Este oficio tan bonito tiene, como todos, sus muchas perspectivas. Las muchas formas de contar lo mismo. Y también las muchas maneras de acercarse al trabajo. Pensando en eso he creado este miniciclo. A lo largo de las diversas entregas voy recorriendo algunos de los consejos famosos de escritores y escritoras con el deseo de crear una buena lista de consejos que puedan servirnos a todos los que aspiramos a parecernos un poquito a aquellas criaturas que nos han cambiado la vida con sus historias. Comienzo la tercera entrega en la que los consejos giran en torno al autoconocimiento y a la pasión lectora: dos actitudes que no deberían faltar en el trabajo de cualquiera que aspire a dedicarse a la escritura.
Lo que dicen algunos escritores de la escritura III. Te invito también a leer las dos entregas anteriores en los siguientes enlaces: I y II.
Conocernos para saber contar
Bradbury decía que lo más importante es saber quién somos, porque eso nos llevará a la respuesta de qué queremos y una vez tengamos eso sólo nos falta escribir y dejarnos llevar por el lenguaje en un camino de descubrimiento. Sin lugar a dudas puede ser un buen consejo pero todo depende del tipo de escritor que seas. Por eso, saber quién eres puede serte de gran ayuda; así sabrás hasta qué punto te conviene hacerle caso al autor de «Vendrán lluvias suaves» o enfocarte en un trabajo más ordenado y partir de una minuciosa planificación.
Pero ten presente que, ya sea que seamos como aquellos autores que necesitan tenerlo todo muy diagramado antes de unir palabras por escrito o que lo nuestro sea dejarnos llevar, visitando y descubriendo mundos a cada paso, lo mismo da si queremos desarrollar este oficio. Porque en ambos casos tendremos que sentarnos a trabajar muchas horas. Y en ambos casos debemos tener claro un punto de partida.
Lo importante al sentarnos a escribir es saber qué queremos contar. Entender que no queremos simplemente mostrar algo sino provocar una reacción en el lector. Esto sólo podremos conseguirlo si tomamos las decisiones adecuadas, si somos capaces de olvidarnos de nosotros y de meternos en la escena, en la historia, lo suficiente, como para saber cuáles son las emociones que están en juego. No tenemos que mostrar sino demostrar que en eso que estamos contando hay una verdad que a nosotros nos ha cambiado. Quizá este consejo de W. Somerset Maugham sea uno de los más sensatos y bellos que nos den jamás. Dice:
El trabajo de la escritura
Escribir puede ser un pasatiempo o puede ser un oficio. Si le dedicamos sólo nuestro tiempo libre, entonces nunca seremos escritores; si la literatura se convierte en toda nuestra vida, si pensamos constantemente en ella, si leemos, si nos formamos, entonces podemos llegar a escribir mejor cada vez.
El reconocimiento es algo que no nos va a asegurar nadie. No basta ser un buen escritor para ello. La vida se entrelaza también de situaciones determinantes que a veces dependen más del azar que de la voluntad. No obstante, si trabajamos duro y en alguno de esos cruces de camino la suerte nos abraza, entonces estaremos bien preparados para saber aprovechar nuestro momento. Entonces, este consejo de Michael Ende no nos vendrá nada mal:
Y termino con otro consejo de Ray Bradbury, quien dijo que lo mejor que podemos hacer es volver a las bibliotecas. Y en ese volver a estos templos sagrados, también se refiere a la lectura. Leer, leer y leer es lo que nos dará la base imprescindible para convertirnos en buenos escritores. Y si no lo logramos, al menos habremos disfrutado de una de las cosas más hermosas que hay sobre este mundo: la lectura.
Así que, a seguir trabajando duro, pero sin olvidarnos del disfrute. No podemos dedicarnos a algo tan arduo como es la escritura si no sentimos pasión; si no implica para nosotros un verdadero disfrute ese encuentro con nosotros mismos, en solitario, si no somos capaces de ver en este oficio un mundo posible donde sentirnos a salvo del propio mundo.
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