Colores del tiempo

He olfateado los colores de la primavera,

en notas de jazmín, lavanda y azahares,

sus fragancias se entrelazan en el aire,

un bálsamo para el alma que se libera.

 

 

He saboreado las fragancias del otoño,

en ocres luminosos y marrones desfallecidos,

en azafranados hálitos de vida envejecida,

cada aroma es un suspiro que acaricio en mi ensueño.

 

 

He escuchado los sonidos de los veranos,

en amarillos ruidosos y naranjas estridentes,

en azules melodiosos y blancos silentes,

un concierto efímero de días que se desvanecen.

 

 

He experimentado las temperaturas criogénicas,

de los inviernos que se adhieren a la piel,

helados infiernos en oquedades de hielo y miel,

en nieves solitarias que se vuelven nostálgicas.

 

 

He caminado sin dejar rastros,

en los desiertos vastos de la vida,

me arrastro en la arena de la existencia perdida,

un sendero silente en busca de rumbos abstractos.

 

 

Me he ahogado en la respiración artificial,

en auxilios de boca a boca en cuerpos vacíos,

latidos desorientados en marcapasos sombríos,

un vínculo desgarrado entre lo real y lo artificial.

 

 

Y cuando la esperanza sea desconectada,

de mi soporte de vida artificial y frágil,

mi visión se elevará, ¡oh epifanía salvaje!

 

 

Descubriré que la vida siempre tuvo sentido,

desde aquel instante en que nos encontramos,

en aquel otoño en que nuestros destinos se fundieron.

 

 

En los pretéritos futuros y el presente progresivo,

se revela la grandeza de nuestros momentos,

un crisol de emociones y recuerdos sedientos,

que nos acompañan en este viaje fugitivo.

 

 

En cada encuentro, en cada despedida,

en cada experiencia compartida y vivida,

el misterio de la vida se despliega en su esplendor,

un enigma que nos guía hacia nuestro interior.

 

 

En este poema, inspirado por Borges, se entreteje el tiempo,

los colores y fragancias danzan en el universo del ser,

una exploración poética en busca de la verdad y el querer,

un canto a la vida en su eterno y efímero cimiento.