Al borde del despertar: literatura en tiempos de patriarcado

Como escritor Javier Marías no me interesa, como intelectual tengo muchísimas diferencias con él, sin embargo no podría decir que es un autor sobrevalorado, porque sería prepotente de mi parte creer que mi opinión es tan necesaria y válida como para derrumbar el buen gusto lector de otras personas. Al igual que él opino que Gloria Fuertes no fue la gran poeta española que quieren vendernos; aunque sí considero que la crítica de la época la ninguneó por ser mujer y por venir de cuna humilde. Y esa simple razón es suficiente para hacer una fiesta por todo lo alto para recordar su poesía y su lucha.

No fue la gran poeta española (aunque muchos no podríamos escribir ni una sola de sus líneas) pero ¿desde cuándo festejamos los cumpleaños sólo de los que han sido genios? En la Generación del 27, por ejemplo, hubo muchos escritores que no estaban a la altura de García Lorca (con esa vasta imaginación que lo llevaba a crear imágenes y figuras tan auténticas) y que, sin embargo, han tenido un reconocimiento importante por parte de la crítica. Lo mismo cabe para los de la Generación del 50, ¿quién a la altura de Claudio Rodríguez? Sin embargo, la lista de autores de ambas generaciones es larguísima, y la encabezan hombres y más hombres. A excepción de unas pocas mujeres que, ¡eso sí!, fueron tan buenas que el mundo tuvo que reconocerlas, porque cuando se nota, la necedad, queda fea.

Las columnas de Marías son imprescindibles. Hay que leerlo para entender el mundo. Es muy importante que alguien como él nos diga qué tenemos que leer porque esto nos sirve para confirmar que a las escritoras siempre se nos ha exigido lo imposible y, sobre todo, se nos pide que estemos muertas. Basta leer sus excelentes referencias literarias. Todas excelentes. Sí. Sexton, Brontë, Arent, Ajmátova… ¿Quién puede dudar de cualquiera de ellas? Y… sin embargo, aquí esta la Fuertes, con sus agallas, con sus miedos, y su soledad. ¿Por qué olvidarla?

Lo que escribe Marías ha herido a muchas de mis compañeras, y las entiendo. Sin embargo la reacción ante sus palabras no creo que haya sido acertada. En lugar de patearle la jeta, podríamos aprender de él (todos tienen algo para enseñarnos) y, de paso, revisar mejor nuestra lucha y tolerancia ante el que piensa distinto (por machista y desagradable que nos pese que sea). Indagar en sus miedos, en sus miserias, que son las que le han convertido en nuestro enemigo. Con taparnos las orejas y gritarle insultos lo único que conseguiremos será quedarnos fuera de la lucha. Los insultos nos devuelven al patio de la escuela y no a discutir sobre lo que realmente nos importa.

Pero volviendo a Fuertes, que es sobre quien deseaba escribir. La pregunta que cabe hacerse es ¿todos los hombres que pasaron a la historia (con sus nóminas, sus museos, sus colecciones y sus monumentos) fueron geniales?. ¿Realmente existen tantas mentes insuperables? En lo que va de mi experiencia lectora (que es mucho menor que la suya) he conocido poquitísimas voces que podría colgar en esa categoría. Esto me lleva a pensar que si bien es posible que Gloria Fuertes no haya sido la poeta española por excelencia, si Fernando de Rojas tiene su homenaje, si la mismísima Rosalía de Castro tiene su lugar en la historia, ¿por qué no festejar su aniversario como se merece? Por otro lado, a lo mejor no está tan mal recordar que en todas las épocas hubo mujeres no tan buenas que no llegaron porque se las midió con una rigidez con la que no se evaluó a sus compañeros?

