Jean Rhys: Beber contra el desarraigo

Jean Rhys: Beber contra el desarraigoPor este ciclo de literatura y alcohol han pasado ya numerosos personajes literarios que han mantenido una estrecha relación con la bebida.

Hoy, por ser el Día de las Escritoras, la protagonista será una ella: Jean Rhys, que se suma a la lista encabezada por Sexton, Bishop y Parker.

El principio de la extranjería

Jean Rhys nació el 24 de agosto de 1890 en la Isla de la Dominica, cuando ésta pertenecía todavía al territorio insular británico, el seno de una familia mixta: su padre era galés y su madre caribeña. El primer contacto con el desarraigo lo tuvo en su tierra natal al sentir el rechazo por parte de sus vecinos y compañeros de escuela, que la consideraban una joven extraña y preferían mantenerse alejados de ella. Debido a esta sensación de no pertenecer a su lugar de nacimiento fue gestándose en Rhys el deseo de marcharse. Así lo hizo en cuanto pudo: apenas cumplidos los 16 años. Se mudó a Inglaterra con el objetivo de labrarse un futuro como escritora, aunque el camino sería mucho más duro de lo que ella creía.

Las dificultades económicas y la soledad fueron compañeras de viaje para Rhys. Aunque en Londres comenzó a escribir de forma comprometida e irrefrenable, para ganarse la vida tuvo que buscarse toda clase de trabajos y cuidarse de sí misma y de un mundo que parecía dispuesto a pisotearla. Una de las cosas que comprendió cuando llegó al viejo mundo fue que allí tampoco había un sitio al que pudiera llamar hogar, continuaba siendo extranjera. Esto provocó en ella una gran decepción y junto con las dificultades económicas, la llevaron a refugiarse en la bebida.

Si bien su trabajo como literata ya tenía un amplio camino recorrido no fue hasta la publicación de «Ancho mar de los Sargazos» que Jean consiguió afirmarse como una autora de relevancia. Esta obra, que se presenta como la precuela de «Jane Eyre» es para muchos la más identitaria e impresionante de Rhys. «Después de dejar al señor Mackenzie», «Viaje a la oscuridad» y «Buenos días, medianoche», publicadas con anterioridad, son obras, sin embargo, que también nos permiten apreciar la pluma de una autora sagaz y decidida.

Después de Londres vino París. Allí Rhys se ganaba la vida como artista bohemia y aunque continuaba sufriendo importantes privaciones, la vida parecía sonreírle un poco. En esta etapa consiguió incorporarse a la fuerte corriente literaria modernista que hacía pugna por conquistar el mundo partiendo de Francia. Entre copa y copa e interesantes encuentros con los autores que circulaban por los bares parisinos, Jean fue apuntalando su obra, y también su decidido placer por la bebida.

Jean Rhys: Beber contra el desarraigo

La literatura como reflejo del alma

Algunos de los conflictos que habitan en la obra de Rhys y que la afectaron a lo largo de toda su vida están relacionados con las dificultades que deben atravesar las mujeres en una sociedad patriarcal. Asimismo el sentimiento de extranjería y la independencia económica y cultural son temas que atraviesan su obra de punta a punta.

Otro de las rasgos muy presentes en su obra está relacionado con su mestizaje, quizá uno de los dolores que más marcaron su niñez y que la acompañaron durante toda su vida. Apátrida en todos los puntos cardinales, Rhys encontró su único refugio en la literatura, que se volvió su casa, su patria y su familia. Basta leer cualquiera de sus obras para descubrir lo mucho que le afectó su falta de pertenencia a un sitio. La mayoría de sus historias tienen como protagonistas a mujeres que se ven desplazadas de su propio mundo y condenadas a vivir en sociedades donde no se las respeta y donde la vida es sumamente dolorosa.

Cabe señalar que uno de los aportes más interesantes de Rhys a la literatura es el haber sabido fusionar de una forma inteligente un estilo modernista propio de lo que se estaba haciendo en Europa en aquel momento con un estilo caribeño donde quedaba clara su procedencia y su espíritu latino.

En su libro «Viaje a la oscuridad», Rhys imprime muchas de sus emociones y su propia historia. Aunque la protagonista es una joven nacida en las Antillas, el resto de los sucesos que se narran, incluida la inmigración y la difícil batalla de sobrevivir en el extranjero como corista, podrían ser reflejos exactos de la vida que tuvo Rhys y de lo mucho que le costó hacerse un lugar en el mundo. Una de las características de este libro y que ilumina toda la obra de Rhys es la melancolía. La forma en la que sus protagonistas lidian con el desamparo y ansían una vida de ensueño, con la que soñaron cuando eran pequeñas, y que saben jamás podrán conquistar. No obstante, la escritura de Rhys no es victimista sino más bien seca y directa, lo cual nos obliga a mirar más allá de lo que se dice y nos invita a sentir la tristeza sin que ella forme parte del lenguaje.

Copas de vino en su mesita de noche. Ese es el elemento invariable. En las decenas de casas que habitó la escritora, pensiones de mala muerte, hoteles y casas pintorescas, el elemento en común y el compañero constante de Rhys fue el alcohol, la copa de vino junto a la cama. Por mucho que cambiaran sus hogares, algo en ella permanecía intacto, esa tristeza y esa soledad que había vivido de pequeña y que la acompañarían a lo largo de toda la vida, llevándola a beber cada vez con mayor ahínco, como si intentara huir de algo que habitaba en lo más profundo de su ser. ¿Habrá conseguido a través del alcohol habitar otros mundos, más cálidos, más propios, que sus atribuladas personajas?

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