Tomás Segovia

Tomás Segovia nació en Valencia (España) el 21 de mayo de 1927 y falleció en Ciudad de México el 7 de noviembre de 2011. Pese a haber nacido en España, se nacionalizó mexicano, después de que este país le diera cobijo durante su exilio.
Durante la Guerra Civil Española, Segovia emigró a México, donde cursó el bachillerato y, más tarde, la carrera de Filosofía y letras en la UNAM.
Cultivó diversos géneros, fundamentalmente la poesía, el ensayo y la narrativa, trabajó como periodista en varios medios de la época y también realizó tareas de corrección, traducción, interpretación y difusión. Además, dictó cursos de escritura, lingüística, teoría literaria y consejos de edición.
Por su labor literaria, Segovia recibió el reconocimiento no sólo de sus lectores sino también de la crítica y fue galardonado con premios como el Xavier Villaurrutia, el Juan Rulfo y el Premio Internacional de Poesía Federico García Lorca.
En lo que respecta a sus creaciones, publicó diversos libros entre los que se encuentran "La luz provisional", "Orden del día" y "Misma juventud". En nuestra web podrás leer algunos de sus poemas, tales como "Algunas piedras de un collar del dios", "Canción del destino" y "El extranjero".

Poemas de Tomás Segovia

Seleccionamos del listado de arriba, estos poemas de Tomás Segovia:

Esta noche

La escala de este día me ha traído
A esta altura nocturna
Me ha exaltado a este trono emocionante
Sólo la sombra es diáfana
Sólo la noche se compara en altura a la noche
Sólo en el aire glacial de las cimas
Despliega del todo el pulmón sus ardorosas velas
Se han corrido los velos se han disuelto los muros
No hay fuerza que vencer ni con la cual vencer
Estoy en el espacio sin rasgarlo
Soy sin abrir las alas todo vuelo
En las estrellas miro las puntas de mis dedos
El silencio se escucha con mi oído
Estoy en lo alto de la torre más alta
Lo tengo todo a mis pies esta noche
Estoy listo
Esta noche podría suicidarme.

Algunas piedras de un collar del dios (3)

Tu grupa blanca y ciega se remueve
Bajo la seriedad de las caricias
Tu inquieta grupa zalamera
Entrevero de fiebres y de fríos

Tu grupa de molicie inaplacada
Nudo vivaz y obtuso de tu cuerpo

En el coloquio a oscuras de las pieles
Le prestamos al mundo nuestra carne
Para que inscriba en ella sus musitaciones

Tu grupa sensitiva gesticula
Bucea perseguida y habitada
De una mudez que se debate en muecas

En su estertor no logra articular
La voz con que decirnos
Que es con nuestra mudez con la que calla

Tu tierna grupa inerme desfallece
Y una inaudible oscuridad del mundo
Viene a explayarse en su masa sin nombre

Pero también allí reconocemos
La inalcanzable voz que nos habita
La eternamente a punto de irrumpir en palabras
Que va dormida entre los brazos
De un despertar

Palpita entre los dos lo que nos funda
Entre las sombras somos una mirada en blanco
Para ver la ceguera que nos borra
Pues también son nuestras las caricias
Que no saben qué dicen

También nosotros el espasmo ignaro
Que no aprendió a reconocer su rostro
Somos también nosotros impensables
Los que allí estamos mudos de la voz de un dios


La voz huracanada que nos calla
En las palabras que nos dan la espalda
Vueltas a su sustancia intraspasable

Y en el beso que olvida nuestros ojos
Para mirarse en la piel de los labios.

Pechos

A veces, solo en la calma
de la alcoba, me estremece
la evocación. En la palma,
como entonces, me parece
sentir el trémulo peso
de tus pechos, que en el beso
me ofrecen, para que muerda,
todo el bulto de la vida.
¿Ves tú? La memoria olvida,
pero la carne se acuerda.

En las fuentes

Quién desteje el amor
Ése es quien me desteje
No es nadie
El amor se deshace solo
Como la trenza del río
destrenzada en el mar
No estoy de amor tejido
Estoy tejido de tejerlo

De sacar de mis íngrimos telares
Este despótico trabajo
Eternamente abandonando
el fleco que se aleja
A la disipación y su bostezo idiota
Y sólo escapo de su horror
Recogiéndome todo sin recelo
En el lugar donde nace la trama.

Espesura

Me fui yendo
Adelantando un poco
Y otro poco
Pensando cada vez que era el último trecho
Que ahora ya volvería
Me fui alejando sin sentir
De donde estaban todos
No sé por qué ni adónde
Ni menos todavía para qué
Me fui yendo sin saber sin ganas
Lento inconstante bobo
Nada tenía que buscar allá
ni allá ni en sitio alguno (tal vez por eso)
Me fui viendo perdido
Incongruente en medio de lo extraño
Ya no se oía o se veía a nadie
Comprendí de repente que era ya inencontrable
Sollocé que el camino regresara
Pero el camino por el que he venido
No era como un camino
Era como una historia
No hay regreso
El rumbo que he perdido
No era el rumbo del mundo
Era el mundo

Antigua cortesana

(Cuadro de Ramón Gaya)


Es el sitio intocado de una lujuria antigua
Que tanto olvido ha vuelto finalmente sagrado
La mirada entra en puntas de pies y se santigua
Nada queda del viejo fragor decolorado
Por el santo silencio sino la mancha ambigua
Del tenue resplandor con que aún anaranjado
Ya sin deseos llama fielmente intemporal
Se consume el Deseo en un frágil fanal.

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