Nada.

Lo siento amor, dejé de pensar en vos por un par de segundos, que para el tiempo de la eternidad se convirtieron en más de dos días con la duración de un siglo.

 

Debería estar en otro lado, caminando o corriendo, no sentada esperando tu llamado que, al final, tal vez no llegará. Pero es que este tonto corazón, sabe, claro que lo sabe, pero no entiende que no debe quererte, amarte, pensarte, extrañarte, añorarrte, desearte.

 

Tu recuerdo me recrimina, justo aquí, en el centro del inmenso bosque de tu ausencia, las nubes grises de tu silencio han bajado a nublar el sendero de salida. Dime cómo hacerle sin ti. Camino sin rumbo, no me importa saber donde llegar, mientras no sea a tu corazón, perdida estaré sin hacer nada para cambiarlo.

 

El cielo tierno acaricia cada poro con su divina lluvia, brisa de tristeza que me viste de un color desconocido por la razón; mis labios firguran palabras en el aire ante la falta de mi voz en el último suspiro. Lo siento, no recordaba que sola me encuentro, en este viaje hacia la muerte de lo negro, donde me dejé vencer, dejé de soñar, dejé de vivir, dejé de respirar.

 

Dentro de un cristal, vuelo dando giros con alas rotas y desgarradas; las plumas van dejado migajas detrás, será que tus pupilas las vean, será que tu alma las pueda pegar de nuevo un su lugar... ¿?

 

Si preguntas de dónde te escribo, las estrellas responderán que desde un lugar del mundo, donde sin tu cuerpo, se ha quedado sin nombre, se ha vuelto algo menos que un murmullo.

 

-Viendo hacia el espejo, hacia la ventana, hacia mi interior, sólo consigo ver lo mismo... nada.-