Perdón, Luis, por llegar tan (demasiado) tarde

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La poesía de Luis CernudaEscribí sobre Pablo García Baena y mientras lo hacía me topaba constantemente con la imagen de Luis Cernuda, a quien el poeta cordobés rinde homenaje en muchos de sus poemas.

La poesía de Baena tiene su propio timbre pero se nutre de la obra de importantes poetas anteriores a él. Y es que leer la poesía española actual es acercarse al dolor de Lorca, a la infancia de Cernuda, al erotismo de Aleixandre: porque estos poetas fundamentales sentaron las bases de una expresividad auténtica de la que continúan nutriéndose los poetas de nuestra época.

Desmigajar nuestro lenguaje y representarlo en las coordenadas de la poesía de nombres imprescindibles me parece una fabulosa forma de llevar con coherencia los orígenes. Con ese deseo hoy encaro la lectura de la poesía completa de Luis Cernuda.

La realidad y el deseo de Cernuda

«Realidad y deseo» es una antología que reúne toda la poesía de Luis Cernuda, que vio la luz entre los años 1924 y 1962. Es un libro en el que podemos acercarnos a los múltiples matices que tuvo la obra de este poeta y recuperar no sólo las poliformes estructuras que sirvieron de arquitectura para plasmar su pensamiento, sino también las imágenes que le pertenecen y que, aunque puedan ya considerarse como parte de una poesía común, surgieron de su pluma.

A Cernuda llegué tarde; demasiado tarde. Y como siempre que se arriba tarde a una cita imprescindible tuve la necesidad de acortar camino, de beber de forma atolondrada toda su poesía, según iba cayendo, sin orden, sin previsiones. Fue después de leer «García» de Pablo García Casado, quien dedica un poema fantástico a este poeta andaluz. No se podía comprender el fondo del poema sin haber leído a quien de algún modo lo había provocado. ¡Tenía que entender qué había visto Pablo en Luis para dedicarle un poema tan intenso en el que se gesta el hondo deseo de «detener la tristeza con las manos»!

Desordenadamente fui acercándome a Cernuda, a lo que fui encontrando, según caía a mis manos. «Desolación de la quimera», «Égloga, elegía, oda», «Vivir sin estar viviendo», «Los placeres prohibidos» y «Las nubes». Y quedé como me dejan los grandes autores: a mitad de camino entre el desconsuelo y la esperanza. Más tarde, quise organizar todo lo leído; para eso nada mejor que las antologías, en las que puedes ir pasando de año en año y marcar crucecitas en la memoria de los poemas, para organizar la idea poética que surca la obra del poeta.

«Realidad y deseo» me resultó una impresionante reconstrucción, capaz de defender con creces el progreso de la obra de Luis Cernuda. Y me sirvió para ir ubicando en una escala del tiempo al niño Luis, al joven enamorado y al Luis expatriado que llora sin llorar la patria: las tres figuras sobre las que se organiza su poesía. Sobre la inocencia de sus primeros años y la desesperanza de los últimos se basa mi mirada lectora.

La poesía de Luis Cernuda

El Cernuda inocente

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Las «Primeras poesías» de Cernuda se caracterizan por una inocencia que se va desvaneciendo a medida que el poeta crece. Una blancura llena de infancia, de flores y de ternura que dota a la poesía de humildad y pureza: un buen punto de partida que comparten casi todos los grandes poetas de la literatura.

Hay en la primera poesía de Cernuda mucha inocencia. Regada de la sensación de romanticismo que rodea al dolor de esos primeros años: donde tenemos la certeza de que ese dolor es algo pasajero, que se irá con la llegada de la adultez, cuando adquiramos toda la fuerza que necesitamos para volar. Y es esa idea de ser ave de paso la que ilumina la poesía de este Cernuda niño, que va abriendo los ojos frente al mundo e intenta abrazarlo.

Hay algunos poemas que rozan el costumbrismo, que se afincan en el saber popular y que se elevan estructurados y claros: en Cernuda todo está claro, exacto, parece tener una idea absoluta de cómo será el poema antes de sentarse a escribirlo. Y, sobre todo en su primera poesía, hay un cuidado de la forma que asombra, sobre todo, porque no es la evidencia de la ausencia de profundidad poética.

Pese a la inocencia y a la mirada limpia, también la soledad corre como una flecha disparada del árido terreno del deseo hasta el corazón del poeta abriéndose paso a través de una poesía. Una primera presencia del vacío, aunque uno en el que todavía parece haber esperanza. Porque también hay mucha luz en este primer Cernuda; una llama que se irá extinguiendo hasta desaparecer completamente. Posiblemente esa luz presente en «Égloga, elegía, oda» y «Un río, un amor» sea la que defina el carácter de la primera poesía de Cernuda, donde hay una reincidente necesidad de expresar que el frío aparece junto al miedo, y donde existe la certeza de que pese a que la vida trae dolor, el poeta continúa eligiéndola.

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La poesía de Luis Cernuda

El Cernuda doliente

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Pienso que la poesía del medio, ese Cernuda capaz de enamorarse, de desterrar los miedos y de hablar directamente al amor es uno de los más interesantes. Pero es necesario aclarar que no hay un Cernuda amoroso, sino un hombre que se siente engañado, dolido y un poeta que hace del desamor el motor de sus versos.

Sin duda, los poemas de «Los placeres prohibidos», «Las nubes» y «Como quien espera el alba» tienen una carga lastimera que no sólo podríamos vincularla con el desamor adulto sino con la soledad de la infancia. Y es que en Cernuda la infancia atraviesa cada poema, como si la escritura misma no le permitiera abandonar los diez años, y al lado del hombre que escribe con precisión y que va gestando una profunda y potente obra llena de imágenes exactas hay un niño preocupado por el porvenir, pidiendo a gritos un abrazo, una mano. Y es esta sin duda la característica más estremecedora de toda su poesía que me cautivó y que me ha obligado a colocarlo entre esos poetas a los que deberé volver sin dudarlo con reincidencia.

Los poemas amorosos de Cernuda están teñidos de tristeza y de frías certezas. Porque el gran desengaño del poeta no es el hecho de que todo amor sea un espejismo, sino de que en verdad toda la vida lo es: y ante esa desesperanza no hay palabras ni poesía que pueda salvarnos.

Y sobre el final «Con las horas contadas» y «Desolación de la quimera» nos acercamos al vuelo definitivo del poeta, que se despega de lo terrenal e intenta asirse a una realidad más abstracta, que pese menos, sin conseguirlo del todo. En esta última poesía se apaga la inocencia y la luz de los primeros versos de Cernuda y parece habitar en ella sólo un hondo dolor y una desesperanza soterrada. Ya no existe la chispa de la posibilidad y lentamente, el poeta se va despidiendo de todo el color para entregarse a una poesía sepulcral.

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«¿Oyen los muertos..?» se pregunta Cernuda. Y yo lamento haber llegado tan (demasiado) tarde a su poesía, y me hago esa misma pregunta. Y me inclino a pensar que no es mejor el silencio rotundo e interminable, a la compañía de un poeta que supo escoger de la infancia la simiente para dejarnos una poesía valiente, exacta y creo, ineludible. ¡Lean a Cernuda porque es uno de esos poetas que no defrauda!

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La poesía de Luis Cernuda

 



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