La novela política de Maristella Svampa

Hace un par de domingos, en el programa televisivo argentino «El refugio de la cultura» se le realizó una entrevista a Maristella Svampa, una socióloga argentina que acaba de publicar una obra de ficción que analiza el desmantelamiento de los pueblos del interior del país.

Svampa de sociólogo a novelista

Maristella Svampa nació en el año 1961 en Río Negro. Estudió filosofía en la Universidad de Córdoba y posteriormente sociología en París (Francia). Actualmente trabaja como profesora en la Universidad Nacional de La Plata y como investigadora en el CONICET.

Además colabora con artículos de divulgación científica en diferentes medios, como importantes revistas del ámbito de las ciencias sociales; por otro lado, su compromiso con las causas de los grupos minoritarios, sobre todo los pueblos autóctonos de la Patagonia, la convierte en una de las intelectuales más imprescindibles de la actualidad argentina.

Algunos de sus artículos más destacables son: «Argentina, una década después. De la exacerbación de lo nacional-popular«, «Modelos de dominación, tradiciones ideológicas y figuras de militancia» y «La faz más oscura«. A su vez cultiva el género de la novela, y recientemente ha publicado una titulada «Donde están enterrados nuestros muertos«.

Ahora Maristella Svampa se introduce de lleno en la novela política argentina. Una historia donde puede descubrirse cómo la política atraviesa la vida de la sociedad transformándola rotundamente.

¿Dónde están los muertos?

Al finalizar este artículo compartiré con ustedes un vídeo de la entrevista que Osvaldo Quiroga le hizo a Maristella Svampa para la Tv pública, la cual me ha parecido de sumo interés. En ella la autora habló sobre su novela y su cercanía con las causas populares.

En un pueblo de la Patogonia que cumple 100 años de vida hay cinco cruces, donde fueron enterradas las cinco personas más destacadas de la comunidad. Para festejar el Aniversario el intendente prepara un gran festejo, donde mencionarán especialmente a esas cinco personas. En este acto, emotivo y partidario se menciona el eslogan de la intendencia: «La gran hora de los pueblos chicos«.

En el fondo, ese acto, esas vidas. En la superficie la historia de Rosana, una mujer que trabaja de empleada doméstica, que ha perdido a su único hijo en un accidente de la ruta y reclama justicia en una incansable batalla solitaria oponiéndose a quienes ejercen el poder en ese momento; también en ese mismo espacio, la vida de Miguel, guionista que ha sido contratado momentáneamente por el canal de la tele local para realizar el documental sobre el Centenario (pese a haber nacido en el pueblo, reside en Buenos Aires desde hace varios años).

Es una historia donde el poder se encuentra frente a los escollos de los que piden justicia y estos también enfrentan sus propias vicisitudes. La lucha de Rosana saca a la luz otras muertos, de otros accidentes, y no tantos, personas desaparecidas de las que no se tiene conciencia. Por su parte, Miguel descubrirá en sus reportajes, que detrás de la calma de ese humilde pueblo se esconde una gran empresa minera que quiere dominarlo.

A simple vista la obra «Donde están enterrados nuestros muertos» puede asemejarse a un relato constumbrista; sin embargo roza la denuncia, sin llegar a resultar del todo controversial y relacionando los hechos del pasado en un presente fragmentado por la política y el sufrimiento de un pueblo.

Lo más interesante de esta obra, donde podemos encontrarnos con la esencia de todo el trabajo de Svampa, es en cómo la realidad puede ser un espacio diverso, según se la mire desde el lugar del poder, o del de cualquiera de los ciudadanos que forman parte de esa sociedad. El presente se construye en caminos paralelos, y parece casi imposible lograr la comunión entre ambos, porque apuntan a metas absolutamente diferentes.

Las cinco cruces que parecen simbolizar una perfecta metáfora del país, donde los muertos a los que se venera, los que sabemos donde están enterrados, no son nuestros muertos sino lo que unos pocos decidieron que eran nuestros.

Creo que esta comparación es alucinante y muy iluminativa para la realidad que vivimos, donde se le da tanta importancia a los sistemas que nos engloban y cada vez menos a aquello que de verdad nos pertenece.



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