César Brañas

César Brañas nació en la Antigua Guatemala en 1899. Fue un escritor que se destacó fundamentalmente por su labor periodística, aunque también cultivó los géneros de la poesía y la narrativa de ficción.
Como periodista colaboró durante años con uno de los diarios más importantes de su época, El Imparcial, donde tuvo una columna fija para compartir sus pareceres sobre cuestiones literarias y de otras artes. Entre sus obras poéticas más reconocidas se encuentran "Viento negro", "Jardín murado" y "La sed innumerable". En lo que respecta a sus novelas, podemos mencionar "La divina patoja", "La tapia florida" y "Paulita".
Toda su obra es considerada en Guatemala como una de las más indispensables de las letras de esta tierra, de lectura asegurada en escuelas y apasionados de la literatura.
César Brañas falleció en su país en febrero de 1976; décadas más tarde, en el 2005, Francisco Morales Santos reeditó toda su obra, consiguiendo que su nombre reflotara y que se convirtiera en uno de los grandes poetas guatemaltecos de todos los tiempos.
Si te gusta la poesía latinoamericana te recomendamos leer sus poemas "Donde estoy" y "Pasos de la búsqueda", donde podrás encontrarte con la esencia de la lírica de este poeta guatemalteco.

Poemas de César Brañas

Seleccionamos del listado de arriba, estos poemas de César Brañas:

Aprendizajes


Si tuve en los caminos insensato
afán de regresar, y si del viaje
no me quedó sino el amable dato
de algún humilde ocasional paraje;

si el mar me dio tan sólo el inmediato
goce de la canción de su oleaje,
montaña, cielo y mar en su arrebato
me enseñaron su pítico lenguaje.

Mi aprendizaje fue harto sencillo,
de ciego que no urgió de lazarillo;
cuanto buscaba en mí mismo escondía;

para cumbres y mar mi desencanto,
para caminos mi melancolía,
¡que todo regresaba, en mí, a mi llanto!

Donde estoy


Si quieres encontrarme no me sigas
en mi desamparado movimiento,
guárdate de la flor de mis fatigas
y del dictamen de mi desaliento.

Mis pájaros de sueño no persigas,
huye el que es en mí vencido intento,
mi destrozado símbolo de espigas,
mi desolado sollozar de viento.

Me encontrarás en el ciprés dormido,
en la porosa tierra desgajada,
en el agua, en la nube y en el humo.

¿Pero por qué me buscas sin sentido
fuera de ti, si en tu extensión amada
río de fuego y llanto me consumo?

Aquel viejo caballero


Yo quisiera ser el viejo caballero
amante de las esquinas solitarias,
bañado por una suave lumbre de alelíes,
que en la noche repasa, con los dedos,
cuentas de amor y melancolía
a través de desvaídos almanaques.
Yo quisiera ser el viejo caballero.

Lo he visto en los grabados antiguos
de las calles silenciosas.
Su paso deshace plumajes de agua en los plenilunios.
Su paso abismado reanda los años en la luz.
Su paso escala montañas de flor de algodón.
Yo lo he visto perdido bajo cielos de arroz,
con una mano en el pecho
y una mano ya ajena en otro siglo. Su bastón
caminaba solo y yerto como caminaría
una insurrección de nardos. Iba delante de él.
La perla de su corbata,
sus guantes de horizonte, de niebla,
la cadena de su reloj,
su pañuelo florido,
sus cabellos pintados,
su sombrero vesperal,
la luz de sus zapatos de charol,
todo lo anunciaba ­y su tos­,
todo gritaba su sonrisa, su amarga
luna de soledad.

Yo quisiera ser el viejo caballero
que da golosinas a los niños
y palmadas delicadamente amorosas a las adolescentes.
Yo quisiera ser ese caballero, ese río inerte,
esa luz antigua.
Yo quisiera ser ese caballero,
lleno de árboles desgarrados,
de pájaros enmudecidos,
de estrellas turbias. ¡Caballero gris,
retrato mío de un tiempo escamoteado!
Pero no lo cuente, por favor, caballero.

Blancura de la esposa


Límite de jazmín y nieve intacta,
aurora boreal, país de nardo,
témpano de azucenas, rosa exacta,
vellón de azúcar, cristalino dardo...

Velamen de la nube fugitiva
y fuga de relámpago y de espuma,
en el aire de luna pensativa,
muerta de plata en ataúd de bruma.

¿Muerta? No. Viva y en perenne llama
de cisne, en puro arranque de gaviota,
en impecable estrella de diamante.

Magnolia tu cintura que se inflama
y diamela tus senos de que brota
en vía láctea el don santificante.

Pasos de la busqueda


I

En la tierra desnuda te he buscado,
en caminos, montañas, bosques, ríos,
en amargos inviernos y en estíos,
en mi vida, en la vida, te he buscado.

En las mañanas de oro te he buscado,
y en los vagos crepúsculos vacíos,
en el vuelo de pájaros tardíos,
de nubes y de estrellas, te he buscado.

Tu rastro a veces descubrí en la tierra,
en el mar, en el niño y en la rosa,
en todas Partes donde te he buscado...

Pero el engaño de mi amor me aterra:
sabe que estás perfecto en cada cosa,
¡y como bien perdido te he buscado!

II

Estás tan alto para mi sentido,
estás tan lejos para mi ansiedad,
que siempre bien perdido te he creído
sin que pueda alcanzarte mi ansiedad.

Veo que otros te encuentran sin empeño,
y otros fingen no verte, sin piedad,
que mis ojos el llanto ciega, y sueño
que te me desvaneces en piedad.

Si escuchara tu voz, tu rastro hallara
y en mi tiniebla tu invención brillara,
¡cómo disiparías mi ansiedad!

Estás ­tan alto y lejos­, en mí mismo
pero tal es la sombra de mi abismo
¡que no entiende tu inmensa claridad!

III

Si a otra vida me voy sin conocerte,
la vida que me des será de muerte,
y en mi perpetua muerte hallaré vida
sólo por ver tu imagen presentida.

Por miedo de perderte sin tenerte
mi vida fue de soledad y muerte;
me espanta imaginarla repetida
si no he de conocerte en nueva vida.

Tú de mi ser dispones por entero
y diseñas mi sino venidero
como forjaste mi alentar pasado,

pero has de darme nueva vida y muerte
para que al cabo pueda conocerte
el anhelar que ciego te ha buscado.

Entonces


Ese día que esperas temeroso,
vendrá. Te irás pausado, y otros seres
ocuparán tu espacio. En tu reposo
escucharás las risas de mujeres

nuevas, el renovarse silencioso
de cuanto vive, y sentirás que mueres
de nuevo en todo día victorioso,
que otra vez dejas sueños y placeres.
Crepitará la dicha en torno tuyo,
ignorarán los hombres lo que fuiste
y no podrán, desde su vida, verte.

Tú los verás, en el delirio suyo,
aproximarse ciegos a la muerte,
y en tus cenizas estarás más triste.

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