En el Corazón no se Manda: Capítulos 1, 2, 3, y 4

Reb Liz


AVISO DE AUSENCIA DE Reb Liz
Como una joven que anhela ser escritora, no me considero una poeta, simplemente soy una chica que plasma en papel sus pensamientos y vive cada palabra que escribe. Busco un lugar fértil donde sembrar semillas de amistad y cosechar la más pura felicidad. En cada línea, deseo transmitir emociones profundas y despertar los corazones de quienes me lean. Uniendo nuestras almas a través de la tinta, crearemos un vínculo eterno. Juntos, crearemos un mundo donde la amistad florezca y la felicidad sea nuestra cosecha. ¡Únete a mí en esta maravillosa aventura literaria!

Capítulo 1: Comienzo de clases

 

París, Francia

 

Narra Mía

 

A las 6 de la mañana me desperté con pereza, tendí mi cama, me duché y me vestí con una pollera azul larga y una blusa blanca. Me maquillé muy poco, solo un poco de rímel, labial y base. Después de preparar mi mochila para la escuela, limpié mi habitación y bajé al primer piso de la casa.

 

Con lágrimas en los ojos, pensé en mis padres, quienes solían preparar el desayuno. Hace dos meses fallecieron en un accidente de tránsito, dejándome a cargo de mi tía Amanda, la media hermana de mi padre, una solterona amargada. No tengo otra opción que aguantarla, ya que no tengo otros familiares vivos y si no vivo con ella, se llevarán a mi hermanito de 7 años a un orfanato.

 

Mientras preparaba los waffles, mi tía se levantó de mal humor.

 

- ¿Ya está listo el desayuno? - preguntó mi tía con un tono prepotente, mientras se sentaba a la mesa.

 

- Sí, tía, ya está listo - respondí con una sonrisa forzada, tratando de ocultar mi enfado.

 

- Espero que esta vez no te haya salido muy quemado - dijo con desdén, mientras tomaba una taza de café.

 

- No te preocupes, tía, ya aprendí la lección - respondí, tratando de mantener la calma.

 

Mi tía siempre encontraba algo de qué quejarse, aunque el desayuno estuviera perfecto. Desde que mis padres murieron, ella se había convertido en mi tutora legal y en la única familia que me quedaba. No tenía otra opción que aguantar sus comentarios hirientes y sus órdenes.

 

- Con tu permiso, voy a despertar a Manuel para prepararlo para la escuela - dije, tratando de cambiar de tema.

 

- Hazlo rápido, no quiero llegar tarde al trabajo - respondió mi tía con impaciencia.

 

Fui a la habitación de mi hermano y lo encontré durmiendo profundamente. Me acerqué a él con cuidado, tratando de no despertarlo bruscamente. Le di un beso en la frente y le susurré al oído:

 

- Despierta, Manu, es hora de ir a la escuela.

 

Abrió los ojos lentamente y me miró con somnolencia.

 

- Buenos días, Mía - dijo con voz adormilada.

 

- Buenos días, mi amor - respondí, acariciando su cabello.

 

Lo ayudé a vestirse y a desayunar, mientras él me contaba sus sueños de la noche anterior. A pesar de todo, mi hermano era mi razón de ser, la luz que me guiaba en medio de la oscuridad.

 

Después, tomé mi mochila y la de Manuel y lo llevé en el auto de mis padres a su escuela, que estaba retirada de la mía y me llevó unos 40 minutos llegar.

 

Cuando llegué a mi escuela, entré a clases y como siempre, el profesor estaba regañando a los chicos y ellos hacían caso omiso. Me senté en mi lugar junto a mi única amiga, Valentina, y traté de disimular mi tardanza, pero el profesor lo notó.

 

- ¿Llegando tarde, señorita Montgomery? - Dijo enojado.

 

- Sí, profesor, disculpe. Trataré de llegar a tiempo la próxima vez - Dije, bajando la mirada.

 

- Eso es lo que usted dice - Dijo enojado y continuó con la clase.

 

Valentina me susurró:

 

- No entiendo por qué no le dices que tienes que llevar a tu hermano a la escuela.

 

- ¿Para qué? Este profesor amargado no le va a importar - Respondí.

 

El profesor continuó con la clase hasta que entró un hombre no mayor de 32 años, muy guapo. No puedo pensar en esas cosas, pero es inevitable no escuchar como mis compañeras murmuran a mi alrededor "¡Qué guapo!" Parece que se derriten por él.

 

Narra Axel

 

Recorrí todas las aulas de la escuela hasta que finalmente llegué al último año y mi última presentación. Al entrar al aula, los murmullos comenzaron a sonar por todas partes mientras me presentaba.

