Estrellas fijas

Lirio de Plata

Era en julio

 Y la noche parecía

Casi clara como el día;

Y era tibia y olorosa,

Y era diáfana y tranquila y silenciosa.

De los cielos,

Descendía sobre el parque solitario,

argentados,

opalinos, áureos velos,

que diríase impregnados

de humo blanco de incensario

que, recóndito sobre el éter soberano,

columpiase reverente la invisible sacra mano

de algún ángel… Ningún ruido

la infinita calma aquella

perturbada;

-una calma suave y tierna, grave y bella,

De una extraña melodía sin sonido;-

Y el ambiente

Se embriagaba blandamente,

En un sueño

De delicias amorosas,

Suturado del beleño

Que las rosas

En el parque exhalaban voluptuosas…

Tú, de pronto, apareciste coronada

Por los rayos de la luna,

Y vestida de blancura toda, toda

Cual si fueras en la noche de tu boda.

Luz perlada,

Como una

Lluvia diáfana caía

De ti en torno, y en las rosas se prendía,

Y aleteaba como un alma

De la atmosfera en la calma,

Cual si esa alma diluyera con encanto

En el éter sus suspiros  y su llanto.

 

Toda hermosa, toda blanca

-visión bella como nunca se forjaron los poetas-

Te sentaste en una banca

Que emergía sobre un fondo de jazmines y violetas.

 

En tus trenzas caudalosas

Se enredaban los fulgores

de la luna, y planteaban a las rosas.

 

Y mis ojos fijos, fijos contemplaban hondamente

Tu figura, tu romántica figura,

La soñaba

Por mi mente,

La adoraba

Por esta alma que esta enferma y sin ventura!

Te miraba… y en oír ponía empeño;

Ni un rumor, ni una pisada,

Ni un aliento en la callada

Noche clara… todo era

Calma y sueño;

Ni el susurro de las hojas, ni siquiera

Algún soplo vagaroso

De una brisa pasajera

En la hora nocturnal de aquel reposo!

Y pensaba: ¿un hada buena,

O el demonio de mi sino temerario,

Me condujo a aqueste parque solitario

Esta noche de ministerio y luna llena?...

De mis dudas los clamores

Se perdieron

En lo mudo de las cosas,

Y las rosas

Sus olores

En aquel instante vago despidieron…

Mas  ¿Qué miro?... la fantasía y divina

Noche clara cual ninguna,

Queda en sombra repentina,

-una sombra que me asusta, que la siento mas que verla-

Y se apaga la luz perla

De la luna;

Los senderos

Florecidos de jazmines,

Se oscurecen; los confines

De los cielos son abismos, sin luceros,

Negros y hoscos cual mi suerte tenebrosa;

Sin morir no queda rosa;

Huye todo lo que es vida,

Y se pierde, se aniquila, se anonada

En la nada,

Sin que deje de su paso ni las huellas…

Encendida,

Sólo queda la mirada

Penetrante de tus ojos; de tus ojos, dos estrellas

Fijan, juntas , de fulgor haciendo alarde

De la noche pavorosa entre la calma;

De tus ojos, en que arde,

Toda entera, palpitante y viva tu alma!

(¡Oh cuán pura, cuán brillante

Y extra humana

Tu mirada en las tinieblas! Se diría

Ser de Diana

Un destello que anda huérfano, un destello que va errante,

O que alumbra ya la noche el fulgor del nuevo día!)

 

Todo calla , todo muere! Tú y yo sólo de la vida

Somos signo, en el profundo

Gran silencio y en el sueño

De los cielos y del mundo.

Tú y yo sólo! ¡quien creyera que tú, unida

A mi suerte, te encontraras sin que sea yo tu dueño!

¡Ah, tus ojos que me miran,

De fijeza y de dulzura dos portentos,

Que parecen que me llaman,

Que me aman,

Que me inspiran

Misterios pensamientos,

Destacándose en la sombra sus miradas

Delatoras de esperanzas ignoradas

Y de sueños amorosas de una trunca,

Dulce historia que no ha sido, ni será jamás ni nunca!...

Vaporosa

Como nube, y toda blanca;

Luminosa

En la noche, ya te alejas,

Y en la banca

De jazmines y violetas como un lampo de luz dejas;

Y caminas por la senda solitaria,

Cual fantasma funerario…

Pero siempre tu mirada escrutadora

En el aire tenebroso se dilata

Con su clara luz de luna, ópalo y plata,

Y el espacio y a la sombra los devora.

 

¡Ah, tus ojos!... me contemplan hondamente

Y penetran en la tumba de mi duelo,

Do reviven esperanzas ya difuntas!

Los admiro extasiado y reverente,

Como dos estrellas fijas, como dos estrellas juntas,

Que fulguran titilantes en el cielo.

Me persigue, no me deja la solemne,

La perenne

Luz que irradia tu mirada, que me envuelve

Como en tules, y me absuelve

De mis yerros de mi vida de dolores

Sus fulgores

Como un iris de consuelo y esperanza.

El destello de tus ojos ni en el día

Abandona al alma mía.

De tus ojos las miradas,

Hondas, tristes y calladas

Desde lejos me contemplan… Tú me arrancas

Del tormento de mis noches, de mis fúnebres enojos,

Con la magia de tus ojos,

Como dos estrellas blancas,

Siempre fijas , siempre juntas , siempre hermosas,

Que me miran amorosas,

Silenciosas,

Desde el cielo de tu alma, claras siempre sobre

El cielo de mi duelo,

En mis días de nublados y en mis noches borrascosas!

Román Mayorga Rivas (1861-1925)

 

 

  • Autor: Lirio de Plata (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 22 de octubre de 2010 a las 11:52
  • Comentario del autor sobre el poema: bueno este poema me gusta mucho no es mio es de Román Mayorga Rivas, lo que pasa es que hace un tiempo lo estuve buscando y en internec no se encuentra y me di cuenta que otros tambien lo han buscado, Asi que aqui esta para todos ustedes.
  • Categoría: Amor
  • Lecturas: 37
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Comentarios3

  • STELLA_CRISTINA

    BIENVENIDO AL PORTAL !MUY BELLO LO QUE NO HAS BRINDADO.ABRAZOS .TU AMIGA STELLA.

    • Lirio de Plata

      gracias por dar me la bienvenida espero poder hacer más que esto

      • STELLA_CRISTINA

        SEGURO QUE SI POETA TE DESEO LO MEJOR.STELLA

      • vincen

        muy bello poema espero con ganas leer uno tuyo

      • ChefsitoLove

        muy bien amigo mio que grandiosa entrada a este portal muy bellas palabras de tu corazon que ewxpresa tu alma



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