Mayamérica Cortez

Poemas de Mayamérica Cortez

Seleccionamos del listado de arriba, estos poemas de Mayamérica Cortez:

De las palabras

Es que hay algo mágico en las palabras.
Se me antojan redondas y suaves
equivalentes al vuelo de los sueños
          cadencias voluptuosas
-como las olas del mar-

Las palabras me son cual gaviotas
deslizándose lentas
sobre mi rumor de inmensidad.
Son la vivencia de lo que siento
en este mar que soy
de este viajar que me habita
deshabitando
          anhelos...

Porque más que voz
          que palabras
    son rumor, silencio quizás.
Arrullo y queja. Pasos quedos, redondos
en este círculo invisible
girando lento
          muy l e n t o
en la sutil estancia de las horas.



                                                                      Verano de 1993, Washington D. C.

Poema nuevo a una palabra vieja

Y vamos de nuevo
por la senda inútil del desamparo
por el pedregal de los recuerdos
con los ojos engarzados
en soledades que se agrietan.
Y los barriletes de colores
siguen columpiándose allá arriba, arriba
mientras destrenzo mañanares
con caminos inventados
de ciudades rojas y lechos de musgo.
Pero llego y te cerco.
Te acuso amante.
Te señalo y te delato.
Eres el que se llevó mi lluvia
el que sembró tulipanes en mis macetas
con tierra de camposanto
y marcó estaciones en mis días de exilio.
Pero yo soy la Maga del Destierro
y el fuego de mis dedos
está consumiendo los hilos de esta agonía
y hay un adiós en marcha
queriendo alcanzar el tren último
de esta tarde que se detuvo en el pasado.
Y es que no debiéramos decir 'adiós'
sino sencillamente _hasta pronto-
porque los caminos regresan siempre
y la distancia tiene una curvatura suave
que se tiende como un arco
en la mano del Tiempo
y su vertiginoso impulso
hiere audaz
lo que pretendidamente llamamos 'olvido'
con la flecha del 'recuerdo.'

En el exilio (I)

                                                  Escritos cualquier día
                                        entre 1980 a 1984




¡Un día más!
¡Déjame, Señor, vivir los suficientes
para tenerlos de nuevo conmigo!
El corazón duele mucho más
de lo que el poeta puede decir.

El corazón es una congoja constante
y la ansiedad del regreso
es una golondrina tímida
asustada
por la inmensidad de las ciudades
de los mares y desiertos.

¡La ansiedad del regreso!
Un temblor palpitante
dentro de mi mano.
Si el día empieza o la noche termina...
¡Qué más da si no los tengo conmigo!

La Vida es el misterio
el enigma de lo inesperado.
Y mis ojos, abiertos y vacíos
permanecen a la vera del camino.

El corazón está desfallecido
pero, Señor... contigo
el alma encuentra fuerzas
para un día más...
¡Un día más en esta larga espera!

Quemadura de Luz

Hay un sueño mío que se me está yendo
de las manos como gaviotas en el océano.
Hay un adiós que remonta las montañas
de tu mundo desvanecido en neblinas
pintando el paisaje de una soledad inhabitada
de una soledad que se quedó huésped permanente
de mis patios y balcones
          de mis fuentes y grutas.
Una soledad habitante de los límites
                    del torogoz y el cenzontle.

¿Por qué no fuí generosa con la luna
para besarte mucho bajo su luz de aquélla noche?
¿Quién amarró mis manos para acariciar tus cabellos
cuando tu cabeza se apoyó en mi cuello
buscando el remanso de tus inquietudes?

¡Ah, niño de mirada triste en tus grandes ojos negros!
¡Qué fortuna daría por regresar a ese instante!
Regresar para hacer morada en tu regazo.
Regresar para que siembres tu semilla
en mi tierra fértil y mineral
y que haya clavicordios sonando en la iglesia temprana
de una mañana interminable detrás del campanario
y rebote su sonido en la plaza y las colinas.
Regresar... al torogoz de la cañada
y el zenzontle de las montañas...
¡Regresar... y sin embargo no me fui nunca!

¡Ah, dulce quemadura del Amor!
Hoguera trepidante que devora mi bosque azul y umbrío
carbones rojos y candentes que deshacen un calendario
de preguntas y caminares del atardecer
          caminares sin retorno
fuego que soy y que el viento azota
para alcanzarte y consumirte.

Y es este dolor gozoso, lastimadura de luz
penetrando sin tregua hasta mis huesos
que se hace voz de cigarra entonando su canto hondo y triste
en la perennidad de su llanto.
¡Ay Amor, Amor! ¡Por qué se detuvieron tus ojos en mis ojos!
¡Por qué se anclaron tus pupilas en un instante de eternidad!

Recordándote

Presente, vivo ¡Ahora!
Rodar, volar
y...llorar.
Todo junto
al lado
de golpe
bajo azul y verde
volver...¡Volar!
Buscarte, enredarte
quedarme quieta junto a ti
tórtola, golondrina
madeja desmadejada
dispersada en pedazos.
Quereres, amores y amaneceres.
Sí, mañanares que se enredan
en jaulas zenzóntlicas
paralelas junto a tu nostalgia.
Tú, vertiente que clama
junto a la piedra de tu sino.
Tú, ruta. Tú, signo.
Todo palpitante bajo palabras quietas
tímidas corzas
añorando el pasado de tus ojos tristes
grises sobre el vacío.
Alguna vez fuimos tú y yo.
Alguna vez tu palabra
se acurrucó bajo mi alero...
y luego, ¿Qué?
Hilos tamizados de colores
grises y negros en profusión,
paredes insólitas alzándose
bajo el palio de mi desvelo
de mi nostalgia
por quererte
añorarte
odiarte, aborrecerte
por mis sueños rotos
sueños edificados...
¡Basura!
Y sin embargo...tú y yo,
tu personalidad intradimensional
tu búsqueda incesante
sin cejar, sin volver
tú y yo
yo primero...o tú?
Yo o tú...los dos...uno...¡El dilema!

En el exilio (II)

Estoy cansada.
Cansada de caminar
de buscar y buscar
la sonrisa de mis hijos
sus grandes ojos tiernos y dulces.

Quiero escuchar su voz diciendo
'mamy, te queremos'.
Quiero sentir sus besos
sus caricias en mi cabello.

¡Qué soledad y tristeza adentro!
Sólo Dios conmigo.
El y la esperanza quieta
profunda, adentro de mis ojos.

Dame fuerzas, Señor y Padre.
Necesito mucho de tí.
No me abandones...
¡El camino es largo
y aún no termina!