María Lejárraga. La más moderna de los modernos

Homenaje a María Lejárraga. Te contamos quién fue y por qué pudo Gregorio Martínez Sierra apropiarse del legado de esta autora moderna e inteligentísima. No dejes de leerla.

 
 

Que María Lejárraga haya aceptado que su obra fuera firmada por su marido es el síntoma de una época, cuya sombra retorcida todavía se extiende sobre nuestra sociedad. En unos días se cumplirá el centésimo quadragésimo sexto aniversario del nacimiento de esta autora imprescindible de la literatura de la Edad de Plata. Va aquí mi pequeño homenaje y mi deseo de que todas las lean.
 
 

Quién fue María Lejárraga

María Lejárraga nació en San Millán de Cogolla (La Rioja) el 28 de diciembre de 1874. Su padre era médico y su madre una mujer burguesa de buena familia que decidió educar a sus hijos en casa. María recibió una sofisticada educación que le permitió acceder a un nivel intelectual que muy pocas mujeres podían alcanzar. Su curiosidad y su pasión literaria la llevaron a formarse como docente y desempeñarse en este trabajo durante muchos años, a la par que desarrollaba su vocación como escritora.

Su primer libro vio la luz en 1899, «Cuentos breves», que tuvo una buena recepción en los lectores pero que le valió una actitud de reprimenda por parte de su familia. Para evitar su desaprobación decidiría publicar sus obras bajo el nombre de su esposo, Gregorio Martínez Sierra.

María Lejárraga es la autora de obras importantísimas de la literatura española, tales como «Canción de cuna», «La sombra del padre», «El agua dormida», «El amor brujo», entre más de cincuenta obras teatrales que todavía continúan presentándose como obras desarrolladas por Gregorio Martínez Sierra con la colaboración de María y que, se sabe que fueron escritas principalmente por ella.

Lejárraga también trabajó codo a codo con el músico Manuel de Falla, en la escritura de libretos que darían voz a algunas de sus piezas más reconocidas, tales como «El amor brujo» y «Noches en los jardines de España». Cabe señalar que les unió una amistad muy estrecha. Porque María era una mujer muy sociable, que supo relacionarse positivamente con algunos de los personajes fundamentales de la época, tales como Juan Ramón Jiménez y Joaquín Turina.

Sus ideas republicanas la obligaron a emprender el exilio en los años cincuenta. Un viaje largo y atravesado por la pobreza y la falta de reconocimiento, que la llevarían por Francia, México y Argentina. Falleció en Buenos Aires en 1974, después de haber trabajado incansablemente en una obra auténtica que marcaría la línea de la literatura posterior, y sin haber recibido por ello ni un gramo de todo lo que se merecía.

La libertad de la mujer en una sociedad machista

Se suele argumentar que la pareja entre María Lejárraga y Greegorio era equilibrada y feliz. Se la menciona como una de las parejas literarias fructíferas de la época, pero en verdad son formas eufemísticas de pensar una relación de sometimiento doméstico y social a la que vio empujada Lejárraga.

Primero su familia paterna la reprimió por usar el nombre y apellido reales en su primer libro. Después se casaría con Gregorio que aceptaría llevarse una gran cantidad de reconocimiento a costa del trabajo de María. La educación femenina de no busques problemas y acepta lo que puedes, amóldate es una cosa que se ha visto en muchos casos, y el caso de María no es la excepción. ¿Qué otra cosa podía hacer? Si hubiera luchado por su propia voz quizá tampoco lo habría conseguido. De este modo, al menos, su obra veía la luz e indirectamente ella podía saber dónde viajaban sus personajes y qué recibimiento obtenían.

Ahora bien, continuar hablando de la elección de María me parece inapropiado. En pleno siglo XIX la mujer no era libre de elegir, se tomaba la decisión menos mala, pero eso no es obrar con libertad. Por eso, continuar endulzando aquella relación y tachando a los que dicen que María fue sometida, me parece un acto necio y peligroso.

Existe un trabajo de recuperación que se ha puesto en marcha para darle a María Lejárraga lo que le corresponde. En teatro tenemos «Firmado Lejárraga» una obra teatral en la que la autora Vanessa Monfort recorre la relación entre María y Gregorio y la alianza literaria; posteriormente Monfort llevó sus investigaciones a la novela «La mujer sin nombre». «Luz ajena», por su parte, es una obra de Isabel Lizarraga Vizcarra en la que podemos ir tras los pasos de la Lejárraga de la mano de otra investigadora que ha sabido recuperar la voz de la más moderna de los modernos.

Leer a María Lejárraga es el mejor acto de justicia que podemos tener hacia ella. Y recordar que su lucha todavía sigue viva y es más necesaria que nunca. Pero para luchar necesitamos referentes y para ello, nada mejor que hurgar en la genealogía, continuar recuperando aquellas voces olvidadas inolvidables para armarnos de argumentos y de fuerza y reconstruir la memoria histórica y literaria con las voces que faltan.



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