Los consejos para escribir cartas románticas se escondían en Verona

Ya en la cuenta regresiva para celebrar el Día de San Valentín, muchos enamorados se alegrarán al saber que, gracias al hallazgo de un grupo de investigadores de la Universidad de Siena, a partir de ahora el mundo podrá conocer los secretos más antiguos para escribir una carta de amor perfecta.

De acuerdo a la información reproducida por la agencia EFE, el texto descubierto en la Biblioteca Capitular de Verona (casualmente, la ciudad romántica por excelencia después de que William Shakespeare situara allí la historia de Romeo y Julieta), que está escrito en latín y se titula «Modi Dictaminum», data del siglo XII y pertenece a un religioso llamado Guido.

El libro, por ejemplo, asegura que una buena carta romántica debería incluir comparaciones entre la belleza de la persona amada y las piedras preciosas, referencias hacia versiones mitológicas de la pareja enamorada y la utilización de figuras retóricas que sirvan para indicar la incapacidad para expresar lo que uno siente.

«Cuán profundamente te amo no podría expresarlo con palabras ni aunque todos los miembros de mi cuerpo pudieran hablar» es una de las frases recomendadas por esta antigua obra donde también se aconseja despedirse a través de expresiones como «tantos saludos como peces hay en el mar» o «como flores trae el verano».

Lejos de proceder de la imaginación del clérigo, estos consejos poéticos para darle forma a una buena carta romántica han sido respaldados con ejemplos concretos que, en su mayoría, se basan en la correspondencia mantenida entre los condes de Guidi.

Uno de estos mensajes, por ejemplo, ha sido considerado por los especialistas como «la primera carta medieval de amor de la que se tiene constancia». Escrita por un noble cuyo nombre empezaba con la letra «G», esta misiva finaliza con una expresión poco utilizada en la actualidad pero que, sin duda, es una excelente idea para manifestar sentimientos: «Tu afecto, amiga mía dulcísima, sabe que por el perfume de tu amor no me negaría a escalar montes o a atravesar a nado mares, e incluso afrontar peligros de muerte».