La poesía de Adriana Bertorelli

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Sé desde hace mucho tiempo que Adriana Bertorelli es una fabulosa lectora. Sus recomendaciones, sus guiños a través de las redes a la obra de buenos autores y autoras me llevó a seguirla de cerca. Lo que no sabía es que además es una poeta deliciosa. Recientemente tuve la suerte de descubrirla y, si bien no me sorprendió la inteligencia de su voz, me llamó la atención no haber sabido de su poesía antes. Intentando que esto ocurra cada vez menos, escribo hoy sobre su libro «Música para Rockola» (Criteria), un poemario sensual que se merece muchísimos lectores.
 
 

El corazón y sus ritmos

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¿Cómo conseguir una poética que atrape en sus entrañas (y nunca mejor dicho) la fuerza de un corazón latiendo, la pulsión del cuerpo por la supervivencia? Pienso que Adriana lo consigue de forma contundente. Nos ofrece un libro de ritmos variados, que va desde la pulsación suave, a la arritmia que se nos pone cuando las cosas no van como esperamos (para bien o para mal), pasando por la tranquila secuencia del trabajo de bombeador que hace nuestro músculo. Y aprovecha, para crear interesantes símiles entre los mecanismos del suceder sanguíneo y las pasiones.

Creo que la forma es uno de los aciertos primordiales de este libro. Adriana se detiene con precisión de cirujana sobre los bordes de la experiencia y va cosiendo palabras que representan la fuerza de nuestras relaciones, y su recuerdo.

El libro se divide en tres partes: diástole (ese momento del mecanismo vital del corazón en el que se relaja y expande), corazón (ese órgano que nos vale para casi todo) y sístole (cuando el pobre da todo de sí para mantener en equilibrio a los demás órganos). Tomando esos tres conceptos de temática y ritmo anatómico Adriana construye un libro hecho de poemas pulsivos y sensuales, que se apoyan en la mecánica del cuerpo y sus mareas, que penetran en nosotros con la fuerza de una daga.

«Música de Rockola» tiene el movimiento de las pulsaciones. Es un poemario construido de pulsión, fervor apasionado y entrega. Es un libro donde la sensualidad se apoya en la ironía para derivar en una poesía compleja, que es directa sin perder el norte en cuanto a lo literario.

La sensualidad descarnada

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Entre las características a destacar de la poesía de Adriana Bertorelli me gustaría quedarme con la capacidad para fusionar un tono cercano y sensual con la crueldad impuesta por la necesidad de venganza y la ironía. No hay sumisión en su voz; la rabia da paso a una mirada fría, y aunque por momentos la sensatez gana fuerza, es inmediatamente derrotada por el deseo de experiencia, de vitalidad.

Quiero destacar también la elección de poemas cortos en la primera y la última parte: pequeñas cápsulas donde la voz poética se centra en los desengaños amorosos y el fracaso en las relaciones. Y de una composición más extensa, impulsada por un tono irónico exquisito, en la segunda parte.

Así, mientras en «Diástole» y «Sístole» tenemos versos sintéticos como latidos –La poeta se aferra a esos momentos en que el alma parece volver al cuerpo, esos instantes de nueva ilusión, esas sensaciones de estar viviendo más allá de lo vivido–, en «Corazón» tenemos un conjunto de poemas que emulan el tecnicismo –El detalle minucioso de la poesía emula los consejos a seguir ante una operación delicada donde no debe cometerse ningún fallo–.

La poesía se adhiere a dos perspectivas diversas en este libro. Por un lado, parece como un salvavidas seguro frente al naufragio, por el otro, una forma contundente de marcar las reglas de un juego vital y sangriento donde el objetivo primordial es sobrevivir cueste lo que cueste, y vengarse por el daño recibido. Y en todo ese entramado de experiencias, deseo y sensaciones el desgarro que producen el desamor y la pérdida ocupan un lugar importante, como lo vemos en este poema:

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El desamor en urgencias

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Adriana Bertorelli juega con imágenes clínicas para hacer uso de una ironía deliciosa. El resultado es conseguir que un tema común en poesía, y tan absolutamente gastado, se renueve y nos permita acceder a una nueva perspectiva sobre lo mismo. Bertorelli construye un poemario lleno de delicadeza pero a la vez de consejos para construir (y reconstruir) un corazón, para sobrevivir a la tragedia del desamor, y también del amor, y sobre todo, para entender que no está todo dicho (ni escrito).

En la ironía de Bertorelli no se salva nadie. Si la intensidad de los primeros versos parecían condenar el libro a un texto en torno a un grito herido contra el ser amado, la segunda es una poesía de venganza y guerra que coquetea con el asesinato y la crueldad de una forma absolutamente impactante. Y entonces, el enamoramiento resulta una circunstancia torpe, que se confunde con la felicidad, y nos impide ver (y vivir) con claridad. Hasta que llega la poesía, la voz de Adriana Bertorelli. ¡No deje nadie de leerla!

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