Dejar de escribir… ¿Dejar de sufrir?

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Dejar de escribir... ¿Dejar de sufrir?

Muchos autores, llega un momento en la vida que deciden abandonar la creación literaria. A veces me pregunto si es esto posible y de ser así, ¿cómo lo es?

Casi desde que tengo uso de razón inventó historias y en cuanto supe escribir necesité plasmar mis ideas a través de la escritura. No entiendo, por tanto, la vida sin la escritura, como tampoco la entiendo sin la literatura.

Por eso, cuando tan grandes autores como Alice Munro o Philip Roth anuncian que se separan de la creación literaria no puedo evitar preguntarme cómo hacen. ¿Cómo se llega a tomar tal decisión y cuán posible es mantenerse en la misma?

Munro y Roth dejarán de publicar

Cuando Munro y Roth anunciaron que dejaban la escritura expresaron que sentían un inmenso alivio. La pregunta es si realmente dejarán de hacerlo. Y me temo que se referían a que dejaría de publicar, que abandonarían el mundo mediático de la escritura y la exposición. Lo cual no se refiere exactamente a abandonar la pluma. No podemos imaginar la cantidad de escritores dedicados que jamás han publicado nada, y pese a ello no dejan de ser escritores.

Hace unos días citábamos a Juan José Manauta quien decía que la escritura siempre es un oficio de compromiso. Las personas que escriben se comprometen con decir o callar, pero en ambos casos hay una decisión aferrada a un compromiso determinado. Por todo esto, un escritor comprometido jamás podría dejar de escribir; lo cual significa que ninguno podría dejar de hacerlo.

Alice Munro aseguró en el 2006 que dejaba las letras, sin embargo siguió y, recientemente, se ha publicado un nuevo libros de relatos. Si tenemos en cuenta que ya cuenta 82 años, es sumamente meritorio que continúe escribiendo y regalándonos fantásticas historias. Ahora dice que es para siempre.

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Pero también expresó que detrás del alivio hay una especie de congoja porque siente que se quedó sin una de las cosas más importantes en su vida. La primera era su marido, quien falleció hace algunos años; ahora se van las letras y se queda sin las dos cosas más importantes de su vida.

Dejar de escribir... ¿Dejar de sufrir?

 

Autores que abandonaron el oficio

Hasta hace un tiempo llegar a los 80 era un mérito inaudito, al que pocos accedía. Pero ahora, es difícil no llegar con buena salud y lucidez a esa edad. Incluso muchas personas que se dedican a lo que quieren suelen estar mucho mejor física y mentalmente que muchas personas que cuentan con la mitad de su edad. Basta con mirar el panorama literario y encontrarnos con autores de avanzada edad que acaban de publicar, como James Salter o William H. Gass.

La pregunta es ¿se puede jubilar de verdad un escritor? ¿puede dejar de escribir para siempre? Supongo que la respuesta reside como siempre, en comprender por qué escribimos y, sobre todo cómo sentimos la literatura.

Para muchas personas el oficio de escritor es triste y doloroso, para esas personas imagino que tiene que llegar un día en el que se jubilen porque, de lo contrario estarían condenándose a la tristeza hasta el fin de sus días. Otros autores ven la literatura como una salvación, en tal caso ¿qué necesidad hay de abandonar la escritura?

El abandono de las letras no es algo nuevo. Muchos y grandes autores dejaron de escribir mucho antes de llegar a la vejez.

El caso más llamativo y que más controversias ha generado, es el de Arthur Rimbaud, quien escribió intensamente entre la edad de los 16 y los 20 años para después abandonar este oficio. De hecho, de sus últimos 17 años de vida no existe un solo registro de creaciones suyas (ni poemas, ni cartas, ni ensayos, ni siquiera extractos de nada). No se sabe exactamente qué pasó con él. ¿Puede acaso alguien que escribía tan maravillosamente perder el don de la escritura o quedarse sin nada para decir?

Por supuesto que la mayoría de los comentarios apuntan a Verlaine como culpable. Y puede que lo sea, aunque no por ese amor quebrado, sino porque siendo Rimbaud un joven-niño que tenía tan poca tendencia al orden, posiblemente pudo escribir tanto durante esos años por el incentivo y la disciplina impuesta por su maestro. De todas formas, lo que haya pasado por su cabeza, incluso la forma en la que haya vivido la escritura, no tiene una explicación.

Dejar de escribir... ¿Dejar de sufrir?

 

¿Qué tenían en común Salinger y Wallace?

Otro caso es el de J.D. Salinger. Escribió alrededor de 20 cuentos durante su primera juventud, e incluso publicó una novela. Obras que pasaron a la historia y que aún al día de hoy son leídos con suma devoción. Y de repente, dejó las letras. Tenía recién 42 años y, si tomamos en cuenta que vivió hasta los 91, resulta sumamente extraña la forma de separarse del oficio. Y, aunque sus admiradores confían en que tarde o temprano se encontrará alguna obra póstuma, debemos aceptar que Salinger ya no está y que escribió mucho menos de lo que consideramos habría podido.

Y, si queremos llegar a entender abandonos literarios todavía más dramáticos, podemos acercarnos a la historia de David Foster Wallace. A los 34 años publicó «La broma infinita», una novela que gozó de un éxito descomunal. Se hizo famoso e incluso fue considerado como el escritor de su generación por los medios más prestigiosos del momento. Lamentablemente, no pudo superar las expectativas del mercado y se suicidó a los 46 años, sin haber publicado nada más. El temor de no poder escribir algo que se pareciera y que tuviera el éxito rotundo de la primera obra, lo condujo a la tristeza y a la ruina emocional. Y abandonó la escritura de la forma más definitiva.

Dejar de escribir... ¿Dejar de sufrir?

Pero estas son solo algunas de las numerosas historias, incluso autores prestigiosos como García Márquez han dejado la escritura. Otros a citar pueden ser Juan Rulfo, E.M. Forster o Imre Kertész.

La anécdota que encabeza el artículo puede ilustrarnos acerca de las sensaciones y la forma en la que un escritor vive. Cada vez que nos encontramos con una imagen que dispara una seguidilla de palabras en nuestra mente, estamos escribiendo. No solo cuando nos sentamos frente a una hoja o el ordenador.

Escribimos porque vivimos y mientras respiremos no podremos abandonar las letras. No me creo que Munro o Roth abandonen la escritura, en todo caso, deciden guardarse para ellos mismos las ocurrencias o frases que surjan en sus mentes. Deberían anunciar que se jubilan de la publicación, no de la escritura.

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