 

- Buenos días, jóvenes, mi nombre es Axel Cromwell y seré su nuevo director - Dije con un tono amable.

 

Pero los murmullos continuaron, así que decidí intervenir.

 

- Me gusta el respeto cuando estoy hablando - Dije con un tono más serio.

 

Con esta simple frase, logré que el silencio volviera a reinar en el aula. Luego continué hablando.

 

- Como les decía, soy el nuevo director y, por supuesto, habrá cambios en las reglas y en la forma de trabajo - Dije con un tono amable.

 

Sin embargo, mientras hablaba, algo o alguien en el aula llamó mi atención. Nunca en mis 32 años de vida había sentido lo que sentí en ese momento. Observé a todo el alumnado y, después de unos 5 minutos, mi mirada cayó en una pequeña alumna con unos ojos increíblemente hermosos. Sentí una corriente eléctrica al verla. Se veía tan indefensa que me dieron ganas de protegerla.

 

Pero también sentí que la estaba mirando con demasiada intensidad, así que dejé de observarla y continué con la presentación.

 

Narra Mía

 

Mientras el director se presentaba, lo observé con detenimiento. Era realmente muy guapo y su presencia imponente llenaba el aula. Después de unos 6 minutos observándolo, nuestras miradas chocaron y sentí una corriente eléctrica recorrer mi cuerpo cuando sus ojos se posaron en los míos. En ese momento, me sentí segura y protegida.

 

De un momento a otro, el director apartó su mirada de mí. Pero algo en él me llamó la atención. No tengo palabras para describir lo que sentí, pero sé que su presencia me impactó de alguna manera y no pude dejar de pensar en él durante el resto del día.

 

Narra Axel

 

Después de pasar por cada salón, mi mente no dejaba de pensar en la alumna con la mirada intrigante. No sabía qué había pasado, pero su presencia me inspiraba emociones diferentes y sentía un dolor tan grande en sus ojos.

 

No podía sacarla de mi cabeza. Necesitaba saber su nombre, si tenía novio o si estaba bien. Por alguna razón, la idea de que una joven tan hermosa no tuviera novio me molestaba un poco, tal vez eran celos.

 

Mientras revisaba los expedientes de los alumnos que recibirían reconocimiento por su excelente promedio, un nombre en particular llamó mi atención: Mía Montgomery. No sé por qué, pero ese nombre me hacía sentir que ya la conocía.

 

Inmediatamente llamé a mi secretaria, Emilia, quien entró a mi oficina de inmediato.

 

- ¿Me llamó, señor director? - Dijo con respeto.

 

- Sí, Emilia. Por favor, quiero que me busques a una joven llamada Mía Montgomery y la traigas aquí de inmediato - Dije con un tono amable.

 

- Como usted diga, señor - Respondió Emilia antes de salir rápidamente de mi oficina.

 

Mientras esperaba a Mía, no podía dejar de pensar en esa alumna de ojos luminosos. Tenía una mirada que hipnotizaba y, por alguna razón, no podía sacarla de mi cabeza.

 

Narra Mía

 

Estaba en clase de Literatura, sumergida en mis pensamientos, cuando de repente escuché a Emilia, la secretaria del director, llamándome por mi nombre. Me sorprendió su tono serio y no entendía por qué el director me necesitaba en su oficina.

 

Mi amiga me dio un codazo y me recordó que me estaban hablando a mí. Asentí con la cabeza y me levanté de mi asiento. ¿Había hecho algo malo? No podía recordar haber violado alguna regla.

 

En el camino hacia la oficina del director, le pregunté a Emilia si sabía para qué me necesitaba. Ella me dijo que no lo sabía, así que tendría que averiguarlo por mi cuenta.

 

Mientras caminaba por los pasillos, mi mente no dejaba de preguntarse qué podría ser. ¿Había cometido algún error que no recordaba? ¿Se había enterado el director de algo que yo no sabía? La incertidumbre me estaba matando.

 

Narra Axel

 

En un momento, tocaron la puerta de mi oficina.

 

- Adelante – dije amablemente.

 

Emilia abrió la puerta y me anunció que la estudiante que requería estaba aquí.

 

- Perfecto, hágala pasar por favor –dije sonriendo.

 

Cuando entró, me quedé sin aliento. Ella era Mía Montgomery, la chica de los ojos luminosos que me había llamado la atención.

 

Me costó mantener la compostura. Quería conocerla mejor, pero no quería que pensara que la estaba acosando.

