Algunas novelas sobre la infancia

Uno de los temas más reincidentes en la literatura es la niñez. Si buscamos obras que la aborden, seguramente encontraremos una gran variedad de ellas que tocan el tema desde diferentes perspectivas.

Aquí les presento tan sólo algunas de las que me han emocionado mucho y continúan haciéndolo. Y, por supuesto, ¡se las recomiendo muchísimo!

Las memorias de Tolstói

Una de las épocas literarias que mejor han sabido apreciar la infancia, sin lugar a dudas, fue la Edad Dorada de la Literatura Rusa. A la cabeza de escritores como Dostoyevski y Tolstói, los rusos impregnaron las letras de aroma a infancia, a recuerdos, a época imperdonable; posiblemente sea ésta la razón por la que muchos nos hemos quedado fascinados con estos autores y hayamos intentado aferrarnos a esos instantes dichosos de nuestra vida a través de sus obras.

Es difícil nombrar una sóla historia de esta época literaria que no haga alusión a la infancia; sin embargo quiero decidirme por una, y lo hago por «Infancia» de Lev Tolstói, uno de los relatos pertenecientes a sus memorias.

Lo más sorprendente de Tolstói es la capacidad para describir y reconstruir sus experiencias de una forma tan minuciosa; algunos se atreven a compararlo con el nivel de detalle de un entomólogo, que detalla la anatomía de un insecto… Personalmente, otra de las cosas que me parecen increíbles de este autor, es la forma de mostrar el mundo externo a través del interno; es decir, de reconstruir la sociedad de su tiempo mediante las vivencias que tuvo que enfrentar.

Sin olvidarnos de lo siempre inevitable en Tolstói, su análisis a raja tabla de todo lo que acontece. No deja que nada se le escape y permite que el lector se acerque a ese niño de una forma intimista e imborrable. Consiguiendo que una vez que termines la historia, no puedas volver a tu vida normal como si nada porque algo ha cambiado en tu interior y ¡esa es una de las mayores cualidades de la experiencia tolstoiana!

Sin familia, una larga historia de abandono

Otra historia recomendable es «Sin familia«. Cuando la leí, tendría unos 9 años y fue una obra que me atrapó desde el principio, al punto de no poder dejarla. Es ideal para acercarse a los pensamientos infantiles frente al abandono y la tristeza y, sobre todo, comprender en qué consiste la búsqueda de la verdadera felicidad, esa que no da el dinero.

El título original es «Sans famille» y fue escrita por Héctor Malot. Se trata de la historia de un niño de 8 años llamado Remi y comienza cuando descubre que la persona con la cual ha vivido todos esos años no es realmente su madre y que ésta lo abandonó en las calles de París cuando apenas era un bebé.

Pero no sólo se entera de esto, sino que además debe aceptar y acatar las órdenes de su padrastro cuando éste decide venderlo porque ya no puede mantenerlo. De ese modo, Remi llega a manos de Vitalis, un artista que se encuentra deambulando por las calles y que se compromete a educarlo y terminar de formarse.

Emprenden juntos un viaje por Francia, cuya meta será París. En la aventura viajan Remi y Vitalis, tres perros y un mono, animales de los que Remi se hace muy amigo. Y no quiero contar más porque, la verdad, ¡pierden todo el encanto las historias al convertirse en sinopsis! ¡Léanla si aún no lo han hecho! Estoy segura de que no van a arrepentirse.

Como ésta, hay otras historias similares de niños huérfanos o que han debido vivir experiencias un tanto tristes. Lo que más me interesa resaltar de todas ellas es que, pese a los acontecimientos lúgubres que narran siempre presentan un mensaje de supervivencia y de fortaleza para enfrentar las malas circunstancias de la vida.

Algunas de las novelas que quiero recomendarles considerablemente son: «Corazón» de Edmundo de Amicis, «Alegre» de Hugo Wast y «Anne, la de tejados verdes» de Lucy Maud Montgomery.

Primera Memoria de Ana María Matute

Ana María Matute es una de las autoras españolas que, a mi ver, mejor ha sabido pintar esta etapa de la vida, la infancia. En más de una ocasión, además, ha expresado su enorme pesar al madurar y su eterno deseo de quedarse en ese momento de lucidez y belleza para siempre.

A decir verdad, podría recomendar cualquiera de sus historias y seguro encontrarían en ellas una conexión con la niñez, pues es un elemento siempre reincidente; aunque no de forma repetitiva, pues sus historias son todas diversas y encantadoras y nunca te sucede que dices al comenzar una nueva: «Ésto ya lo he leído».

