Diálogo con David Eloy Rodríguez y Jacinto Pariente (Segunda Parte)

David Eloy Rodríguez y Jacinto Pariente estarán este viernes en El Ateneo de Málaga presentando el resultado de un taller que vienen impartiendo desde hace tres años en el pueblo de Benagalbón. «Verdiales de la Coplerativa. Nuevas letras para la fiesta» es el libro publicado por El Cartuchito de Letras. Sobre el taller y la fábula verdialera seguimos conversando aquí. Puedes leer aquí la primera parte de la entrevista.

Los verdiales en papel

Vivimos tiempos difíciles para la tradición, tiempos duros para el arte, para las creaciones plásticas o que requieren de un cierto reposo para su desempeño. Ante una realidad así, cómo actuar, de qué forma responder ante el aluvión tecnológico que nos sobrepasa, y por qué se vuelve necesario apostar por un tipo de composición tradicional que no se ajusta a las demandas de esa realidad. Jacinto y David lo tienen claro.

D—Conocer y apreciar el rico patrimonio de la poesía popular es una deliciosa aportación a la vida. Se trata de palabras que dicen con gracia y hondura, versos como un pensar común, un decir común que celebra, ilumina, acompaña, consuela, une. La poesía popular nos permite una expresividad inmediata y lúcida, concisa, intensa e incisiva, estética, eficaz; es una fiesta del lenguaje, repleta de ingenio, encanto y oportunidad. Nosotros proponemos participar en esa fiesta, actualizando ese patrimonio con palabras desde nuestro tiempo y contexto, desde lo que tenemos hoy que contar y cantar, y para poder participar en el juego hay que conocer las reglas del juego, su funcionamiento.

J—Es importante comprender y manejar con soltura y corrección las formas, los mecanismos, las características de la poesía popular (la técnica: la métrica, la rima, los recursos…), que provienen de la sabiduría del pueblo a través de las generaciones, y hay que atender esas claves para adentrarse con respeto, elegancia y saber hacer. Cuando se conocen esas reglas estamos más preparados para saber romperlas si fuera preciso.

D—En la cibercultura en la que vivimos, caben también la oralidad y las tradiciones populares. En las plataformas de vídeo, por ejemplo, podemos encontrar muchísimas grabaciones con momentos de fiesta indomesticable. Por otro lado, tanto Jacinto como yo escribimos en nuestros libros de poesía de muchas y diversas formas, con diferentes músicas y ritmos verbales, no necesariamente acogiéndonos a las formas estróficas tradicionales, pero sí que sentimos que aporta muchísimo, tanto como lectores como creadores, conocerlas y aprender a usarlas.

La improvisación en los verdiales

En la tradición andaluza la improvisación goza de mucha importancia. Los verdiales no son la excepción. Pero ¿cuál es realmente el papel de la espontaneidad en este arte?

D—En la fiesta de verdiales se pueden cantar letras del repertorio tradicional, anónimas, populares, las que la memoria traiga a la memoria, al corazón y a la voz, o letras nuevas, de autor, que viajan en la memoria o que se improvisan al instante por quien canta, en esa misma forma estrófica. Improvisar o levantar una copla, según el antropólogo Antonio Mandly Robles, es “dar con verdaderas palabras nuevas a través de una recombinación sorpresiva de materiales familiares”. Es una técnica: se puede aprender, interiorizando la estructura, el ritmo, los juegos de lenguaje, a escribir en el aire, a habitarlo de palabras al compás, musicales y ciertas.
»—Teniendo en cuenta que requieren de música y palabra, ¿podríamos decir que son composiciones de tipo colectivo, de construcción multidisciplinar?

J—Cuando se improvisa una copla, se improvisa en un contexto, en un aquí y un ahora, y todo influye para quien canta: la música, la memoria, la agilidad, la experiencia, quienes escuchan, el ambiente… La autoría de una copla improvisada en la fiesta de verdiales es lo de menos. Como escribió Francisco Díaz Velázquez: “Las coplas son como el aire / para poder ser de todos / tienen que no ser de nadie”.

Si se trata de pensar sobre lo más importante, eso que no debe faltarle a una buena letra ambos coinciden en que sus ingredientes fundamentales son:

D—Verdad. Emoción. Sencillez. Naturalidad. Sabor. Ritmo. Eufonía. Sugerencia, gracia, magnetismo. Elocuencia y cierta belleza. Raíz. Oportunidad. Fiesta.

Algo que me llama muchísimo la atención es que, pese a que son cantos de júbilo o de alegría, una de las emociones que no se dejan afuera es la melancolía. ¿Se trata de una forma distinta de entender lo festivo?

J—La fiesta de verdiales, de origen rural y raíces campesinas, con todos sus componentes y rituales, conforman un hecho cultural muy antiguo, rico, hermoso y complejo. En las letras que se cantan caben el amor y el desengaño, el piropo y el proverbio, la tierra y el sueño, la alegría y la pena, el humor y la crítica…, aunque suele dominar el tono celebratorio, muchas veces jocoso.

La última pregunta que me queda es en torno a la relación entre la fiesta de verdiales y el palo del flamenco del mismo nombre. ¿Son cosas distintas? Aquí debemos estar muy atentos, puesto que el saber popular nos puede llevar a hacernos una idea errónea de lo que es cada uno. Jacinto lo explica mejor:

J—El palo del flamenco es una evolución, una adaptación de los verdiales, de la fiesta.

El viernes se presenta en Málaga «Verdiales de la Coplerativa. Nuevas letras para la fiesta», un libro que recoge los frutos de esta fantástico taller gracias a la editorial El Cartuchito de Letras. Aquí puedes encontrar más información sobre el evento.

Las fotos son de los amigos del blog Su Mal Espanta.



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