El otro exilio

Susana Gertopán es una buena novelista. Ya lo ha demostrado en sus obras anteriores Barrio Palestina, El nombre prestado y El regreso de Eva. En su nuevo libro El otro exilio, que lleva el sello editorial de Servilibro, estamos ante una historia de mudez.

Una historia bien trabajada, ciertamente. Gregorio, el protagonista de la novela, se embarca (contra su voluntad) en una existencia azotada frecuentemente por crisis morales. Al huir con su familia judía de Polonia (ante la inminencia de la guerra), contrae durante la desgarradora escapatoria, su primera mudez. Sin embargo, sus familiares pronto se acostumbran a la situación. La relación carente de amor y de cariño con su padre produce una horrible marca en su espíritu. Su hermana, Rivke, que habría de adoptar, llegada ya a la Argentina (país de refugio), el nombre de Rebeca, es una atea consumada. El exilio real, la muerte de miles de judíos en los campos de concentración nazis, la experiencia propia del exilio, con la sola compañía de León, el hombre que oficia de “preceptor”, revuelven en su interior todo tipo de conjeturas, ideas y pensamientos, convirtiéndolo en un observador triste de la vida. Y también de la muerte. ¿Por qué la muerte? Pues porque se hace corresponsal de guerra. Creyendo que Dios y el universo son una misma cosa, iniciado tímidamente en el Bar Mitzva, y apartado del amor familiar, apela a las palabras escritas. El teclado de la máquina ha de ser, pues, la salvación a medias de su exilio, de su silencio profundo y pesado. Quien sabe lo que es el exilio sabe también que el mundo cuesta, que la soledad es el denominador común, y que se muere y se resucita cada día. Gregorio es un ser humano muy bien pintado; está excelentemente retratado por la escritora. La huida, la búsqueda de refugio en Paraguay, después de que su hermana Rivke, o Rebeca, una activa militante política, anunciara que es perseguida por la Policía, traslada -física y anímicamente- el drama. En realidad, el drama es objeto de frecuentes traslados.
Perseguido -permanentemente- por una carencia de identidad, Gregorio busca llenar sus vacíos, sus sucesivos exilios, viajando a países como África, Cuba y muchos lugares que son centros de conflictos. Encuentra distintos modos de amar en la compañía de Nicole, Ofra, una mujer judía, con quien se casa y tiene un hijo, y Elena, quien marca su corazón a fuego. Hace suyo el oficio de denunciar, a través de imágenes captadas con su cámara fotográfica, la extrema crueldad vivida por los seres humanos durante las guerras. Aprende a redactar impecablemente sobre el sufrimiento ajeno, pero no puede aprender a vivir en paz. Y en ese aprendizaje se le va mucha parte de la vida, hasta que un periodista desata en él la liberación.

Escrito por Delfina Acosta en el Suplemento Cultural del diario ABC (Paraguay)

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Comentarios1

  • Enrique Dintrans A.

    Me parece muy atractiva la trama. La escitora, según esta sinopsis desarrolla el problema de como la gente debe huir y todo el sufrimiento y pérdida que conlleva.



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