Astrolabio Trece

¡Qué exquisito banquete el de este día! He leído con deleite y fruición los discursos que leyeron, frente a los Reyes de España: Alberti, José Hierro, Dámaso Alonso, Luis Rosales, Gerardo Diego, cuando recibieron el Premio Miguel de Cervantes. Cada uno, a su manera, me ha hecho volar con el idioma castellano. Y otra vez, ha habido un recuento inevitable de esos magnos escritores de la España mágica y también turbulenta de la Guerra Civil.

Cobra especial importancia el discurso de Alberti, en la medida que hace un recuento del exilio y sus penurias; de sus alegrías y sus tristezas durante su peregrinaje por tierras americanas. Cuenta que El Salvador, como Guatemala, en vez de acogerlo, en el primero lo apresaron desdeñando así, a la poesía.

Por otra parte, debo confesar mi ignorancia y mi poco interés por la narrativa a lo largo de mi trabajo literario. Sin embargo, en los últimos tiempos, me he reencontrado con viejos narradores del Boom Latinoamericano, un poco como se añoran canciones como [Aquéllos ojos verdes, un café, de los Angeles Negros, o las interpretaciones de Nicola, Leonardo Favio, o Gardel, el beso dado furtivamente a aquélla mujer con un recinto mitológico y bíblico casi descomunal. Pues bien, ese personaje al que me quiero referir es José Donoso. He logrado, con afán elefántico, reunir toda su obra. Donoso es un escritor extraordinariamente sagaz para adentrarnos en los tragaluces demoledores de la vida cotidiana, las pasiones humanas y la propia identidad que a ratos solemos perder a causa de la alineación. Lamentablemente, no figura en las lecturas oficiales ni en la alacena de la memoria de nuestros escritores.

Esta compilación de su obra no me ha resultado nada fácil. Lo cierto es que, pude obtenerlas con la ayuda de Clásicos Roxsil. Las dueñas saben de este mi delirio apasionante por los libros, de mi debilidad por ese río de palabras que parpadea en la trementina de las luciérnagas del tiempo y en las pupilas del anhelo. Me decía don Luis Gallegos Valdés, que un escritor debía mostrar un mínimo de moralidad literaria y en gesto de genuina humanidad, solazarse con la obra ajena: Degustarla, aplaudirla, gozarla íntimamente como si se tratase de levantar la bandera de la libertad. Porque, al fin, todo acto de lectura debe conducirnos hacia eso, si no, la lectura se convierte en un calabozo de tétrica oscuridad, y el idioma, nuestro idioma en un frío mausuleo de granito.
Todo libro es un jardín, [ha dicho muy acertadamente Federico García Lorca] ¡Dichoso el que lo sabe plantar y bienaventurado el que corta sus rosas para pasto de su alma!… Las lámparas de la fantasía se encienden al recibir el bálsamo perfumado de la emoción.
Junto a Donoso están celebridades como: Ernesto Sábato, Onetti, Cortázar. Todavía recuerdo La muerte de Artemio Cruz, La ciudad y los perros, La casa verde, Paradiso, Rayuela, Sobre héroes y tumbas, Cien años de soledad, obra esta última que me sigue pareciendo toda una epopeya. En mi época [mi edad] y la geografía [país provincia] este acontecimiento literario marcó enormes huellas en muchos escritores criollos. De él emergieron bastantes emuladores de Cortázar y Gabo. Aunque Donoso dice al respecto: “El boom de la novela hispanoamericana contemporánea goza de una extraña existencia polémica que no cuaja en verdaderas polémicas porque nadie quiere definir a qué lado de la valla está situado, si es que hay valla, y sólo queda constancia de rumores y escaramuzas propiciadas por detractores de colores más variados.

Hay tantas coincidencias que me siento emocionado. Justo el año en que nací, se edita Coronación que en palabras de Donoso fue todo un éxito. Sin embargo, para su edición y distribución, hubo de pasar por una serie de periplos. Aquella edición príncipe con portada de Nemesio Antúnez, demandó la complicidad de amigos y amigas para venderla en calles, universidades, cafés. Por supuesto que esto no es extraño para quienes escribimos en estas latitudes del mundo…

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