Nació en Moguer, Huelva, el 23 de diciembre de 1881. Era hijo de Víctor Jiménez, riojano, exportador de vinos y de la andaluza Purificación Mantecón. Comenzó la carrera de Derecho, la que dejó inconclusa, en la Universidad de Sevilla.
Su vida fue signada por el dolor, la depresión y la muerte. Su padre falleció en el año 1900, y a partir de 1931, su esposa, Zenobia Camprubi, comenzará a sufrir los efectos de un cáncer terminal, que desencadenará su deceso, el 28 de octubre de 1956. Tres días antes, la Academia Sueca lo había condecorado con el Premio Nobel de Literatura.
Sufrió las consecuencias de la Guerra Civil Española, que lo obligaron a abandonar su tierra y dirigirse a Estados Unidos, Cuba y Puerto Rico.
En su obra se encuentra la influencia del modernismo de Rubén Darío y de los simbolistas franceses. Su nombre colma la literatura española contemporánea.
Denominado por Rodó, el Andaluz universal, escribió una vasta obra, que podemos distinguir en dos etapas:
Entre 1898 y 1916 se impone con una poesía sobria, señoril, buscadora de lo esencial, influida por Bécquer, Góngora, Verlaine, Heine y Rubén Darío. Su sensibilidad se expresa en poemas de perfecta estructura formal. Mencionamos en este período: Rimas (1902), “Arias tristes” (1903), “Jardines lejanos” (1904), “Elegías” (1907), “La soledad sonora” (1911), “Pastorales” (1911), “Laberinto” (1913) “Platero y yo” (1914) y “Estío” (1916). “Platero y yo”, es sin duda, su obra más conocida, redactada en prosa, sobre la simple y candorosa vida de un borriquito.
Entre 1916 y 1949, el poeta se traza una línea estética más esencial y austera. Con su primer viaje a América descubre el mar como apertura a lo trascendente. Así comienza una búsqueda poética de la eternidad. Ejemplos de sus creaciones de esta etapa son: “Diario de un poeta recién casado” (1916), “Primera antología poética” (1917), “Eternidades” (1918), “Piedra y cielo” (1919), “Poesía” y “Belleza” (1917-1923).
Entre los elementos de su poesía encontramos:
La abstracción intimista, de cuyo uso son ejemplos: “Nada”, “Vigilia”, “Nostalgia” “Hastío”, “Soledad”, “Te soy fiel”, entre otras.
La simplicidad: lo cotidiano, el detalle simple, la nota popular, los sentimientos comunes de la humanidad, se subliman y vibran, discreta y recatadamente en sus poemas. Bien pronto dejó de lado los sonoros y brillantes recursos modernistas. Sus temas son accesibles y comunes. Halla su inspiración en el hogar, en el campo, en el amor, en el episodio de la calle o la casa, en el vuelo de la mariposa y en la muerte de Platero.
La pastoral: consustanciado con la veta más auténtica de la poesía lírica española, casi no hay página ni poema donde no aparezca una referencia bucólica. Por ejemplo “El pastor” y “Mañana de la cruz”.
Es Juan Ramón Jiménez, el más diestro regidor de la metáfora en la poesía contemporánea. Con ella vibra, con ella abstrae, con ella explica y se evade.
Su descripción suele reducirse a una mera yuxtaposición y enumeración de elementos.
El énfasis, reflejo del poder emotivo, ese tono exaltado y a la vez sereno a que ha llegado la poesía en este autor, se señala frecuentemente por medio de un recurso gramatical simplísimo: la puntuación. Los signos de exclamación se convierten a la vez en recurso de expresión psicológica y de musicalidad y la interrogación traduce el misterio y la inquietud.
En la última década de su vida escribió “Los romances de Coral Gables” (1948) y “Animal de fondo” (1949), donde se acerca a una religiosidad inmanente y panteísta, a una búsqueda de Dios dentro de sí mismo y de su obra. Ésta tendencia llega a su culminación en “Dios deseado y deseante”, donde se identifica definitivamente con el Creador.
Falleció el 29 de mayo de 1958, en Puerto Rico. Sus restos fueron trasladados a España, donde descansan en el Cementerio de Jesús, de Moguer.
Poemas de Juan Ramón Jiménez en Poemas del Alma