 

- Emmm… Si, perdón… Señorita Montgomery, solo era para decirle que pronto será la ceremonia para la entrega de los certificados de los mejores promedios - Dije sonriendo.

 

Mía parecía confundida, como si no entendiera por qué la había llamado. Pero su mirada de confusión era tan hermosa que sentí que estaba intentando descifrar mi mirada.

 

- Mm… claro ¿Eso sería todo? - Dijo sonriendo.

 

No, no era todo. Quería conocerla mejor, pero no quería que pensara que la estaba acosando.

 

- Bueno, Señorita, también quería hacerle entrega de los pases para el evento de la entrega de certificados, para que pueda asistir con su familia - Dije sonriendo.

 

De repente, vi lágrimas caer de sus hermosos ojos al mencionar la palabra "familia". Me di cuenta de que había tocado un tema doloroso y me arrepentí de haberlo hecho.

 

Narra Mía

 

 Mientras el Director hablaba, no pude evitar sentir una punzada de dolor en mi corazón. Recordar a mi familia me hacía sentir vulnerable y triste.

 

Tenía que mencionar a mi familia, la que ya no existe, la que solo está conformada por mi hermano y yo, Gracias por recordarme Señor Director.

 

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Capítulo 2: Revelaciones y Primeros Lazos

 

Narra Mía

 

El secreto que había guardado por dos meses pesaba como una roca en mi corazón. Solo Valentina, mi mejor amiga, sabía la verdad. Pero ahora, frente al director, me veía obligada a revelarlo.

 

- Mis padres fallecieron hace dos meses en un accidente de tránsito – confesé, las lágrimas brotando de mis ojos.

 

Cada vez que decía esas palabras, un nudo se formaba en mi garganta, apretando mis emociones.

 

- Lo siento mucho, Señorita Montgomery – dijo el director con genuina pena en su voz.

 

- Solo mi mejor amiga sabía esto – admití, las lágrimas fluyendo libremente.

 

- ¿Tiene alguien que la acompañe ese día? – preguntó el director, ofreciéndome un pañuelo desechable.

 

- Solo Manuel – respondí, secando mis lágrimas.

 

Narra Axel

 

La noticia de la muerte de sus padres me dejó atónito. Podía ver la soledad en sus ojos, la desesperación de haber perdido a las personas más importantes de su vida. Pero cuando mencionó a Manuel, sus ojos se iluminaron de una manera que no pude evitar notar.

 

¿Quién era Manuel? ¿Qué papel jugaba en su vida?

 

- Disculpe, Señorita, no quiero molestarla, pero ¿podría decirme quién la acompañará? –pregunté, mirándola a los ojos.

 

- Mi hermanito de 7 años – respondió con una sonrisa llena de ternura.

 

No pude evitar sonreír al escuchar eso. Manuel era su hermano. Estaba a punto de continuar la conversación cuando alguien tocó a la puerta.

 

- Adelante – dije.

 

- Señor, lo necesitan para la junta de presentación – anunció Emilia.

 

Había olvidado completamente la reunión. Quería seguir hablando con Mía, pero sabía que tenía responsabilidades que atender.

 

- Ya es todo, Señorita. Puede retirarse – le dije, aunque una parte de mí deseaba que se quedara un poco más.

 

Narra Mía

 

Luego de mi visita a la oficina del director, volví a clase pero mi mente estaba en otro lugar. Pasé el resto del día en un estado de desconcentración, sumergida en mis propios pensamientos.

 

Cuando finalmente terminaron las clases, fui al estacionamiento para buscar mi auto, solo para descubrir que la rueda delantera estaba pinchada. Miré a mi alrededor, pero ya casi todos se habían ido.

 

Justo cuando estaba a punto de entrar en pánico, una voz familiar sonó detrás de mí.

 

- ¿Pasa algo, Señorita Montgomery? – preguntó el director.

 

- La rueda delantera está pinchada y tengo que ir a buscar a mi hermano a la escuela –respondí, sintiéndome derrotada.

 

- ¿Tiene rueda de repuesto? – preguntó.

 

- Sí, pero no sé cómo cambiarla – admití, bajando la mirada.

 

- No se preocupe, yo la ayudaré – dijo con amabilidad.

 

Narra Axel

 

Cuando Mía abrió el baúl, saqué la rueda de repuesto y me puse a trabajar. A pesar de que mi traje se manchó de grasa, no me importó. Todo lo que quería era ayudarla.

 

- Listo, Señorita – dije, mirándola a los ojos.

 

- Gracias – respondió, devolviéndome la mirada.

 

Estaba a punto de irme cuando Mía me tomó del brazo.

 

- ¿Cómo se va a ir? No veo otro auto aquí – preguntó, bajando la mirada.

