Te recomendamos dos novelas de iniciación

Te traemos dos novelas que cuentan con acierto las emociones convulsas del final de la infancia.

Joven en una librería

El verano es una época propicia para zambullirnos en largas lecturas. Una mayor cantidad de horas de luz y cierta laxitud en la rutina nos permiten dedicarnos con entusiasmo y tiempo a una de las actividades más hermosas de esta vida. Además, esta estación suele relacionarse con el paso de la infancia a la adolescencia y la pérdida de la inocencia. ¿Quién no tiene hermosos recuerdos de esta época vinculados a alguna lectura y alguna experiencia sentimental importante? En el artículo de hoy repasaremos algunas lecturas que tienen ese tono de transición entre una etapa y otra y enarbolan el sentimiento de sorpresa que supone este paso.
 
 

Adiós a la infancia

Una gran defensora de la infancia como espacio permanente fue la escritora Ana María Matute. Escribió:

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No se equivocaba. Es un territorio lleno de simbolismo, al que siempre intentamos volver, a pesar del desgarro que ciertas experiencias dolorosas traen consigo. El final de la infancia es, por tanto, una sensación potente, que se ve atravesada por la incertidumbre y el surgimiento del duelo.

El final de la infancia no está determinado por el comienzo del desarrollo y el descubrimiento de la vida sexual, sino que tiene que ver más bien con la apropiación de la conciencia. Ese final se caracteriza por la certeza de nuestra fragilidad, de la violencia del mundo y la inauguración de la nostalgia al apreciar las pérdidas. Asimismo, es notable la manera en que en este cambio de etapa comenzamos a ser conscientes de que el lenguaje ya no nos basta para nombrarnos, porque muchas de las heridas que acarreamos no tienen explicación.

La literatura a lo largo de la historia ha rendido numerosos homenajes a este período fascinante
. A través de diversas lecturas podemos apreciar la forma en que el deseo, la pérdida y la memoria se entremezclan para configurar nuestra identidad. La literatura nos da la oportunidad de poner en marcha un relato personal que bebe de diversas y maravillosas historias, a las que volvemos con el deseo de sentirnos otra vez en casa.

La infancia es, en la literatura, paraíso, mito y pérdida. Una herida inaugural, para ciertos escritores; para otros, como Rousseau, es un estado de pureza originaria, y hay quienes prefieren verla como un espacio para escenificar los conflictos que moldean la subjetividad (Freud, por ejemplo). Si nos fijamos, la mayoría de las historias literarias que se ambientan en esta etapa de la vida nos permiten apreciar la nostalgia por aquello que se desvanece y lo convulsa que resulta esa experiencia, marcándonos para siempre. El infante comprende que el mundo adulto reclama su presencia y, al mismo tiempo, se siente traicionado. El exilio de la infancia conduce a una etapa luminosa pero que acarrea muchísimo dolor.

Muñecos de plastilina que muestran el fin de la infancia

La infancia es un territorio permanente

2 novelas de iniciación que no deberías perderte

En el ámbito literario se habla de las novelas de iniciación o formación para referirse a un proceso de crecimiento y transformación que viven los personajes que protagonizan la historia. Generalmente son jóvenes y están reconociendo su autonomía y preparándose para dar el gran salto a la madurez.

A continuación te presentamos tres novelas que permiten apreciar el paso de la infancia a la juventud.

«El guardián entre el centeno», de J. D. Salinger

Holden Caulfield es el protagonista de una de las novelas juveniles más populares, El guardián entre el centeno, de J.D. Salinger. La historia comienza cuando Holden es expulsado del internado donde ha crecido y, temiendo regresar a casa de sus padres, decide quedarse vagando por las calles de Nueva York.

Una de las características fundamentales de este libro es que retrata el aislamiento de un adolescente que no consigue ubicarse en el mundo. Se siente fuera de la infancia pero, al mismo tiempo, no es bien recibido por el mundo adulto.

Entre las cualidades que siempre suelen señalarse habría que referirse al lenguaje coloquial. La forma en la que Salinger consigue captar y plasmar la voz adolescente con giros y repeticiones, cierta inocencia pero también una mirada más madura le dan a esta lectura un carácter inolvidable.

«Primera memoria», de Ana María Matute

Pocos autores han conseguido plasmar con tanto acierto como lo hizo Ana María Matute este paso de la infancia a la madurez. Y aunque es un tema frecuente en casi toda su obra, la novela Primera memoria es una de las que mejor lo demuestra.

En esta novela conocemos a Matia, una joven que está atravesando ese difícil paso de la infancia a la adolescencia. Y lo hace en el peor de los escenarios posibles: en medio de la guerra civil aislada en casa de su abuela, en una pequeña isla del Mediterráneo. La autora narra con acierto la sensación de opresión y tristeza que experimenta la joven.

El deseo de Matia de permanecer en la infancia choca con el surgimiento del deseo, de sus primeras amistades juveniles y la relación turbulenta con su primo Borja. En esta novela aparece también Manuel, un personaje muy querido de la obra de Matute, que volverá a aparecer en Los soldados lloran de noche, y será fundamental en la tercera entrega de la trilogía «Los mercaderes».

La literatura prolonga la infancia, permitiéndonos habitar ese territorio permanente del que hablaba Ana María Matute. Nos interroga, nos salva y nos invita a inaugurar la conciencia vital y literaria.

Avioncito de papel sobre el césped

El final de la infancia se encuentra contado de muchas maneras en la literatura



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