Empezar de cero

Alexandra Quintanilla

Tal vez habría que empezar de cero.
Cero mil quinientos ceros en el banco.
Cero, amigos.
Cero conocidos.
Cero bulevares perdidos con quinientos árboles al rededor gritándome en aire fresco de la tarde.
Cero rencores acurrucados en el hueco del corazón por amores bastardos que el tiempo al son del viento carcomió y como ceniza esparció a la nada.
Ya nada se siente.
Ya nada pulsa.

Tal vez habría que empezar de cero.
Si ningún rastro.
Sin ningún rencor bajo la alfombra, 
con ya todo terminado.
Sin intentar ser la número uno.
Si no solo la número cero.
La que no gana ni pierde en el absurdo de los deseos sin forma ni gloria.

Empezar de cero con las cuentas perdidas,
las puertas abiertas, 
estas habría que cerrarlas de una vez para siempre y jamás intentar que el viento las tumbe.

Comenzar a empezar de cero para sentir nuevamente algo.
Aprender nuevas cosas para seguir escribiendo cosas locas.
Para que mi psique comience a estar en armonía con mi naturaleza.
Comenzar de nuevo para no ser quien fui sino quien quise ser.

Tal vez si, mi amor, habría que comenzar de cero.
En otras tierras.
Conocer otras facetas, otras siluetas.
Otros cariños que den nuevos carismas más amenos.
Fingir que no siento. 
No, no estoy prediseñada para estos tiempos.
Mis sentimientos son demasiado profundos,
en ocasiones confusos.

Empezar para olvidarse de las malas mañanas acarreadas.
Olvidarse de quien fuimos cuando no quisimos ser lo que quisimos.
Olvidarme del reloj que hace tic tac e irrita mi sueño sin esperanzas.
Besar otros labios.
Sentir otras brisas.
Percibir otros perfumes.
Escribir otros poemas con la mente puesta en otro boceto asemejado a un par de labios amables.
Un buen par de manos que den cariño y pulsen arte.
Intelecto no absoluto pero suficiente.

Quizá después de reinventarme lograr lo que tanto he estado buscando.
O quizá no.
Tal vez, solo toparme con la cotidianidad de empezar de nuevo nuevamente hasta abastecerme de la repetición consecutiva del tiempo y del momento hasta tocar raíces en la tierra.
Sin embargo en la ilusión humana,
la esperanza es la última carta que se guarda.

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