 

- Mi auto está en el taller, hoy me toca caminar – respondí, sonriendo.

 

- Si quiere, puedo llevarlo – ofreció Mía, aun evitando mi mirada.

 

- No quiero molestarla – respondí, aun sonriendo.

 

- No me molesta... es lo menos que puedo hacer después de que me ayudó", dijo Mía, finalmente sonriendo.

 

No pude resistirme a su oferta. Quería pasar más tiempo con ella.

 

- Está bien – acepté, devolviéndole la sonrisa.

 

Narra Mía

 

El director, como todo un caballero, me abrió la puerta del conductor.

 

- Adelante, Señorita – dijo, haciendo un gesto hacia el asiento.

 

- Gracias – respondí, sonriendo.

 

Una vez que ambos estábamos en el auto, le pregunté:

 

- ¿A dónde lo llevo?

 

En respuesta, me pasó su tarjeta de presentación, que tenía su dirección escrita en ella.

 

- Aquí está la dirección de mi casa – dijo, sonriendo.

 

- ¿Le molesta si primero vamos a la escuela de mi hermano? – pregunté, sosteniendo la tarjeta en mis manos.

 

- No, para nada – respondió, mirándome a los ojos.

 

Así que nos pusimos en marcha. Durante el viaje, noté que él no dejaba de mirarme. Conversamos durante todo el camino hasta la escuela.

 

- ¿Y aparte de tu hermano, tienes otro familiar? – preguntó, con una chispa de curiosidad en sus ojos.

 

Narra Axel

 

Algo en su expresión cambió cuando hice la pregunta. Parecía incómoda, como si hubiera tocado un tema delicado sin darme cuenta.

 

- No tienes que responder si no quieres – dije rápidamente, sintiéndome apenado.

 

- Me quedé a cargo de mi tía – respondió Mía, su tono era cortante, como si quisiera cambiar de tema.

 

Narra Mía

 

A pesar de su posición como director, había algo en él que me inspiraba confianza.

 

- ¿Tienes una tía? ¿Vendrá a tu reconocimiento? - preguntó, claramente intrigado.

 

- No... Ella trabaja mucho - respondí, evitando su mirada.

 

Después de unos 40 minutos, llegamos a la escuela de Manuel.

 

- Aquí estamos... voy a buscar a mi hermano, ¿me esperas aquí? - le pregunté, sonriendo.

 

- Por supuesto - respondió, devolviéndome la sonrisa.

 

Cuando entré a la oficina de la directora, tuve que disculparme por llegar tarde.

 

- Buenas tardes, Señora Hernández. Tuve un percance con el auto - me disculpé.

 

- Está bien, Señorita Montgomery... después de todo, es la primera vez que llegas tarde - respondió, aunque su tono era serio.

 

- ¿Puedo llevarme a mi hermano? – pregunté, sintiéndome un poco apenada.

 

- Claro... Manuel, puedes retirarte – dijo, dirigiéndose a mi hermano.

 

- Pero si vuelves a llegar tarde, tendré que llamar a tu tutora – advirtió.

 

La idea de que llamara a mi tía, que siempre estaba de mal humor, me aterraba.

 

- No volverá a pasar – prometí, aunque estaba nerviosa.

 

- Vamos, Manuel – dije, tomando su mano y saliendo de la escuela.

 

Una vez que llegamos a mi auto, senté a Manuel en la parte de atrás y le abroché el cinturón de seguridad. Le di un beso en la mejilla y luego subí al asiento del conductor.

 

Narra Axel

 

Al ver cómo Mía cuidaba de su hermano, no pude evitar sentir una gran ternura hacia ella.

 

- Bueno, próxima parada: su hogar – dijo Mía, mirándome a los ojos.

 

- Sí – respondí, sonriendo.

 

Aunque quería decir algo más, las palabras simplemente no venían a mi mente.

 

Narra Mía

 

Arranqué el auto y nos fuimos. Mi hermano menor, Manuel, sollozaba de hambre.

 

- Tranquilo, cuando lleguemos a casa te daré algo – dije amablemente.

 

- Pero quiero un helado de chocolate – sollozó Manuel.

 

No soportaba verlo llorar, pero me había olvidado la billetera en casa.

 

- Cuando lleguemos a casa, buscaré mi billetera y te compraré un helado – dije bajando la mirada.

 

Justo entonces, pasamos por una heladería y Axel me pidió que frenara.

 

- Frena aquí, por favor – dijo sonriendo.

 

- ¿Por qué? – pregunté y paré el auto.

 

- Ahora vuelvo – dijo y bajó del auto.