En fin… entre sus historias podría recomendar «Paraíso Inhabitado«, «La puerta de la luna» (una publicación de sus cuentos completos. ¡Realmente imperdible!) o «Aranmanoth«; sin embargo, he preferido quedarme con «Primera Memoria«, la cual he terminado de leer recientemente y me ha parecido increíble, encantadora, mágica, única, etc…

Una novela que te atrapa de principio a fin y en la que se pinta de forma clara y melancólica el fin de esta etapa preciosa que es la infancia, en la vida de dos primos, Matia y Borja, que durante la guerra civil deben mudarse a vivir con su abuela, a territorio seguro.

Allí vivirán sorprendentes aventuras y se enfrentarán a la rudeza de su abuela y a los conflictos de una sociedad machista, estructurada y ultra conservadora, que se cree con el poder de juzgar a las personas e imponerles una condena de indiferencia o crueldad para hacerlas pagar por aquello que, según los términos que ella misma ha creado «es imperdonable».

Así, Matia conoce a Manuel, un chico que pertenece a una familia que sufre todo tipo de vejaciones por diversas conexiones que existen entre sus antepasados y el pasado del pueblo.

A ella no le importa lo que piensan los demás, está dispuesta a acercarse a ese joven, conocerle y tomar ella misma la decisión de entablar amistad o no… ¡Interesante! ¿verdad? 😉

Podría seguir hablando horas. Realmente es una historia conmovedora, tierna y llena de elementos interesantes que te permitirán analizar tu época y sobre todo, comprender que sólo aquellos que se dejan llevar por ese niño que tienen dentro pueden llegar a alcanzar la felicidad alguna vez.

Y con estas recomendaciones los dejo por hoy; espero que les haya interesado el artículo y que se animen a leer algunos, si no todos, estos títulos. 🙂

Comentarios2

  • Diluz

    Que lindo, la primera imagen me recordó a mi infancia cuando pesito por pesito juntaba para comprarme todos los libros de la Colección Roobin Hood, algunos aún los conservo, y personalmente creo, que nada superará por mucha tecnología y todo lo virtual que se viene imponiendo, el placer que se siente al abrir un libro y comenzar a leerlo, nuestra imaginación vuela libre junto con ellos.
    El hábito de leer a veces es innato en cada uno, pero también se enseña, como tantas otras cosas, y esto vale la pena no dejar de hacerlo en los niños, amar los libros y crecer con ellos tiene un valor para mi, insuperable.
    Precioso artículo!

    • ZAHADY

      Así como vos decís, si no se nace se hace lector. Recuerdo que era mi padrastro que me llenaba de libros que me los devoraba. Mirá leí "El Principito" en medio día (quedé con dolor de cabeza por tres días)...y nunca dejé de leer y mis hijos, mis sobrinos y mis amigos son lectores, lectores de bibliotecas enormes...

      • Tes Nehuén

        ¡Qué hermoso lo que nos cuentan! Sí, los libros tienen algo muy mágico que nos transforma... ¿No les pasa que al ver un libro que hacía mucho no encontraban piensan "Este libro lo devoré en tal lugar"? jajaja a mí me pasa mucho. "Sin familia", por ejemplo, lo leí casi todo sentada en el piso de mi casa de la infancia, junto a una ventana, mientras afuera llovía... ¡Una sensación que todavía me acompaña!
        Abrazos a las dos y muchas gracias por leer y comentar. 🙂

      • ZAHADY

        ¡¡Cuanta información para tomar en cuenta!!

        • Tes Nehuén

          ¡Muchas gracias Zahady! Besos.

          • Diluz

            Diluz
            27 de octubre de 2012 a las 1:52

            Las abrazo a las dos con todo cariño ZAHADY y Téxil, que lindo es encontrar eco y poder compartir estas añoranzas que veo las tres las sentimos de igual forma. Hoy tengo la vista bastante cansada y la pantalla pareciera gastarla mas aún, pero aunque una ya no pueda volver a repetir aquello de leerse libros enteros en una noche, a veces apelando a la luz de una vela, (por no tener paciencia a esperar el día, y comerse la historia hasta el final) siempre le estaré agradecida a mi querido papá que de muy pequeños, cuando aún no sabíamos leer nos leía libros de Emilio Salgari ( siempre lo recuerdo, el primer libro que nos leyó se llamaba El Hombre de Fuego, y sus principales personajes, Álvaro Correa y el grumete García, jajaja) pensar que ahora, no me acuerdo ni lo que comí ayer jajaja pero esto no me lo olvido, y llenos de sueños y aventuras nos dormíamos esperando la siguiente noche para continuar la historia, luego ya aprendiendo las primeras letras nos hacía leer una o dos páginas a cada uno de mis hermanos y a mi, y así fuimos tomando el hábito de leer.!
            Mi hijo menor ya tiene 22 años, y algo que nunca me perdonaré, porque el siempre se acuerda, que comencé a leerle a Sandokan y nunca se lo terminé, jajaja! pero es que yo ya sabía al final, Mariana se casaba con Sandokan, y yo me moría de sueño!
            Un beso grandote, a las dos.





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