Pinky

Alberto Escobar

 

Un pájaro 
enjaulado, piando,
hace hablar 
al aire. 

—según los griegos. 

 

 

Al alba ya despierto,
saludando la mañana,
pronunciando su trino,
rompiendo el silencio,
inaugurando la jornada, 
rojo, negro y amarillo
su plumaje —seguro 
que me dejo algún color
en el tintero—, limitado
su volar por una jaula
de modesto alambre,
con bebederos a diestra 
y a siniestra y colgando
una hoja de lechuga. 
En el balcón sobre una vieja
alcayata, a la izquierda
entrando desde el salón,
sobre el lienzo blanco de pared
de yeso y cal viva, ahí, cada día,
daba de alegría su concierto,
y cuando aparecer veía
a su dueña —mi madre—
como un sonajero movía su cuerpo,
y todo él nervio y energía, 
y mi madre toda sonrisa,
toda gozo por tan poco. 
Jilguero era y Pinky le pusimos
por nombre —no duró mucho,
sin poder extender sus alas,
el estrés congelando su sangre, 
privado de volar, su esencia, 
de libertad, de hembra, de cielo—.
Tronando al alba ya su canto, 
diana su trino, arriba el vecindario.
Hoy es solo una foto
en mi memoria, un recuerdo
de niñez, un vilano al aire...

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