 

Vi cómo entró en la heladería y regresó con un helado de chocolate.

 

- Aquí tienes, campeón – dijo sonriendo mientras le entregaba el helado a Manuel.

 

- Gracias – dijo Manuel sonriendo y agarrando el helado.

 

- No hacía falta que se molesté – dije bajando la mirada.

 

- No es molestia – dijo Axel levantando mi mirada.

 

Me quedé un momento sumergida en mis pensamientos, mirándolo a los ojos. Axel era un hombre atractivo, con cabello oscuro y ojos profundos. Pero sabía que no podía permitirme sentir nada, ya que era el nuevo director de la escuela y debía mantener una relación profesional con él.

 

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Capítulo 3: La atracción es más fuerte

 

Narra Mía

 

Por un momento, me perdí en la mirada de Axel y nuestros rostros empezaron a acercarse, pero mi hermanito interrumpió el momento con su inocente comentario.

 

- ¡Se van a besar! – gritó emocionado.

 

- Él es tu novio – agregó con la misma inocencia.

 

- No, no lo es. Menú, él no es mi novio – respondí nerviosa tratando de aclarar la situación.

 

- Parece que él te quiere – dijo mi hermano sin darse cuenta de la incomodidad que estaba sintiendo.

 

Narra Axel

 

Mientras tanto, me sentía atraído por Mía y no podía dejar de pensar en ella. La forma en que me miraba y la tensión en el aire me hacían pensar que tal vez ella también sentía algo por mí. Sin embargo, la inocencia del hermanito de Mía me hizo volver a la realidad.

 

- Parece que él te quiere – dijo el niño con inocencia.

 

Traté de aliviar la tensión y me presenté amablemente ante el niño.

 

- Hola, campeón, soy Axel – dije sonriendo.

 

Después de la presentación, el niño continuó con sus preguntas inocentes.

 

- Si no es tu novio, ¿quién es? – preguntó curioso.

 

Mía y yo nos miramos a los ojos mientras ella respondía con nerviosismo.

 

- Él es... el director de mi escuela – dijo Mía sintiendo que la atmósfera se tensaba.

 

A pesar de la incomodidad, traté de mantener la compostura y seguí sonriendo.

 

- Un placer conocerte, campeón – dije dirigiéndome al niño.

 

Narra Mía

 

Estaba tan conmovida por lo dulce que era mi hermanito que no podía dejar de mirarlo. Pero ahora me siento nerviosa, ya que estoy conduciendo al director de mi escuela.

 

- Vamos - dije, tratando de ocultar mi nerviosismo.

 

- ¿A dónde vamos? - preguntó Manuel.

 

- Vamos a llevar a Axel en su casa - dije, sintiéndome aún más nerviosa.

 

De repente, me di cuenta de que lo había llamado por su nombre en lugar de "señor director".

 

- Perdón... Señor Director – dije, bajando la mirada.

 

- No pasa nada... puedes llamarme Axel fuera de la escuela - dijo, levantando mi rostro y haciendo que nuestras miradas se encontraran.

 

Después de un viaje de 20 minutos, llegamos a su casa.

 

- ¿Es aquí? – pregunté.

 

- Sí, aquí es mi casa – dijo, besando mi mejilla.

 

- Gracias por traerme a mi casa – dijo, y se bajó del auto.

 

Yo también bajé detrás de él, sintiendo mi corazón latir fuertemente.

 

- Disculpe lo que dijo mi hermanito, él es muy inocente y no sabe lo que dice - dije, mirándolo a los ojos.

 

- No pasa nada - dijo, mientras posaba su mirada en la mía.

 

- ¿No quieres pasar? Podemos tomar un café - ofreció.

 

- No quisiera molestar - dije, bajando la mirada.

 

- No me molestas... es lo menos que puedo hacer después de que me trajiste a mi casa - dijo, levantando mi rostro.

 

- Usted me ayudó a mí - dije, sonriendo.

 

- Pasa, tengo chocolate para tu hermanito - dije, esperando una respuesta positiva.

 

Pensé en decir que no, pero cuando vi sus ojos, no pude resistirme.

 

- Sí - dije, y bajé a Manuel del auto.

 

- ¿A dónde vamos? - preguntó Manuel.

 

- Eh... Axel te servirá una taza de chocolate - dije.

 

- ¡Sí, vamos campeón! - dijo Axel con ternura.

 

- ¡Siiiii! - exclamó Manuel, alegre.

