Encuentro

Manugongue

Te vi por vez primera

de aquel cinco de abril una mañana,

cuando no había frontera

entre tu voz lejana

y el fulgor de mi dicha soberana.

 

Mágico fue el encuentro,

que en plácido concierto mantuvimos.

Eras todo mi centro,

nuestras palabras, mimos,

y en mutuas alabanzas nos perdimos.

 

Mensajes, conexiones,

alentando siguieron nuestro fuego

forjando de ilusiones

como de niños juego,

el fin feliz en nuestros corazones.

 

Mas quiso la fortuna,

como dardo fatídico perdido,

con saña inoportuna,

de celos corrompido,

mofarse con aquel malentendido.

 

Y aún hoy, tras tantos años,

cuando recuerdo nuestro amor frustrado,

rememoro los daños

de aquel fatal legado

de celos y sospecha envenedado.

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