les hablaba,
pero después las denigraban.
Llegaba la hora de volver a casa,
nada encontraba, la madre ausente,
aún estando presente,
niños llorando, todo tirado.
No había abrazo ni despedida,
solo reclamos y orden del día.
No encontraba una salida.
Que niñez tan dura.
Nadie hacia nada, hasta la ley parecía estar de acuerdo con esa vida.
No se como sobrevivio a todo aquello,
pero la niña dentro de todo, siguió viviendo.
Hoy es una sobreviviente, ya es toda una mujer, una mujer sin rencor y llena de amor.
Y aunque algún tiempo le costó,
se liberó con el perdón.
Comprendió que aquella madre,
no sabía de ser madre, se prohibió de lo mejor,
el amar sin condición.
Muchas veces no es suficiente con dar a luz,
hay que dar luz, pero no fue culpa de ella,
fue parte de su inmadurez.
Hoy esa niña ya no existe,
pero aveces le invaden los recuerdos,
en ocasiones, la vida te enfrenta a situaciones parecidas para probarnos, y ver como enfrentamos los desaciertos.
Nos enfrenta al pasado con rostro diferentes.
Y cuando eso pasa,..
trata de hablar, de comprender, sin enjuiciar,
porque sabe lo que hace falta,
busca cubrir con mucho amor,
Para que otros puedan tener,
lo que algún día, a esa niña se le negó.
Un abrazo, un te quiero,
protección y mucho amor.
Escrito/ Patricia L González.
San Carlos Maldonado.
Uruguay.
- Autor: Poetaporinspiracion (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 12 de julio de 2023 a las 20:28
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 12
- Usuarios favoritos de este poema: alicia perez hernandez, WandaAngel, Dante Cruz Velez, Pablo Alfonso
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