 

Tomé la mano de Manuel y Axel lo tomó de la otra. De vez en cuando lo levantábamos en el aire, lo que hacía que Manuel se riera mucho. Luego fuimos a su casa, donde Axel nos llevó a la cocina. Cargó a Menú y lo sentó en una silla, luego sacó una caja de leche chocolatada de la heladera y una caja de galletas de la alacena. Las puso en un plato y se lo dio a Manuel.

 

- Aquí tienes, campeón - dijo Axel, sonriendo.

 

- Gracias - dijo Menú, alegre.

 

Luego puso la cafetera para preparar el café y se fue a la sala.

 

- Ya vuelvo - dijo.

 

Besé a Menú en la cabeza y lo seguí.

 

- Ya vuelvo, Menú - dije y lo seguí.

 

Vi que se estaba por sacar el saco manchado de grasa y me acerqué con cautela.

 

- ¿Te ayudo? - dije tímidamente.

 

Él me miró mientras me acercaba cautelosamente. Luego, despacio y suave, comencé a desabotonar su saco mientras nuestras miradas se cruzaban. Cuando le desabroché el último botón, le ayudé a sacárselo.

 

- Listo. ¿Dónde puedo lavar esto? - dije sosteniendo el saco.

 

- No, no hace falta - dijo él, mirándome a los ojos.

 

- Es lo menos que puedo hacer después de ayudarme con mi auto... y por cómo trata a mi hermanito - dije sonriendo.

 

- Tengo un lavadero por acá - dijo, sonriendo.

 

Me guió hasta ahí y luego puso el saco en la lavadora.

 

- Ves, no fue nada... la lavadora lo limpiará - dijo, sonriendo.

 

Se veía tan hermoso cuando sonreía. Luego regresamos a la cocina y Manuel había terminado la chocolatada.

 

- Ya terminaste, campeón. ¿Quieres más? - dijo, sonriendo.

 

- ¡Siiii! - exclamó Manuel, alegre.

 

Axel le sirvió más a Manuel y luego preparó dos tazas de café. Corrió la silla para que me sentara como una dama y se sentó a mi lado. Comenzamos a conversar y le conté cosas de mi vida que no me atrevía a decirle a nadie, ni siquiera a mi mejor amiga. Luego pasamos a la sala y conversamos sobre cosas interesantes de arte, libros, fotografía y cultura. Teníamos tantas cosas en común que almorzamos juntos y hasta cenamos. Pero luego miré la hora y ya se hizo tarde; Manuel se había quedado dormido.

 

- Me tengo que ir - dije con tono melancólico.

 

- Qué pena - dijo Axel, con tono melancólico.

 

- Me gustó conversar contigo, Axel - dije, sonriendo.

 

- A mí también me gustó conversar contigo - dijo él, sonriendo.

 

No sé por qué, pero me provocaba decirlo por su nombre. Cargué a Manuel y Axel me ayudó a llevarlo hasta mi auto.

 

- Conduce con cuidado - dijo, mirándome a los ojos.

 

- Lo haré - dije, entregándole su tarjeta de presentación - Aquí tiene.

 

- No, consérvalo - dijo, sonriendo.

 

- No... del otro lado escribí mi número - dije, sonriendo.

 

Cuando agarró la tarjeta, nuestras manos se juntaron. Después sacó otra tarjeta y me la entregó.

 

- Toma, es para ti - dijo, sonriendo.

 

Cuando tomé la tarjeta, nuestras manos se volvieron a juntar. Sentía una corriente eléctrica por todo mi cuerpo cada vez que nuestras manos se juntaban. Luego le di un beso en la mejilla y subí a mi auto.

 

- Adiós, Axel - dije, mirándolo a los ojos.

 

- No digas adiós... Di hasta pronto - dijo, mirándome a los ojos.

 

- Nos vemos mañana - dije, sonriendo.

 

Me pasé todo el camino pensando en Axel hasta que llegué a mi casa. Metí mi auto en el garaje y saqué a mi hermanito. Al entrar a mi casa, mi tía estaba esperando.

 

- Perdón por llegar tarde - dije, inventando una excusa - fuimos a comer y a pasear y...

 

- No me importa lo que hagan - dijo, interrumpiéndome - con tal de que hayas alimentado a esta plaga, haz lo que quieras - dijo con prepotencia.

 

Me quedé en silencio, tratando de evitar las ganas de golpearla. Tenía que aguantarla, no me quedaba de otra.

 

- ¿Qué tanto me miras? Ve y acuesta a este pendejo - dijo, con prepotencia.

 

Me fui sin decir nada, subí las escaleras y llegué a la habitación de Manuel. Lo recosté en su cama y besé su frente.

 

- Buenas noches, hermanito - dije, sonriendo, y me fui.