Tiene razón Javier Marías cuando dice que la muchas mujeres no consiguieron pasar a la historia no siempre a causa del «ninguneo del patriarcado», en ocasiones la falta de talento colaboró con ese olvido; sin embargo, ¿a cuántos hombres les sucedió eso? Sí, también coincido con él cuando expresa que existe una tendencia a vanagloriar todo lo hecho y escrito por mujeres. Sin embargo, hay una sencilla explicación para esa lucha de visibilidad: la herida.

Porque el borde es la herida

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En su novela «Los americanos sin nombre» Cristina Henriquez hace un exquisito trabajo reflexivo en torno a la migración, a las variopintas razones que encontramos para armar las maletas y fugarnos a un sitio mejor, con esa ilusión que sólo quien ha emigrado puede percibir-entender-recordar. Después, en la novela (en la vida también) las cosas se tuercen y nada resulta como lo soñaron los protagonistas: la vida se ajusta a la mediocre rutina de seguir y seguir. Y en medio de todo eso, Henríquez (que tiene un talento y una sensibilidad que no es de este mundo) indaga en torno a la soledad del migrante y la indefensión frente a un mundo que chilla pero no le entiende. Traigo este libro porque en esta lucha de visibilidad para la literatura de mujeres, noto esa falta de empatía imprescindible para toda discusión-estudio (de un lado y del otro). ¿Alguien se ha preguntado por qué escribimos las mujeres? ¿y por qué nos duelen las palabras de los hombres cuando nos leen? Y por otro lado, ¿nos hemos preguntado nosotras por qué escribe y nos escribe Marías con esa autoridad que le otorga el haber nacido hombre en un mundo de hombres?

Sobre las razones de Marías no puedo decir nada porque no me valen las hipótesis para elaborar una explicación. Respecto a nuestra rabiosa lucha por engrandecer el trabajo de nuestras hermanas se me ocurren muchas y bien fundadas explicaciones. Necesitamos protegernos y abrazar a Fuertes tan fuerte que se note porque hemos vivido siempre al borde (y me atrevo a parafrasear a Gloria). Estamos al borde de morir, al borde de que nos pisen, al borde de perder trabajos y de morir en la pobreza mientras hombres de traje y corbata escriben prepotentes columnas en las que nos indican qué nos conviene leer y qué puede ser bueno para el feminismo: esa lucha que se parece a la extranjería en eso de dejarte a la intemperie. Sin embargo, como ellos, también estamos un poco perdidas.

Es evidente que ninguno de nosotros está haciendo las preguntas adecuadas, y por eso seguimos en el patio de la escuela, al borde de crecer, pero gritando como niños caprichosos, sin escuchar lo que los otros, los de la vereda opuesta, tienen para decir. Y aquí reformulo la inquietud de Henríquez para preguntar(me)
¿alguien se ha puesto pensar en los muchos y necesarios porqués que motivan a los demás a pensar como lo hacen?
¿alguien se ha preguntado por qué necesitamos levantar en andas a otras mujeres a las que consideramos ninguneadas por el patriarcado?
¿se han cuestionado por qué nos duele tanto que un erudito al que todos aman/odian diga que Gloria Fuertes no es una grandísima poeta (sin que importe si tiene o no razón en ese argumento)?
y nosotras ¿le hemos leído a Marías con la cabeza fresca o ya llegamos a él con esa rabia que nos provoca el desconcierto?
¿por qué seguimos sin hacernos las preguntas adecuadas?

La herida nos impulsa-condiciona y es la única razón que nos lleva a sacar el escudo y la lanza. Porque no necesitaríamos defendernos si no nos hubieran herido primero . Sin embargo, también protegernos es aprender a neutralizar nuestra ira para poder hablar-escribir desde lo ganado y no desde todo lo que nos han arrebatado.

No soy una lectora devota de Fuertes y, sin embargo, me gusta pensar que ya no está al borde de la fama, que alguien lee sus poemas y que alguien se interesa por recordarla. Mujer sola vale por dos.

Comentarios1

  • Carmen Ubeda Ferrer

    Considero excelente su comentario, Tes Nehuén.
    Gracias.



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