La literatura en un instante y Mircea Cărtărescu en la #FLM18

Foto: FLM

Este año el país invitado de honor a la Feria del libro de Madrid es Rumanía, por lo tanto, algunas de las figuras más relevantes de la literatura de este país pasean durante estas semanas por el largo cordón de El Retiro. Me ha llamado mucho la atención la ausencia de Herta Müller, ya que considero que ha sido una de las responsables de la proyección internacional que ha tenido la literatura del país. Por otro lado, me resulta realmente interesante la presencia de autores jóvenes, cuyas obras recién se han traducido a nuestro idioma y que abren un mundo de posibilidades en el universo del libro. Después está Mircea Cărtărescu, al que ya conocemos todos y que siempre que aparece, con esa expresión a medio camino entre la solemnidad y la tristeza, consigue que nos hagamos las preguntas olvidadas. Sobre eso versó su discurso en la inauguración de la FLM.

La literatura frente a la vida

En un discurso que fue aplaudido por la mayoría de los presentes, Cărtărescu expuso sus razones para convertirse en escritor, que son en realidad las que lo llevaron a formarse como lector. La vida pasa por ese instante que tomamos consciencia de lo bello. Esa es a grandes rasgos la idea de su discurso. Nos habla de un día cualquiera en que está con su gato tomando café en la terraza de su casa bajo la sombra del escaramujo y se da cuenta de que valió la pena tanta cosa absurda que encierra el existir por poder palpar los aristas de ese instante. Por un instante daría toda mi vida, que diría un poeta, lo que viene a ser, que compensa la locura del ser el poder vivir a pleno esos instantes, en palabras de Mircea.

Y en ese momento fugaz cabe toda la literatura escrita por hombres. Y no olvidemos los matices. Mircea pasa de la futilidad de un café a las bases de la literatura. Y llega a la capacidad de ésta para sobrevivir a los cambios tecnológicos. De este hilo tira el autor de «El ojo castaño de nuestro amor», para referirse a su pasión por Homero y contar cómo La Iliada fue pasando por los diversos formatos de cada época, imperturbable, como levitando, sin moverse de su discurso, es más, bañando con él todos los otros discursos que se escribieron después. En ese punto el autor plantea una de las preguntas más interesantes de su ponencia. ¿Qué tienen esos libros que se convierten en referentes y qué es lo que les falta a todos los otros que pasan sin pena ni gloria o incluso que jamás llegan a ser?

Esa tristeza que se tiñe de solemnidad le permite a Mircea ensamblar un monólogo que tiene algo de autoreferencial pero que, principalmente parece encaramado en el deseo de alabar a otros. Dice que escribe desde hace cuarenta años y que «no ha sido otra cosa que literatura». Y ahora cita a Kafka. Sin embargo, nunca ha sido capaz de llamarse escritor. Su pasión por los autores que bañan su discurso (y cuya línea temporal abarca casi toda la historia de la literatura) le ha llevado a mirarse con una sensación de crítica siempre a flor de piel. No cree en el mérito de los premios literarios, tampoco entiende para qué sirven las firmas. Y aquí está, recibiendo el Formentor de las Letras 2018 y firmando libros en este encuentro masivo de lectores.

Foto: FLM

Literatura, canon y escritura de mujeres

Por época serán poquísimos los autores que sobrevivirán, dice más adelante. Y nombra a esos que todos hemos conocido, leído y amado. No hay mujeres en la biblioteca de Mircea, sólo una larga ristra de hombres, de los buenísimos que nos han cambiado la vida aunque también aparecen algunos de esos que no sabes bien por qué razón llegaron a estar en la lista de grandes autores. La literatura es un edificio frágil, y de ladrillos subjetivos. Lo dice Mircea y lo sabemos todos los que nos hayamos acercado un poco al mundo de los libros, donde grandes autoras han pasado sin pena ni gloria y algunos señores han conquistado los pilares del Olimpo sin tener demasiado mérito.

El discurso de Mircea es elaborado, extenso y detallado. Una clase magistral de cómo se ha ido construyendo este edificio al que llama literatura. Es exacto. Pero faltan mujeres. Por un lado podría defenderse desde el realismo. Mircea se ajusta al canon, donde todavía las mujeres no contamos, se apoya en la visión que el mundo quiere tener de los intelectuales: hombres más o menos serios con ganas de decirnos cómo es la vida, cómo debemos vivirla y por qué les ha ido mal a quienes no han vivido de esa forma determinada. Pero resulta doloroso e inadmisible permitir que quienes definen la literatura continúen negando el valor histórico del decir femenino en las letras.

No es que Mircea analice el decir femenino y lo contradiga, es que ignora rotundamente la voz de todas nosotras. Resulta curioso que, siendo una feria en la que el patriarcado intenta compensarnos por la negación de nuestra existencia, justamente en la inauguración se reafirme esa tendencia de negación y olvido. Pero hay luz. Porque ya estamos acostumbradas a que las grandes voces del intelecto que se yerguen sobre la humanidad nos nieguen. Hay luz, digo porque he descubierto que este edificio al que llama Mircea literatura lo mismo puede bombardearse y volver a construirse desde sus cimientos. Y es lo que hacemos quienes deseamos tener una mirada crítica y justa sobre el mundo y sobre los libros.

Foto: Todo Literatura



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