 

Al llegar a mi habitación, salí un rato al balcón. Necesitaba pensar en todo lo que había pasado con el director. Necesitaba entender por qué me provocaba llamarlo Axel, por qué sentía una corriente eléctrica cada vez que me miraba, por qué sentía un cosquilleo cada vez que estaba cerca de él, por qué me daba tanta tristeza alejarme de él y por qué sentía la necesidad de volverlo a ver.

 

Entré a mi habitación, me puse mi pijama y me acosté. Me costó conciliar el sueño. El solo pensar en él hacía que mi corazón se acelerara.

 

Narra Axel

 

Estaba acostado, pensando en Mía. Jamás había sentido por alguien que mi corazón latiera con tanta intensidad. Sonreía cada vez que recordaba sus ojos.

 

No dejaba de preguntarme, ¿estaré haciendo lo correcto? Yo tengo 32 años y ella solo tiene 17.

 

¿Qué te está pasando, Axel? Me preguntaba una y otra vez. Era difícil aceptar que me había enamorado de alguien tan joven, pero no podía evitar sentir lo que sentía. Cada vez que estaba cerca de ella, mi corazón latía con fuerza y no podía evitar sonreír. Sabía que tenía que ser cuidadoso y no hacer nada que pudiera lastimarla, pero no podía evitar sentirme atraído por ella.

 

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Capítulo 4: No puedo dejar de pensar en ti

 

Narra Mía

 

Me levanté temprano, como de costumbre, tendí mi cama, limpié mi habitación y fui a bañarme y vestirme.

 

Luego fui a preparar el desayuno y más tarde desperté a mi hermanito para llevarlo a la escuela. Como siempre, fue difícil despertarlo, pero finalmente lo preparé, limpié su habitación y tendí su cama. Después desayunamos y fuimos al garaje a buscar mi auto, pero para mi mala suerte, no arrancaba. Sabía que iba a llegar tarde a la escuela de mi hermano y a la mía.

 

Mientras caminaba, un auto frenó junto a mí. Era Axel, el director.

 

- ¿Cómo está, señorita Montgomery? - dijo Axel sonriendo.

 

- Me sorprende verla caminando. ¿Qué pasó con su auto? - preguntó curioso.

 

- Bien, señor director. Mi auto no quiso arrancar hoy, y tengo algo de prisa porque tengo que llevar a mi hermanito a la escuela - dije bajando la mirada.

 

- Suba, yo la llevo - dijo abriéndome la puerta de su auto.

 

- No quisiera molestarlo - dije tímidamente.

 

- No es molestia - respondió Axel.

 

Senté a mi hermanito en el asiento de atrás y luego me senté en el asiento del copiloto. No podía dejar de pensar en Axel y en lo amable que había sido al ofrecerme un ride. Mi corazón latía con fuerza mientras me sentaba junto a él. ¿Sería posible que estuviera comenzando a sentir algo por él?

 

Durante el trayecto, comenzamos a conversar y me sorprendió lo extensa y divertida que se hizo la plática. Me entretenía mucho conversar con él, ni me di cuenta cuando llegamos a la escuela de mi hermanito. Bajé del auto con él, tomé su pequeña manito y lo llevé adentro hasta su salón. Luego volví al auto y Axel me llevó a mi escuela.

 

Cuando llegamos, le agradecí por traerme y entré a mi salón. Pero aún no entendía qué me estaba pasando. Cada vez que lo miraba a los ojos, sentía cómo mi pulso se aceleraba. Tuvimos clases de Matemática con el profesor Herrera, Literatura con el profesor Díaz, Física con el profesor Benson, Biología con el profesor Medina y, por último, Plástica con la profesora Ayala.

 

Sonó el timbre y todos salieron al receso, pero yo no. De todas formas, no tengo amigos, excepto el director. Con él me llevo mejor.

 

Decidí ir a la oficina del director porque él siempre se queda ahí durante los recesos. Toqué la puerta con cautela y sentía cómo me temblaban las manos.

 

- Adelante - se escuchó de adentro.

 

Abrí la puerta despacio.

 

- ¡Hola! – dije con timidez.

 

- Viniste – dijo entusiasmado. "Adelante, pasa".

 

- Gracias – dije acercándome a su escritorio.

 

- Bueno... ¿en qué te puedo servir? – dijo tratando de mantenerse serio.

 

- Mm, nada. La verdad es que tenía ganas de conversar con usted. No tengo muchos amigos. Creo que hice mal en venir – dije levantándome para irme.

