Luis Cardoza y Aragón

Luis Cardoza y Aragón fue un escritor que también se dedicó a la diplomacia; proveniente de Guatemala, nació el 21 de junio del año 1901 y falleció el 4 de septiembre de 1992. Dados los problemas políticos que sufrió su padre mientras Luis era un niño, debió soportar constantes mudanzas y cambios de colegio. A los 19 años de edad se trasladó a la capital de Francia, donde se embarcó en la carrera de medicina, aunque nunca llegó a completarla. Allí también se acercó a otros artistas e intelectuales de gran importancia, tales como Renato Leduc y André Breton, y también comenzó a formar sus ideales de carácter social. Cabe destacar que consiguió dominar la lengua francesa; tanto fue así que se encargó de la traducción de la obra de teatro titulada "Rabinal Achí". Por otro lado, colaboró durante algunos años con publicaciones periodísticas mexicanas. Como diplomático, debió vivir un tiempo en Estados Unidos y en Cuba, país en el que se relacionó con García Lorca.
Entre sus libros publicados, encontramos los poemarios "Luna Park" (editado durante su estancia en París), "Catálogo de pinturas" y "Pequeña sinfonía del Nuevo Mundo", y los títulos "Apolo y Coatlicue, ensayos mexicanos de espina y flor" y el premiado "Miguel Ángel Asturias, casi novela".

Poemas de Luis Cardoza y Aragón

Seleccionamos del listado de arriba, estos poemas de Luis Cardoza y Aragón:

Siempre

He vivido casi toda mi vida lejos de mis cielos. 
Pero mis pies están marcados en los códices, 
en la voz profunda de mi pueblo. 
Camino sobre el mar y las nubes que me traje: 
son mi tierra firme. 
¿Quién me la puede quitar? 
Cuando digo que estoy solo es porque no estoy en la plaza pública 
sino en cada uno de vosotros, 
como en los granos la granada. 
Podríais enterrarme en la voz de cualquier niño 
si tiene los pies descalzos y ha visto los volcanes. 
Mis ojos siempre se abren sobre la luz primera, 
y al cerrarlos, sobre mí cae siempre la sombra de mi infancia. 
¿Y todo lo que he vivido, 
me pregunto, toda el agua escurrida entre mis dedos, 
todo lo bailado, no es un sueño? 
No he tenido tiempo para soñar, amigos. 
Apenas si he tenido para no morirme. 
No puedo descifrar el símbolo 
porque el símbolo no es un lenguaje. 
Estoy tan cerca que no me veis 
en las cenizas de los muertos 
y en las manos de los niños futuros. 
Tercamente guatemalteco, 
no necesito recordar, me basta con palparme. 
El sueño no tiene vocales, 
pero tiene llamaradas y tambores mudos, 
y las mismas fogatas 
arden en las mismas cumbres. 
...Si tiene los pies descalzos y ha visto los volcanes.
 

Entonces, sólo entonces... (21)

Cubre tu cuerpo, que está siempre desnudo,
hasta ese último lucero ya sin nombre
que desborda en un grito mudo el cielo.

Duro manantial de llamas, estatua
mineral y celeste, sobrehumana,
muerta en la vida y en la muerte viva
con su fisiología de ventana.

Despertaré: volaré por los aires.
Volaré por los aires si me olvida
esa voz alta que me sueña vida.

Nada sino tu voz y mi ceniza.
Tu dulce amarga voz y mis velas sin rumbo.
Hueso del fruto de la luz, tu cuerpo.
Nada sino silencio y cielo.

Florece tu cuerpo,
y yo me muero.
El alba.

Dedicatoria total

Porque nada he deseado 
aparte de tu amor 
nunca perdí mi tierra 
que me invento contigo. 
Yo vivo enamorado 
de luz, de mar y cielo. 
Quisiera estar bordado 
en tu alma y tu pañuelo

Volvía a casa


Volvía a casa entre disparos y engañadas multitudes
ciegas en su tormenta, amado pueblo mío.
Qué trágico, qué duro, qué cruel nuestro destino
de arar sobre el mar y que la luz te enlute.


Desasosiego físico, que podía palpar
como un dolor de muelas en el alma,
me saturaba el cuerpo: zozobra que era náusea,
entre certeza y duda de tu verdad mañana.


Yo soy mi pueblo ciego con los ojos abiertos.
Mi pueblo luminoso embarrado de sombra.
La realidad y el sueño, la raíz y el lucero.
La guitarra que siembra la semilla del alba.


Por igual me dolían la bala y el herido.
Tu día levantaba sus blancas torres altas
lúcidas de esplendor, oh recio pueblo mío,
si tu noche invadíame con pirámides truncas.


Sólo soy la guitarra que canta con su pueblo.
Aliento de su barro mi voz suya.

Nieve

Cuando una hormiga cae
ninguno se da cuenta.

Cuando yo estoy sufriendo hasta la médula
sólo yo lo averiguo.

Y se me antoja hoy-no sé por qué zodíaco-
que si sufro lo sepa todo el mundo.

Y que no es justo que padezca solo.

Y que alguna mujer debiera estar llorando
sobre mis metacarpios.
Al menos, ayudándome a llorar.

Me siento solidario con todo aquel que tiene
alguna torva pena, alguna neuralgia,
alguna madre agónica, alguna cárcel suya.

Y sólo pediría una brocha imponente
para llenar los muros de palabras soeces,
hasta que todos sepan
lo enfermamente triste
que un hombre puede estar de igual manera,
de igual simple manera
como caer una hormiga.

Entonces, sólo entonces...(26)

Cuando todo sea gratuito y nada recompensa
y el sueño sea inútil por el milagro fiel y puro.

Cuando encuentren su puerto las tumbas errantes de los mares
y la flor de la luz no sea amarga y resucite el viento.

Cuando aquí, en el fondo del cielo,
hundido a pique tu cuerpo
no sea mi sombra en relieve.

Entonces, sólo entonces...