Escritores contra la pena de muerte

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Muchos autores han dedicado especial atención a la pena de muerte. Dos de ellos son KostLer y Camus, ambos víctimas de un sistema injusto y arbitrario, autores de «Reflexiones sobre la guillotina» y «Reflexiones sobre la horca», respectivamente. En ambas puede leerse una argumentación extraordinaria y clara acerca de la importancia de que respetemos la vida por encima de la ley. Sus escritos datan de hace más de medio siglo, pero todavía son vigentes. Leerlos seguramente nos ayudará a esclarecer nuestra idea acerca de esta cuestión fundamental, el derecho del ser humano a dar muerte a otros en nombre de la justicia.

Albert Camus, la justicia no es perfecta

Una de las explicaciones más claras que existen sobre la pena de muerte es, sin lugar a dudas, es la expuesta por Albert Camus. Cuando Camus escribió este ensayo todavía en Francia algunas personas que habían cometido crímenes de derecho común eran ejecutadas a través de la guillotina. Pese al extenso tiempo que ha pasado, aún es una discusión que se halla vigente, teniendo en cuenta que aún muchos países aplican esta pena como condena, creo que es importante hacer un alto en el camino para analizar las ideas de este filósofo.

Camus relata cómo se vivió en su casa la ejecución de un hombre que había sido acusado de asesinato y llevado a la guillotina. Fue un caso particular en Argelia, donde el crimen se veía aseverado porque entre las víctimas se hallaban menores. El pueblo entero estuvo a favor de la ejecución, querían ver morir al asesino en la plaza del pueblo bajo la guillotina.

Camus reconstruye cómo fue aquel día. Dice que su padre se levantó más temprano que de costumbre y fue a reunirse frente al patíbulo, una gran multitud se agolpaba allí. Cuando regresó parecía otro, estaba pálido y trastornado. Después de vomitar y quedarse durante un buen rato tendido en la cama, se levantó. Nunca más volvió a decir una palabra sobre aquello. Las palabras de Camus son fuertes pero lo dicen todo:

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Sobre el castigo verdadero

Para Camus el castigo no funciona, sobre todo porque esa sociedad que le condena no cree en el ejemplo del que habla. Además, porque no existen razones para creer que la pena de muerte puede ser aleccionadora para la sociedad, ya que siguen existiendo asesinos, aún en los condados donde está esta legalizada. Camus asegura, en tercer lugar, que la pena capital no puede funcionar porque está basada en un modelo repugnante con consecuencias imprevisibles y que su único resultado es presentar sociedades más bárbaras y que se ensañan con los enemigos, en vez de alcanzar un punto de redención o de entendimiento.

Otro punto que puede verse reflejado en la lectura de esta obra es el sentimiento de venganza de los seres queridos del asesinado. Como se trata de un sentimiento no puede ser llevado al carácter objetivo de la legislación, no es un principio. Camus dice que la ley no puede responder a las propias leyes de la naturaleza y que de ser así no tiene razón de ser, ¿para qué podemos necesitarla?

Por último, pese a que se asegura que las ejecuciones se realizan sin infringir ningún tipo de sufrimiento a los acusados, Camus habla acerca de ese tiempo previo a la muerte, esa etapa en la que los que han sido declarados culpables por la ley (en algunos casos sin ni siquiera ser los autores del delito) esperan su ejecución en el pasillo de la muerte; dice que es imposible hablar de hacer morir a alguien sin generar sufrimiento. Asegura que se trata de una doble muerte, la de ese tiempo previo y la muerte física, y es la primera peor que la otra.

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KoestLer, la justicia y la venganza

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«Reflexiones sobre la horca» es un ensayo escrito por Arthur KoestLer en 1955, quien estuvo a punto de ser ejecutado durante la dictadura de Franco.

KostLer demuestra que la responsabilidad penal no es más que una pancarta para esconder las verdaderas razones por las cuales se toman las decisiones. Invita a reflexionar acerca de las posibles razones que llevaran al supuesto asesino a ejecutar su plan: si fuera por causa de enajenación mental por ejemplo, vengarse de él sería tan absurdo como hacerlo de una máquina; si lo hubiera hecho en su plena libertad y conciencia de sus acciones, la venganza se convierte en algo más guiado por los impulsos que por las leyes, sería una venganza contra el espíritu, donde la lógica no tendría cabida.

Llega más lejos al definir el mal. Expone que la justicia y la venganza no hay forma de que vayan unidas y que el ser humano no tiene absolutismo sobre los actos suficiente como para resolver que un hombre ya no tiene opciones de enmendarse, por lo que debe ser alcanzado por el castigo definitivo. Y lanza la pregunta ¿Todos los ejecutados eran seres humanos «irrecuperables»?

Otro autor que se unió a las ideas de Camus y KoestLer, entre muchos otros, fue John Dos Passos, quien luego de ganar su prestigioso espacio de Manhattan Transfer, intentó con sus palabras salvar la vida de los italo-americanos condenados a muerte Sacco y Vanzetti; lamentablemente sin conseguirlo, ambos anarquistas fueron ejecutados en Massachusetts en 1927.

Los casos de condenas a muerte presentan similares características, un espectáculo de difamación flameado por los medios de comunicación y los poderes políticos; los crímenes se presentan como la peor aberración que pudo cometerse jamás, tan graves se muestran que la justicia ordinaria es insuficiente para castigarlos, entonces la única salida es la muerte.

Lo que se esconde detrás de esta condena es que a través de ella el público puede solidarizarse con las únicas víctimas y volverse una víctima de aquel hecho. Con la muerte de los asesinos, los ciudadanos pueden santificar sus bajas pasiones y deshacerse de la responsabilidad de colaborar con la reinserción de asesinos en la sociedad. La pena de muerte se ha convertido en una manera en la que los gobiernos amenazan, las sociedades exculpan, y los individuos soportan.

Cuestiones para pensar

Camus habla en su obra de los eufemismos a los que nos unimos para justificar este hecho bárbaro de asesinar a un asesino. Dice que es tal la necesidad de exculpar a la sociedad que se recurre a frases como «ha pagado su deuda a la sociedad», «ha expiado» o «se ha hecho justicia», sin embargo, asegura que esta clase de hechos son los que obligan a hacerse la pregunta de qué es la justicia, a qué le damos ese nombre.

La pregunta que se desprende de todos los escritos y que deberíamos hacernos es ¿es el ser humano capaz de juzgar los actos? ¿la justicia siempre obra en favor de la verdad? y, aún estando de acuerdo con que la pena de muerte sea una forma legal de castigo, ¿qué nos hace creer que no morirán inocentes en nombre de esa justicia temblequeante y esa verdad difusa?

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Comentarios1

  • herminia trejo

    LA PENA DE MUERTE, TEMA INTERESANTE Y COMPLICADO. NADIE ES DUEÑO DE LA VIDA DE OTRO, QUIEN QUIERA SEA ESE OTRO, EL QUE CONDENA AL CONDENADO NO SE CONVIERTE EN ASESINO?
    EL RELATO DE CAMÚS, SOBRE LA EJECUCIÓN QUE PRESENCIA SU PADRE, ES MENCIONADO EN SU LIBRO EL EXTRAJERON, Y COMO TANTAS OTRAS VIVENCIAS DEBIERON MARCAR SU VIDA.
    EXCELENTE EL ARTÍCULO. GRACIAS



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