 

- Espera – dijo deteniéndome –No te vayas. Yo también quería hablar contigo

 

Seguimos conversando, la plática se hizo más extensa y divertida. Él me contaba historias de cuando estaba en la secundaria y en la universidad. Las risas no paraban hasta que fueron interrumpidas por una voz fuerte y estruendosa.

 

Llegó la secretaria Emilia y el subdirector Caballero.

 

- ¡Qué es ese escándalo! ¿Usted qué hace aquí, señorita? – dijo señalándome.

 

Me quedé paralizada un momento, sin saber qué decir. ¿Qué se suponía que debía decir? Vine a conversar con el director porque me cae bien, porque mi corazón se acelera con solo verlo... sé que no lo iban a entender porque ni yo misma lo entiendo.

 

- Señor director – dijo Emilia confundida al verme ahí – disculpe, creo que olvidé decirle que el subdirector Caballero venía para acá

 

- Yo siempre vengo aquí... no tengo muchos amigos de mi edad y los recesos me aburren mucho – dije bajando la mirada.

 

- Ella es una alumna de último año, es amiga de los profesores, se lleva bien con ellos... – dijo Emilia tratando de defenderme.

 

- Sí... no creo que tenga nada de malo que esté aquí – dijo Axel.

 

- Sí tiene de malo, es una alumna y está mal visto que mantenga una amistad con el director – dijo el subdirector con un tono serio.

 

Me sentí incómoda y culpable a la vez. Vi cómo el subdirector comenzó a regañar a Axel y comenzaron a discutir.

 

- Esperen... no discutan, por favor, yo me iré – dije tomando mi mochila.

 

- En ningún momento dije que se vaya, señorita... solo le pregunté qué hacía aquí – dijo el subdirector con tono serio.

 

Dicho esto, se marchó de ahí. Sonó el timbre poco después y me dirigí a los vestidores de chicas para cambiarme. El turno de deporte consistía en jugar voleibol y fútbol. Yo no jugué, como siempre, y no porque sea mala en los deportes, sino porque nunca juego con mis compañeros. Me parecen muy brutos, infantiles y siempre terminan peleando entre ellos.

 

Me quedé sentada en una banca leyendo un libro, "El gran Gatsby". Mientras leía, mi mirada se desvió cerca del gimnasio, donde estaba el director observando a los estudiantes jugar.

 

Me quedé perpleja y no me di cuenta de que mi mirada no se despegaba de él. Después noté que su mirada se conectó con la mía, reaccioné y miré al suelo.

 

¡Qué vergüenza! ¿Por qué me quedé mirándolo? Lo peor es que se percató de que lo miré. ¿Qué pensará de mí?

 

Mire de reojo y aún me seguía mirando fijamente y sin disimulo. Nuestras miradas se volvieron a conectar, pero la atención bajó de tono cuando el subdirector Caballero llegó. No quise meterlo en problemas y volví a mirar el libro. Me quedé pensando en el director, la verdad es que es muy atractivo. Tiene una mirada que mata y una sonrisa que te pierde. Ay, Dios, ¿qué me está pasando? No podía evitar sonreír cuando lo veía.

 

Después llegó la hora de Historia con el profesor Suárez y Química con el profesor Hernández, pero el turno fue interrumpido por la llegada del director.

 

- Disculpe por interrumpir su clase, profesor", dijo Axel con tono serio. "Pero necesito llevarme a la alumna – dijo observándome.

 

- Sí, señor director – dijo el profesor Hernández.

 

Tomé mi mochila y lo seguí. En el camino, me iba preguntando: ¿para qué querrá verme? ¿Será para reclamarme algo? ¿Será que lo incomodé mirándolo afuera del gimnasio?

 

Qué nerviosa estoy, espero que no sea nada malo.

  • Autor: Reb Liz (Offline Offline)
  • Publicado: 21 de enero de 2024 a las 09:34
  • Comentario del autor sobre el poema: Queridos lectores Es un honor compartir con ustedes esta historia que ha nacido desde lo más profundo de mi corazón. Cada palabra, cada personaje y cada emoción plasmada en estas páginas ha sido creada con amor y dedicación. Espero que al sumergirse en estas letras encuentren momentos de alegría, inspiración y conexión. Mi mayor deseo es que esta historia toque sus corazones y les brinde un escape a un mundo lleno de emociones y posibilidades. Agradezco de todo corazón su apoyo y compañía en este viaje literario. Sin ustedes, mis queridos lectores, estas palabras no tendrían sentido. Espero que disfruten de esta aventura tanto como yo disfruté escribiéndola. Con gratitud.
  • Categoría: Amor
  • Lecturas: 10
  • Usuario favorito de este poema: Efrain Eduardo Cajar González.
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