Macondo, en la literatura

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Macondo, un espacio para la magia

Cuando comenzamos con este ciclo de «Ciudades en la literatura», una de nuestras lectoras, Esthelarez, me dijo que le interesaría que escribiera acerca de los lugares donde transcurren alguna de las historias de García Márquez… Y para hacerlo ¿qué mejor que hablar de Macondo? Ese pueblo que quedó en el imaginario literario y al que todos deseamos ir alguna vez para reconquistar la magia por la vida.

Al pensar en Macondo inmediatamente surgen dos preguntas: ¿Existe o existió alguna vez? ¿Dónde se encuentra exactamente?.

La primera tiene una respuesta un tanto ambigua. Pienso que al leer nos introducimos en un mundo que aunque sea fruto de la ficción existe, mientras leemos caminamos por él y se vuelve tan real como la ciudad en la que vivimos, o aún más porque podemos vivir intensamente. Supongo que la respuesta a esta pregunta es SÍ porque ¿qué lector apasionado del realismo mágico no ha estado alguna vez en Macondo?

En cuanto al lugar donde se encuentra es lejos del mundo, solitario, un espacio casi indescifrable, apartado de los vicios del mundo y donde reina una armonía adaptada a las leyes del espacio.

Macondo es el lugar donde se desarrolla la obra «Cien años de soledad» de García Márquez. En su libro de memorias «Vivir para contarla», dice que se trataba de una finca bananera que existía cerca de su casa en Aracataca y que de niño le llamaba muchísimo la atención; asegura que recién siendo adulto comprendió por qué le fascinaba tanto, y era por su sonoridad poética. ¡Vaya si no suena agradable al oído!

Origen de Macondo

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Es una región cercana a uno de los afluentes del Ríohacha y que se encuentra separada del resto de la región por una sierra de características obtusas, es decir impenetrable. La misma es destruida por un fuerte ciclón y con ella desaparece el último descendiente de la familia Buendía.

En «Cien años de soledad» el espacio es mágico; ese enorme caserón donde habita la familia Buendía es el centro en torno al cual gira la novela, las historias amorosas, la tristeza, las decepciones… Un ambiente melancólico y cubierto de encantamiento, donde incluso hay un laboratorio de alquimia donde José Arcadio Buendía realiza sus experimentos con los elementos que le trajo un hombre que se apodaba «el gitano Melquíades».

Pero Macondo no sólo se encuentra en «Cien años de soledad» es un lugar tan mágico y popular que ha hecho reiteradas apariciones en la literatura, sobre todo en obras de García Márquez su creador. Podrás conocerlo a través de novelas como «La hojarasca», «El coronel no tiene quien le escriba», «Los funerales de la Mamá Grande», «La mala hora» y «Vivir para contarla».

Un espacio imaginario sin igual

Muchos autores han comparado el pueblo de Macondo con el condado de Yoknapatawpha de Faulkner o la Santa María del escritor Onetti, siendo el de García Márquez el más verosímil y tangible de todos ellos, con imágenes fotográficas, cientos de elementos mágicos pero además sustentado de realidad; una mirada profunda para entender las consecuencias de la guerra, el egoísmo y el paso del tiempo en una familia, en un pueblo, en definitiva en la vida de los seres humanos.

Cada elemento presente en la obra de García Márquez tiene una historia y un sentido imprescindible, por ejemplo en «El coronel no tiene quien le escriba» elementos como el paraguas o el reloj del coronel le dan a la obra un carisma particular o en «La mala hora» el clarinete del pastor.

Por otro lado, Márquez es un maestro a la hora de crear ambientes donde elementos como el calor o la lluvia juegan un papel fundamental que permiten emparejar o nivelar ciertas cuestiones que de otro modo podrían convertir a Macondo en una catástrofe.

El calor puede ser un caldo de cultivo para la violencia, a causa de él puede disminuir los crímenes y la manifestación de odio. La lluvia, en cambio, funciona como un elemento que aplaza el destino, es decir que permite que ciertos hechos nefastos tarden más en sucederse del mismo modo que otros más bellos también lo hagan, por eso, consigue nivelar el suceso de los acontecimientos.

El gitano Melquiades solía decir que las cosas tienen vida propia y que basta despertarles el ánima para que comiencen a ser y actuar en consecuencia. Y García Márquez sí que sabe despertarle ese ser interior a las cosas, dando vida a un pueblo alucinante como Macondo, que se viene con todo aquel que haya leído algunas de sus obras.

Recuerdo que leí por primera vez «Cien años de soledad» cuando tenía 11 años, desde entonces no pude despegarme de la melancolía y la nostalgia que despiden esas páginas. Sin lugar a dudas, Macondo es uno de los espacios literarios más puros, más creíbles y más mágicos de toda la literatura latinoamericana.

Comentarios1

  • Dranye

    Creo que macondo, al igual que santa maría, comala y xibalbá son todos esos pueblitos perdidos... (He ahí, entre otras cosas, una de las grandes creaciones de cien años de soledad: la identificación, apuesto que casi todo aquel que tengo alrededor de 50 años y lea el libro se identificará plenamente y dirá "así era el pueblo en donde nací"..., con sus gitanos y su circo, con el hielo, con los inventos, etc.



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